Michoacán a 2 años de la pandemia de Covid 19
MORELIA, Mich., 20 de marzo de 2022.- El 20 de marzo de 2020, el Gobierno de Michoacán anunció los primeros cuatro casos confirmados de infección por Covid 19 en la entidad, tres de los cuales se localizaron en Morelia y uno, en Lázaro Cárdenas, anuncio que dio inicio a la pandemia en el estado.
A dos años de distancia, los casos registrados ascienden a 171 mil 952 y 8 mil 532 defunciones, pero más allá de las cifras que muestran el comportamiento del agente patógeno, quedan los cambios y las adaptaciones que la población debió enfrentar, en muchas ocasiones, sin estar preparada para ello, para mitigar los efectos del virus en su economía, educación y vida cotidiana.
La crisis del desempleo y el juego de las escondidas
En abril de 2020 el entonces gobernador Silvano Aureoles, decretó el confinamiento obligatorio de la población, para buscar frenar la propagación del Covid 19, lo que implicó que las actividades calificadas como no esenciales se vieran sujetas a restricciones que habrían de llegar hasta la suspensión total, como fue el caso de los eventos masivos.
La medida originó el paro y cierre de empresas y negocios, así como la pérdida de empleos, que ocasionaron que a la pandemia de Covid 19 y las preocupaciones por los entonces no definidos mecanismos de contagio y prevención, se sumaran las dificultades económicas en las familias.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), al corte de enero de 2019 y 2020 se observó una tendencia a la baja en la tasa de desocupación en la entidad, que alcanzó el 2.5 por ciento de la población económicamente activa (PEA) en 2020.
No obstante, en 2021 este indicador tuvo un repunte de 0.6 puntos porcentuales, para establecerse en un 3.1 por ciento de la PEA.
Para enero de este año, se recuperó la tendencia a la baja en el desempleo, con un 1.8 por ciento de la PEA sin colocación en el mercado laboral.
Javier Maldonado, trabajador de una empresa asociada a la industria de la construcción, conoció bien esta incertidumbre, cuando a poco de implementarse el confinamiento obligatorio sus empleadores presentaron la posibilidad de hacer despidos y descansos sin goce de sueldo.
“No estaba preparado para eso, vivía, vivo, al día, y aunque mi sueldo era razonablemente bueno, mis gastos también eran altos y no tenía ahorros para enfrentar un período no determinado sin ingresos; además, hacía trabajo a destajo, pero con la pandemia esto también se cayó y los gastos seguían”, explicó.
Finalmente, la industria de la construcción fue declarada por el Gobierno de la República como una actividad esencial, lo que llevó a que empresas del ramo siguieran operando, aunque a una capacidad menor a lo acostumbrado.
“Conservé mi empleo, pero no mis ingresos, y tuve muchas dificultades para mantener a mi hijo, además de que las cosas tardaron bastante en normalizarse, luego que concluyó el confinamiento obligatorio”, agregó.
Las cosas no fueron mucho mejor para Jesús Ruiz, dueño de un negocio dentro del rubro de no esenciales, lo que le obligaba a suspender sus actividades por largos períodos.
“Mi negocio es mi único ingreso y de mis hijos, si no trabajo no tengo cómo solventar mis gastos, como muchas personas, vivo al día, sin ahorros, y así fue durante el confinamiento obligatorio”, detalló.
Y como muchos, debió desplegar su creatividad para buscar mantenerse en activo, pese a las restricciones, mediante citas con sus clientes habituales y laborando a puertas cerradas.
“Sí bajaron los ingresos, pero por lo menos pude seguir adelante, muchos de los comercios cercanos no resistieron y quebraron; otros, decidieron cerrar porque los cobros de las rentas se acumulaban y no había ventas”, precisó.
Para Fernando Olvera, la situación fue crítica, pues a la pérdida de su empleo se adicionó la imposibilidad por varios meses de encontrar un nuevo trabajo.
