Pese a pandemia, purépechas revivieron la velación de sus difuntos
PATZCUARO, Mich., 2 de noviembre de 2021.- A pesar de la pandemia y en un ambiente de magia, colorido y rezos ante altares adornados con flores de cempasúchil y velas, fieles a sus tradiciones y costumbres centenares de indígenas purépechas de la región del Lago de Pátzcuaro revivieron con devoción y fe el ritual de velación pagano-religioso de la tradicional Noche de Muertos, cuyas ceremonias surgieron hace 500 años y han perdurado dentro del marco de su genuina naturaleza e identidad.
Mientras, en la Isla de Janitzio y en la comunidad de Cucuchucho, los indígenas decidieron mantenerse en confinamiento contra el Covid 19 y realizaron sus rituales en privado, sin acceso al turismo.
Aunque aún no termina la pandemia y las estrictas medidas sanitarias de usar cubrebocas y gel antibacterial para evitar contagios de Covid 19, en esta reapertura de las actividades turísticas se observó un aumento considerable en la afluencia de los visitantes nacionales y extranjeros, lo cual se reflejó en restaurantes, tianguis artesanales, muestras gastronómicas y comercios, donde también resucitaron las ventas.
Empero, ni el coronavirus, ni el intenso frío, ni la pobreza en que viven impidieron a los indígenas purépechas acudir a los cementerios a venerar a sus fieles difuntos, en un reencuentro con los que ya no están.
En la zona lacustre, que incluye los municipios de Tzintzuntzan, Quiroga, Erongarícuaro y Pátzcuaro, sobrevive esta tradición desde su surgimiento en la época prehispánica.
La singular e impresionante ceremonia de velación, conocida en purépecha como Animecha Kejtzitakua, se llevó a cabo en los 25 cementerios de la región, entre los que están los de Pátzcuaro, Cuanajo, Tupátaro, Tzintzuntzan, Jarácuaro, Huecorio, Tzurumútaro, San Pedro Cucuchucho, Ihuatzio, Arócutin, Santa Fe de la Laguna y Erongarícuaro, así como en las islas de Janitzio, Yunuén, La Pacanda y Urandén.
En esta ocasión, los indígenas purépechas presentaron una ofrenda flotante en las aguas del lago de Pátzcuaro, frente a la emblemática Isla de Janitzio, cuyo panorama fue admirado por los visitantes nacionales y extranjeros.
Con el aroma de las flores de las ofrendas, la espectacularidad de las celebraciones pagano-religiosas de la Noche de Muertos en la zona del Lago de Pátzcuaro en Michoacán ha cobrado ya renombre internacional.
Muchos de los indígenas pidieron dinero prestado para adquirir las flores, panes, frutas y los alimentos que les gustaban en vida a sus familiares fallecidos, para instalar sobre los sepulcros sus altares en los panteones, frente a donde los velaron y recordaron con la mirada triste.
Con sus ropas humildes y algunos con gastadas suelas en sus zapatos y otros con sus huaraches viejitos, los purépechas mujeres y hombres, jóvenes, adultos y ancianos con sus hijos y nietos no faltaron a su compromiso de acudir a los panteones.
El ritual de velación fue presenciado respetuosamente por los turistas extranjeros, quienes en su mayoría vinieron procedentes de Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Japón China, Corea, Omán, Noruega, Italia, Suiza, Alemania, Francia y Cuba, entre otros países.
En Pátzcuaro, el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla entregó los premios del LII Concurso Estatal de Artesanías con motivo de la celebración de Noche de Muertos, donde expresó su respeto a las costumbres y tradiciones de los indígenas purépechas y señaló que las autoridades privilegiaron garantizar la salud de los visitantes.
Asimismo, al volver la región lacustre a la actividad turística, el mandatario estatal llamó a los habitantes a atender bien a los visitantes nacionales y extranjeros, para que regresen.
Por su parte, el secretario de Seguridad Pública del Estado General José Alfredo Ortega Reyes reportó saldo blanco como resultado del operativo de vigilancia que implementó con dos mil elementos, quienes apoyados por efectivos de la Guardia Nacional, garantizaron la seguridad de los habitantes de la región del Lago de Pátzcuaro y los turistas.
A su vez, el secretario de Turismo, Roberto Monroy García dijo que en Pátzcuaro la ocupación hotelera fue de 100 por ciento e hizo notar que la mayoría de los visitantes se está quedando en los hoteles de Morelia, la capital del estado.
