Vibran internos del penal Mil Cumbres con exhibición de boxeo
MORELIA, Mich., 22 de febrero de 2017.- Silbidos, aplausos, porras y abucheos se escucharon en el Centro de Reinserción Social (Cereso) David Franco Rodríguez, mejor conocido como Mil Cumbres, donde este miércoles fue presentada una docena de peleas de box, en los que algunos de los reclusos también se pusieron los guantes y dieron cátedra de sus técnicas en el pugilismo.
Sobre un ring profesionalmente instalado por jóvenes miembros del recién impulsado programa de rescate social: Boxeo para vivir, y con las condiciones de seguridad que demanda la práctica de este deporte para la protección de cabeza y piezas dentales, en ajustes de tres asaltos, uno a uno, los amistosos contrincantes entregaron el corazón a puños.
Sonó la campana y en el primer combate no empezó nada mal Pablo El Exquisito, pero al tercer asalto cayó frente a la ametralladora de derechas de Sebastián El Diamante Águila, que hizo sangrar al contrincante con quien a aplausos se solidarizaban los internos, y a gritos y carcajadas animaban y celebraban: “dale Exquisito; dáselo duro, dáselo Exquisito”.
Una, dos, tres batallas, sobre el ring dejaron sudor y hasta sangre El Monito; El Güicho; Vladimir; El Bonito; Dinamita Díaz, y entre otros, El Tazmania.
Aquello era total algarabía de la que llegaron a contagiarse autoridades de la Secretaría de Seguridad Pública y directivos del penal que hacían de jueces y daban los veredictos. Llegó el turno de Benito El Beny, uno de los internos que en un duelo muy parejo ante Emilio El Millo Valencia dio muestra de gran habilidad con los guantes. Fue muy aplaudido por sus compañeros.
Debajo de una lona que resguardó del inclemente solazo del mediodía, el público, lo internos, aplaudían, daban instrucciones: “así no güey, protégete arriba, no bajes la guardia, ¡maréalo, maréalo! Ya lo tienes”, imitaban con los puños desde sus sillas mientras otros repartían aguas frescas a los asistentes, ofrecían en venta los productos que elaboran, otros, boleros, llevaban la mirada en un vaivén entre el ring y el zapato en turno: “¡chíngale, chíngale, intimídalo!”, expresaba al ritmo de un chicle para volver luego a atender al zapato.
Era miércoles, día de visita, había esposas de internos, madres, niños y otros familiares que también se emocionaban y tomaban partido entre la esquina roja o azul del contrincante que les pareciera favorito; fueron casi cuatro horas de celebración que lograron perturbar a algunos que entre la multitud se hallaban ensimismados, callados, ellos también saltaron las carcajadas ante escenas que llegaron a ser intensas, apasionadas o cómicas.
Como la de El Purépero, un simpático recluso que, en medio de una porra que no tuvo comparación con la de nadie, cual chapulín saltó al ring donde daba de brincos, y, quizá por alguna vieja rencilla, retó a La Bola, otro de sus compañeros que lo vencería en el primer asalto ante la indignación de aquel que había sido descalificado por lanzar un rodillazo. “No sean manchados, déjenme darle”, suplicaba. Al final se dieron la mano, y el veredicto fue empate.
La directora del Cereso David Franco Rodríguez, Lilia Cipriano Ista, comentó que es la segunda ocasión que se hace una exhibición similar; explicó que esta actividad deportiva forma parte de las estrategias con que se busca encaminar a las personas privadas de su libertad hacia una verdadera reinserción social, a partir del trabajo, la educación, la capacitación para el trabajo y el arraigo de valores.