“Nos llamaron en la gasolinera donde laboraba para decirnos que, aunque era parte de las actividades esenciales, teníamos ventas muy bajas y sobraban empleados, por lo que despedirían a algunos, me tocó ser despedido y pasé cerca de seis meses desempleado, meses en los que mi familia sobrevivió con el apoyo de mi mamá y mis hermanos, vendiendo nuestras cosas y haciendo chambas muy esporádicas, fue muy complicado”, manifestó.
Quedarse en casa
Ruth Núñez, ama de casa, hizo la despensa, pagó sus servicios y atendió algunos pendientes, como normalmente acostumbra hacerlo cada semana, pero ese mes de marzo de 2020 hubo una diferencia: se preparaba para pasar varias semanas resguardada en su hogar, ante la pandemia de Covid 19.
“No sabía qué comprar, estaba asustada, preocupada, porque yo soy pensionada y solo me dedico al hogar, pero mis hijos trabajan y ellos no se podrían resguardar, o quizá perderían su empleo, era una total incertidumbre”, dijo.
El Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), llevó a cabo de abril a julio de 2020 el proyecto Permanencia en Casa e Impactos Socioeconómicos de la Covid 19 en Morelia y Municipios Conurbados, con participación de mil 291 respuestas de residentes de Morelia, Tarímbaro, Álvaro Obregón y Charo, para evaluar “la movilidad de la población y capacidad de prevención y respuesta ante la Covid 19 durante la Jornada Nacional de Sana Distancia (JNSD)”.
El estudio arrojó, entre sus resultados preliminares, que 77 por ciento de la población en Morelia y el 70 por ciento residente en el resto de los municipios participantes tuvo un grado alto o muy alto de autoconfinamiento, particularmente entre los sectores con condiciones socioeconómicas menos favorables.
Pese a esto, en Morelia no se encontró distinción entre la población en general y los segmentos más vulnerables ante el Covid 19, como adultos mayores y pacientes con comorbilidades, quienes tuvieron un grado de confinamiento similar al de personas que no contaban con factores de riesgo específicos.
Esto se evidenció sobre todo en las personas que se trasladaban desde los municipios conurbados, como Tarímbaro, a la zona urbana de Morelia, “propiciando un corredor de contagio que podría explicar el acelerado incremento de casos en Tarímbaro” en algunas fases de la pandemia.
Por géneros, los varones mantuvieron una mayor movilidad, 3.4 de cada 10 hombres realizaron cuatro o más salidas al espacio público, que las mujeres, que sumaron 1.7 de cada 10 con cuatro o más incursiones al espacio público por semana, y 2.8 de cada 10, en los casos de mujeres que viven en municipios conurbados.
Por su parte, los especialistas del CIGA determinaron lo que se conocía de manera intuitiva: adultos mayores y jóvenes menores de 19 años acataron en mayor proporción el confinamiento, en tanto que la población joven, de 20 a 24 años, especialmente en los municipios conurbados, tuvo una elevada movilidad.
Aprende en casa
Ilse se despidió de sus amigas de la secundaria entre risas, feliz de tener varios días de descanso por el puente vacacional con motivo del aniversario del natalicio de Benito Juárez; a las pocas semanas, ansiaba regresar a clases y manifestaba aversión por las actividades en línea.
En marzo de 2020, Michoacán se contó entre los Estados del país que adelantaron el periodo vacacional, para buscar evitar la movilidad de la población por causa de las actividades escolares, lo que se tradujo en un largo espacio de clases virtuales, para los afortunados que disponían de los medios para ello, o actividades a distancia.
Negocios en Michoacán y México ganaron reconocimiento social por ofrecer sus mesas y su conexión a la Internet a estudiantes de escasos recursos para conectarse a las clases en línea, y docentes evidenciaron su vocación al peregrinar por las casas de sus estudiantes en las zonas más remotas para llevarles la instrucción académica, a veces, en condiciones muy precarias.
Para muchos estudiantes, aunque no vivieron carencias apremiantes, sí fue un desafío migrar repentinamente de un esquema presencial a uno virtual.