Refirió que originalmente, el reto era tratar de duplicar lo alcanzado el año 2020, cuando hubo 130 mil visitantes y ahora esperaban la llegada de 260 mil, además de que buscaba una derrama económica de 200 millones de pesos, luego de que el año pasado fue de 90 millones de pesos.
EN JANITZIO REPICAN LAS CAMPANAS
El ambiente de Janitzio y de las demás islas y poblados en la víspera del día de muertos es de gran fiesta, hasta que empieza el lúgubre tañer de las campanas.
Al conjuro mágico de los sonoros bronces, las almas de ultratumba se presentan y los vivos, mujeres y niños, como fantasmagóricas figuras, van llegando silenciosas al panteón para buscar las tumbas de sus deudos.
Negras siluetas van apareciendo por doquier. Llenas de amor van llegando almas piadosas con las ofrendas, cortan flores, llevan dulces, consagran alimentos como panes y frutos que tanto deleite causaron en vida al difunto.
Con ellas erigen un altar sobre la tumba y se sientan resignadas y llorosas a contemplar las llamas de los cirios y hacen oraciones por sus muertos.
Las velas y cirios van encendiéndose y de pronto el camposanto iluminado parece un ascua de luces misteriosas.
A intervalos se arrodillan ante la cruz que indefectiblemente preside el rito, y quedan pensativas como evocando a los difuntos añorando su presencia.
Una campana colgante del arco que da acceso al cementerio, discreta y tristemente tañe toda la noche llamando a las ánimas a que se presenten a la gran ceremonia.
El cementerio se inunda con el eco de los cantos en purépecha, llenos de suaves cadencias que imploran el descanso para las almas de los ausentes y la felicidad de los que quedan en la tierra. Los hombres, desde las afueras del camposanto, contemplan atentos lo que ocurre dentro del panteón.
UN DEBER SAGRADO PARA CON LOS DIFUNTOS
Para los indígenas de la isla, participar en este tradicional ritual, es un deber sagrado para con los difuntos.
Janitzio es una de las bellas islas del Lago de Pátzcuaro que impresiona por la forma y belleza de sus construcciones, donde sobresalen las blancas paredes con techos de madera y teja, diseminadas en forma disímbola por la isla.
Tiene además Janitzio, un nombre y celebridad debidamente conquistados por la celebración de la "Noche de Muertos", el día 1 y 2 de noviembre.
Aunque las celebraciones son las mismas en toda la región lacustre, se le han otorgado a esta isla como ejemplo. Toda la vida de la isla vibra en torno a la ceremonia de velación.
LA LEYENDA EN LA ISLA DE JANITZIO
De acuerdo a la leyenda, en esta noche, al ocultarse el astro brillante surgen las sombras de Mintzita, hija del Rey Tizintzicha y de Itzihuapa, hijo de Taré y Príncipe heredero de Janitzio.
Locamente enamorados, Mintzita y Itzihuapa no pudieron desposarse por la inesperada llegada de los conquistadores. Preso ya el Rey padre de Mintzita, por Nuño de Guzmán, quiso la Princesa rescatarlo ofreciéndole un tesoro que se encontraba bajo las aguas, entre las islas de Janitzio y La Pacanda.
Y cuando el esforzado Itzihuapa se aprestaba a extraerlo, se vio atrapado por veinte sombras de los remeros que lo escondieron bajo las aguas y que fueron sumergidos con él.
Itzhihuapa quedó convertido en el vigésimo primer guardián de la riqueza.
Empero, en la noche del día de muertos, al lúgubre tañer de los bronces de Janitzio, despiertan todos los guardianes del tesoro y suben la empinada cuesta de la isla.
Los dos príncipes, Mintzita e Itzihuapa, se dirigen al panteón para recibir la ofrenda de los vivos a las luces plateadas de la luna.
Ahí, ambos espectros se musitan al oído palabras cariñosas y ante las llamas inciertas de los cirios, se confunden y ocultan de las miradas indiscretas de los vivos.
En tanto, las estrellas fulguran intensamente, las campanas repican y abajo, las aguas del lago gimen como un alma en pena.
UBICACIÓN
El Lago de Pátzcuaro y su isla de Janitzio, cerca de donde también se encuentra Tzintzuntzan, la otrora capital del imperio purépecha, se ubican a 60 kilómetros de Morelia, capital del estado de Michoacán, que se comunica por dos carreteras, una que parte de la federal 15 en Quiroga y otras dos modernas de cuatro carriles por Tiripetío y Cuitzeo.