Tristeza y lágrimas en Álvaro Obregón: despiden a Juan de Dios

El grito con voz quebrada de la madre de Braulio Santiago, otro de los desaparecidos, fue escuchado “de menos entréguenlos para darles cristiana sepultura”, pidió la mujer en medio de las lagrimas a las autoridades.

Uno a uno han sido entregados a sus familias, uno a uno han sido sepultados. Hoy fue el turno de Juan de Dios. Luego de que fuera confirmada la identidad por las pruebas de ADN, los restos, lo que quedó del muchacho, fueron entregados a sus familiares.

A diferencia de otros casos, la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) realizó el proceso en tiempo record, aclaró los hechos, identificó a las víctimas y confirmó las sospechas de las familias, quienes con esperanza, creían en la probabilidad de que no se tratara de sus familiares, de sus hijos, de su hermano, esposo y, en algunos casos, padre.

Juan de Dios Chávez no dejó hijos, pero si un profundo hueco en el corazón de su madre y familia, que no obstante a negarse a dar entrevistas, se alistó esta tarde, vistió su corazón de luto y salió a despedir a el joven.

La masacre les negó el adiós cara a cara a su gente, no hubo agonía, ni cuerpo que abrazar, sólo algunos huesos y cenizas, lo extrañará su barrio y sus amigos, pero sin duda siempre va a estar en la memoria de la gente, cada vez que alguien pregunte o hable de los diez calcinados de San Juan Tararameo.

El caso que, en medio de una aparente paz, sacudió a los michoacanos, pues una noche, un 29 de julio fueron levantados presuntamente por policías, quienes por supuestas ordenes de su alcalde, cargaron parejo, los asesinaron y redujeron hasta las cenizas en un predio, ubicado en la brecha de Cheguayo.