Ni perdón ni olvido, compromiso de PGJE con ministeriales asesinados
MORELIA, Mich., 5 de febrero de 2019.- Ni perdón ni olvidó. Persecución y castigo a quienes acabaron con la vida de Luis Enrique y Carlos Augusto, policías asesinados en Ario de Rosales, se comprometió el procurador General de Justicia del Estado, José Martín Godoy Castro.
Godoy Castro, aseguró que los caídos "siempre cumplieron con firmeza su responsabilidad, con la tarea que les fue asignada, ayer también. Fueron emboscados por las manos de los criminales, que luego se dieron a la fuga".
Señaló que, como en otros casos, irán por los responsables de las agresiones, porque "no nos temblara la mano para cumplir la ley, quienes atenten contra las instituciones ¡No habrá impunidad! Seguiremos actuando con firmeza".
A sus familiares, dijo Godoy Castro, "les externamos nuestras condolencias y les expresamos que sus hijos, esposos y padres siempre portaron con orgullo el uniforme de responsabilidad; cumplieron con su responsabilidad, con la convicción de servir a Michoacán".
No obstante las palabras de aliento, pocas esperanzas, sin pretenderlo, dio a los familiares, "iremos por los responsables de su muerte y los presentaremos ante los tribunales, en memoria de ellos así como de Jaime y Candelario, quiénes también un 4 de febrero, pero del 2011, perdieron la vida en el cumplimiento de su deber. Nuestro trabajo seguirá…", sin dejar en claro si hubo o no justicia para los asesinados hace ocho años.
Al concluir su discurso, que más que reconfortar a los dolientes parecía alimentar el fuego del dolor en las entrañas de quienes se quedaron, el procurador hizo la entrega de la fotografía y Bandera a las viudas, todo enmarcado en gemidos y lagrimas.
Así fue desde las 15:46, cuando el silencio sepulcral que embargaba el hangar fue quebrantado por los amargos llantos de la madre de Luis Enrique.
¡Diosito se llevo a tu papá! Le decía a su nieto de entre seis y siete años que poco parecía entender, sentado sobre el regazo de su madre.
Sin embargo, en medio de aquel caudal de emociones, algunas contenidas y transformadas en muecas, la tristeza de la madre de Carlos Augusto se impuso. Al ver el retrato de su hijo se negaba a entrar, sus parientes casi la empujaron al extremo izquierdo de las sillas. Su nieto tampoco paraba de llorar.
El niño, vestido de playera roja, se tapaba el rostro, las orejas, buscaba una explicación en el rostro de su madre, pero él aquella faramalla del pase de lista, la banda de guerra, la fotografía… ¡El procurador con una Bandera! No parecía entender nada. Solo dolor se observaba en su mirada, la que por momentos lucía perdida, observando el féretro de su padre.