Peribán y la supervivencia/Luisa María Calderón
La Organización de Naciones Unidas (ONU) comprometió en 2015 a los países del mundo a cumplir con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para el año 2030. Uno de ellos, el 13, se llama Acción por el Clima. Tenemos 12 años para lograr entre todos el compromiso de “adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos”;
derivado de ese compromiso, debemos echar a andar una estrategia que nos permita cumplirlo, y que incluya medidas de resilencia para adaptarnos al cambio climático. Pues bien, ese cambio ya nos toca fuerte a la puerta y no podemos dejar de mirarlo. Pero, ¿a quién corresponde resolverlo?
En julio pasado, tras una torrencial lluvia, al norponiente de nuestra ciudad, un deslave en el cerro del Quinceo provocó inundación dramática y destrozos en varias colonias de esa zona, en especial, Terrazas; mucha alarma, mucho SOS. La semana pasada, Sinaloa vivió la más copiosa lluvia de su historia reciente y perdió no sólo bienes muebles sino sus cosechas de granos, en esa tierra que se dice el semillero de México.
El viernes pasado, en el propio estadio de futbol de Morelia, hubo que suspender el partido entre Monarcas y Pumas por la recia lluvia que empapó a todos los asistentes. El domingo por la tarde, la tragedia por el agua tocó a Peribán, en nuestro Michoacán, que es un centro de producción de aguacate de exportación. Apenas hace 40 años era un municipio donde “dominan los bosques de coníferas con pino, oyamel o junípero, y el bosque mixto con pino y encino”, y hoy produce diez mil 500 toneladas de aguacate y siembra dos mil 400 hectáreas de frutillas en un campo que mandaba a sus hombres fuertes a trabajar a Los Reyes, en los cañaverales.
Su gente es chambeadora y solidaria pero ahora, el cambio climático se llevó a varias personas que se reportan desaparecidas, y por lo menos cinco de ellas ya murieron. Una tromba sorprendió a la población, no acostumbrada a una lluvia tan contundente que provocó el desbordamiento del río Cutio, a pesar de que los productores de Peribán se han esforzado por llevar a los hechos prácticas no contaminantes, innovaciones tecnológicas, de fertilización.
Y si mirad alrededor, aquí mismo en Morelia, del lado suroeste, dejarás de ver pinos y los trazos de árboles en línea te sorprenderán: aguacates y berries. Bien en donde no había siembra, pero mal en donde han tumbado y tumbado pinos y otros árboles que nos dan agua y oxígeno, y siembran y siembran lo que no es endémico y afecta el orden que la naturaleza tiene para mantenernos con vida. ¿Hasta dónde podemos cambiar el uso del suelo, ya prohibido en la ley?
Estamos desconectados, como si lo que pasa de desgracia sucediera del otro lado del mundo, le sucediera a seres no humanos y no tuviera que ver con nuestra propia existencia y nuestra cotidiana batalla por sobrevivir. Paradójicamente, a mayor cambio en el uso del suelo, mayor cambio climático y más hambre. Según la FAO, en 2016, el hambre aumentó en el mundo debido a conflictos y a efectos de cambio climático, después de décadas de esfuerzos para disminuirla. No es que falten alimentos, es que producimos ahora para vender y no para alimentarnos.
Hoy tenemos dos SOS: por supuesto que debemos apoyar a los michoacanos en desgracia en Peribán; muchos perdieron todo, arrastrado por el agua. Hay que salir y ayudarlos. Pero hay otro llamado. Pidamos a los amigos de Peribán que 40 años han trabajado por ser los mejores productores y exportadores de aguacate, se reúnan y orienten hasta dónde hay que crecer, dónde los límites, qué otra cosa hay que hacer o dejar de hacer para revertir esos terribles efectos, y que la pobreza no vuelva a sus campos. Hay una organización de productores de aguacate, APEAM, que ha de reunirse para revisar hasta dónde han de crecer. Ya sé que es difícil que ellos mismos se pongan límites o limiten a otros potenciales productores de aguacate, pues que el mundo entero pide que le vendan, y que le vendan aguacate michoacano, pero también es que son los únicos que conocen los requerimientos de ese árbol y saben también lo que la naturaleza les pide.
O pongamos un dead line: hasta cuándo nos interesa sobrevivir y en qué lugar del planeta...