“La verdad, muchas veces hice trampa, me conectaba y me dormía otro ratito; no le entendía al profesor; no todos los maestros se conectaban o daban la clase en vivo, y cuando eran grabadas pues no podías preguntar, a veces las clases se parecían más a una sesión de ouija que a una clase, ´¿fulanito, estás ahí?´”, recordó Ilse, entre risas cómplices.
“No todo fue tan malo, a nosotros nos gustó más tomar clases virtuales porque la maestra nos hacía más caso y podíamos trabajar desde casa, a nuestro ritmo; además, a mi papá le parecía mejor, porque no dejaba de trabajar mientras nos ayudaba con las clases”, señaló Ana, estudiante de primaria.
El Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) explicó que las consecuencias de esta forma de dar clases y los mecanismos que se implementaron tendrán un costo elevado para el país: con un cierre de escuelas sin precedente, los alumnos tuvieron un atraso en su aprendizaje que se estima en dos años, y esto se reflejará en menor productividad y falta de habilidades, que reducirán hasta en un ocho por ciento el producto interno bruto (PIB) a largo plazo.
El 43 por ciento de los hogares mexicanos compró una computadora o dispositivo electrónico y el 26 por ciento contrató conexión fija a la Internet; 25 por ciento de los estudiantes no se inscribió en el ciclo escolar, muchos de ellos, para trabajar o por falta de recursos en su familia, y estimación de adquisición de contenidos, vía virtual, por entre el 12 y el 30 por ciento, respecto la vía presencial, aunque en escuelas públicas la proporción decae a entre el seis y el 18 por ciento. Éstas son algunas cifras de la educación ante la pandemia de Covid 19.
El Imco aseveró que el principal reto con el retorno a clases presenciales es compensar y nivelar a los estudiantes que se vieron más desfavorecidos con el sistema de clases virtuales, lo que demanda un trabajo específico de diagnóstico y evaluación, así como la definición de estrategias de mitigación de rezagos.
Caras no vemos…
Una de las primeras medidas instrumentadas con la pandemia de Covid fue el uso de cubrebocas o barbijo, para crear una barrera contra el virus. Aunque suman dos años de campañas para sensibilizar a la población sobre la necesidad de su uso, que en Michoacán llegó a ser obligatorio, a partir de enero de 2021, una parte de la sociedad no logró incorporar este insumo a su cotidianidad.
Los cubrebocas favorecieron el aumento por hasta el 30 por ciento en la producción de residuos sanitarios en los hogares, además de constituir un problema de contaminación por los barbijos abandonados en las calles o desechados de manera inapropiada.
También hubo debates por el uso de barbijos entre infantes, asmáticos y personas con problemas respiratorios, atletas, y otros que reportaban malestar o inconvenientes por esta práctica.
Para muchos, el cubrebocas se convirtió en un símbolo del monumental engaño de las élites mundiales para imponer un nuevo orden socioeconómico, robar el líquido de las articulaciones de las rodillas o activar nanotecnología para el control de la humanidad.
Para otros, el cubrebocas fue el signo del aislamiento a que se sometió a la población en nombre de la prevención, al grado que los menores nacidos a partir de 2020 no conocen un mundo habitado por personas que muestran sus bocas y mejillas a todos, fenómeno del que aún no se analizan las implicaciones para el desarrollo psicológico.
Para algunos, el cubrebocas fue el medio que exteriorizó una serie de cuidados y autocuidados aplicados con la proyección de preservar la salud o de impedir la propagación del virus.
Y no faltaron quienes hicieron del cubrebocas una alternativa de ingresos cuando otras opciones se vieron comprometidas o, inclusive, anuladas por la pandemia.
Actualmente, el cubrebocas podría dejar de ser obligatorio en la entidad a partir del mes de abril, refirió la Secretaría de Salud de Michoacán (SSM), siempre que las condiciones epidemiológicas lo permitan.