Retrata Everardo González cómo recluta a menores el crimen organizado
MORELIA, Mich., 6 de noviembre de 2023.- En Una jauría llamada Ernesto, el último documental de Everardo González, hay una latente vulnerabilidad, aunque en imágenes no suceda más. Es de hecho una película con recursos técnicos no utilizados nunca antes, y que transmiten lo que se vive en sociedad en México con respecto a la violencia.
El filme evidencia de una manera muy particular y única cómo son reclutados los jóvenes, casi desde niños, para formar parte de las filas del crimen organizado en México.
Entrevistado por Quadratín, el también director de La libertad del diablo y Los ladrones viejos, externó que la película tiene un impedimento ético, legal, que es el hecho de retratar menores de edad, el mundo de los adolescentes básicamente, "pues muchos en la parte testimonial corren en paralelo y generan la sensación de que cuenta a quien ves, pero no es así, muchos son mayores, los que dieron testimonio, pero el retrato es del mundo adolescente".
Por ello se dio este impedimento legal y ético, explicó, "la solución que yo encontré fue hablar el mismo lenguaje inspirado en los juegos fps (first person shooter-tiradores en primera persona), en donde acompañas al tirador, a veces eres parte tú del tirador, pero a veces lo acompañas".
También empezó a tener otro criterio y por ello devino en la oportunidad de acompañar, indicó el director, en lo que ahora significa una motocicleta, una motoneta.
"Yo quería sentar al espectador en la parrilla de la moto, quería que acompañara en primera persona, que siempre fuera detrás, incluso es complejo porque es la zona más vulnerable para un joven armado, que son la nuca y la espalda".
Ante el reto, pidió a un grupo de ingenieros que diseñara una suerte de cola de escorpión, la cual permitiera que la cámara la portaran los jóvenes, que ellos mismos jugaran con ella, "porque tengo la convicción de que a la violencia se llega jugando siempre, a nuestra construcción de identidad violenta se llega con juegos o se llega como jugando, ya sea en la primaria, en la secundaria o un día jalando el gatillo".
Esto generó un mismo valor de plano con el que había que ser consecuente, externó Everardo, con la complejidad que esto requería en términos de montaje, en la lógica de producción y todo lo referente a cuestiones técnicas; "daba la posibilidad de que, con el conocimiento de las herramientas físicas del cine, como la óptica por ejemplo, se pudiera ofrecer también anonimato en los planos que estuvieran de frente, gracias al trabajo de profundidad de campo".
Esta característica que garantizaba el anonimato por mantener fuera de foco más allá del primer plano, permitía poder ingresar a las zonas de tráfico y a las zonas de pandillas de una manera más libre, "entonces la violencia es algo que se siente, un poco como nos pasa a la mayoría de los ciudadanos, la violencia está ahí, latente y cerca, a veces no se ve, pero todos la sentimos".
Es tener esa sensación de vulnerabilidad permanente como sociedad, aseveró, "esa es un poco la sensación que yo quiero transmitir con la película, donde se siente vulnerable el personaje que acompañamos porque somos nosotros quienes vemos su espalda, y nos recuerda que la violencia está latente y cercana, no es algo que ocurra lejos".