Ya quedó atrás el Carnaval...
MORELIA, Mich., 16 de febrero de 2018.- Atrás quedó ya el Carnaval. En muchas comunidades de Michoacán se cerró con fiesta, baile y exhibición de toros. En la Estación Queréndaro no fue la diferencia; esta comunidad perteneciente al municipio de Zinapécuaro, tiene la tradición del Torito de Petate por más de 40 años, sin embargo es poco conocida.
Una de las características principales de esta fiesta en esa comunidad, es el hecho de que la rivalidad no lleva a peleas como sucede en los barrios de Morelia, de Charo e incluso de Tarímbaro. Se ha erradicado la competencia a fin de no propiciar conatos de violencia, por lo que la fiesta se vive en paz.
El pasado martes de carnaval, el día que terminó esta fiesta, inició con un desfile donde participaron más de ocho toritos, muchos de ellos ya no construidos con el tradicional petate sino con cartones reciclados de las bolsas de bultos de cemento, pero eso sí, igual de ataviados con materiales multicolores, algunos de ellos rodeados de luces.
La música no proviene de bandas en vivo sino de bocinas jaladas por vehículos que van motivando al baile y el chacoteo de quienes van siguiendo y participando en este ritualístico desfile.
El desfile que comenzó en la entrada a la comunidad recorre aproximadamente unos 500 metros hasta llegar a las canchas, lugar donde se exhibe cada uno de los toros en plenitud, todos sus personajes bailan alrededor y el toro hace sus faenas.
Una vez en las canchas, autoridades municipales están presentes para festejar junto a la comunidad esta tradición que lucha por ser conocida y reconocida en la entidad. Atrás quedan las bocinas y sus sonidos, porque a partir de entonces una banda de música acompaña a los toros y ameniza la fiesta.
Comienzan primero su espectáculo los toritos formados por niños, por adolescentes e incluso por personas de la tercera edad. Frente a la comunidad que se ha dado cita alrededor de la cancha principal de básquetbol, los primeros toritos se lucen levantando la ovación.
Después, el sonido local pide la presencia de los toros mayores. Entra primero El Tarasco con sus maringuías, hombres ataviados con minifaldas, pelucas y mucho maquillaje, caporales, rancheros y un viejo, quien en la escenificación es el dueño del toro.
En seguida entra El Original, después El Michoacano, seguido de El Rey Chilango, y después de un rato se pierde la cuenta de los que entran y salen, sin embargo el del sonido local lo tiene muy claro. Cerca de las 11 de la noche el carnaval va muriendo cuando los toros son sacrificados no sin antes una escenificación.
La noche después de esa hora es de un silencio que asombra, como si no hubiera ocurrido nada; calles vacías, solo los perros ladran a lo lejos. De vez en vez pasa una camioneta con su música a todo volumen y otra vez al silencio. Es una comunidad que dentro de 10 meses, dos antes del carnaval, volverá a despertar la tradición y empezará a construir sus toritos, bajo dinastías de muchos años.