Violencia infantil/Gerardo A. Herrera
En el 2012, prácticamente al inicio del periodo de gobierno de la presidenta municipal Salma Karrum, sucedió un hecho que dejo a los habitantes de la cabecera municipal de Pátzcuaro absortos. La niña Marisol Pérez de Pátzcuaro, fue encontrada en una maleta sin vida, y resultados de los estudios médicos y de laboratorio arrojaban que había sido violada, el caso fue atendido por las autoridades y la Fiscalía especializada en violencia familiar.
Hoy, 6 años después, la menor Valentina, fue privada de su libertad de manera salvaje; hechos como éstos nos hacen pensar en mentes enfermas, en mentes que hacen daño y en mentes que no conocen de valores, de principios o virtudes sociales. Es claro, son mentes construidas al amparo de un mercado que está cada día va haciendo más vulnerables a los jóvenes, los hace hedonistas, narcisistas, individualistas y altamente libertarios, son de las cosas que debemos atender inmediatamente en la educación básica y en procesos de reeducación para el resto de la sociedad.
Todas estas características se cruzan con uno de los atributos del ser humano, la racionalidad; cuando ésta es una racionalidad instrumental pueden llegar a causar daño, control, sometimiento, disciplinar los cuerpos de otros, o bien causar la muerte. Este concepto ha sido utilizado por la Escuela de Frankfort y construido por Theodor Adorno.
Hemos escuchado las narrativas de los familiares a través de los medios de comunicación; nos parece que seguimos hablando a “toro pasado”, cuando las cosas ya se llevaron a cabo y poco se hizo in situ; pese a la existencia de un delito grave, de contar con la fiscalía especializada, de contar con marcos normativos y de tener el diseño de política pública. En este sentido, tanto las autoridades de salud, como las autoridades de procuración de justicia y seguridad pública no lograron aplicar los protocolos de actuación frente a daños en caso de violación.
Y la pregunta es ¿si no aplicaron los protocolos es porque no existen? Si existen, ¿Por qué no los aplicaron?, es decir, en cualquiera de las vertientes que fue lo que se hizo que no se detuvo al que presuntamente fue el agresor de la pequeña Valentina y que le arrebato la vida. Cada que muere un menor, también muere la sociedad.
Hoy, como en muchas ocasiones, la sociedad clama justicia, clama la aplicación de la ley, como lo ha venido haciendo a través de las mujeres que han sufrido de violencia feminicida. Recordemos que tenemos la Alerta de Violencia de Género, en 14 municipios y que Morelia, la Capital del Estado, es uno de ellos. Pese a ello, continuamos viendo el asesinato de mujeres, y hoy con un enfoque especial, la agresión que sufrió la menor Valentina.
Sigo insistiendo que pese a la existencia de leyes, estructuras operativas y diseño de política pública continuamos a merced de una sociedad que privilegia los valores individuales frente a los sociales, y que ello merma la posibilidad del cuidado y respeto de los grupos en situación de vulnerabilidad, como en este caso que nos ocupa. Nos preocupamos más por el hombre o mujer con visión económica, que por el hombre o mujer social, sensible, generoso, amoroso que apoya y que generan condiciones para la solidaridad.
Lamento que no hayamos avanzado en la disminución de la violencia de género, pero sobre todo, lamento que no se haya adelantado a los hombres en un modelo de nuevas masculinidades; me duele, porque los niños, niñas y adolescentes continúan siendo el interés superior de la sociedad y del Estado, y esto que sucedió genera contradicciones, dónde estuvo el Estado, dónde estuvieron las autoridades? dónde. No obstante, el Sistema Estatal de
Protección a Niños, Niñas y Adolescentes requiere de redoblar esfuerzos para continuar trabajando a favor de trabajar con ellos, para ellos, en favor de ellos; pero también la Comisión Estatal de los Derechos Humanos y otras instancias como el DIF tanto municipal como estatal.
La vida hoy nos arrebató a Valentina, nunca más una niña a merced de personas sin escrúpulos, de personas con racionalidad instrumental, nunca más violencia contra las niñas, niños y adolescentes, nunca más.