Luna Ixchel: entre la fortaleza y el dolor de no poder llorar
MORELIA, Mich., 3 de diciembre de 2024.- Las mujeres pueden llorar hasta 64 veces al año. El llanto les ayuda a curar las heridas emocionales, pero aún cuando parece algo tan sencillo y sin riesgo, no lo es para Luna Ixchel Monroy Dotor, entregarse a las lágrimas podría quitarle el 18 por ciento de la vista que le queda.
Luna, como la conocen en casa y sus amigos, padece cataratas congénitas, un gen recesivo, heredado por su padre, quien terminó perdiendo la vista por completo.
Además, Luna sufrió la pérdida de uno de sus ojos por una operación que no llegó a buen término, explicó al hablar sobre su discapacidad en entrevista para Quadratín.
“Lo que padezco son cataratas congénitas. Es hereditario, porque se trata de un gen recesivo. Lo tengo yo, mi hermana, mi hijo y dos sobrinos. A los 3 años deciden operarme el ojo izquierdo, pero la cirugía no llegó a un buen término. Se derramó el líquido vítreo y lo perdí”, relató.
Luna ronda ya los 50 años, pero luce jovial. De cuerpo esbelto y paso firme, recorre todos los días las calles del centro histórico sin bastón. Su discapacidad puede pasar inadvertida para un desconocido, la oculta perfectamente bajo unos lentes de gota, tipo aviador, ahumados.
Pero caminar entre las calles con una visión mínima no es el mayor reto. Como otras personas con discapacidad, sus otros sentidos se han agudizado, el olfato y el oído le permiten estar bien orientada.
Con los años, Luna también desarrolló glaucoma, una enfermedad crónico degenerativa que la obligó a reinventarse e idear la forma de mantenerse sana sin que su vida ordinaria se viera afectada.
“Yo ya tengo glaucoma, que es una enfermedad crónico degenerativa, consiste en presión ocular o pérdida total de la vista si no te cuidas. Por ejemplo, no puedo leer mucho, cargar cosas pesadas, agacharme, barrer, trapear, ver mucha televisión. Tengo que tener un mayor cuidado de la limpieza de mis dientes, no exponerme mucho al sol y no debo llorar, aunque es algo que no puedo controlar. Sé que me hace daño, pero no puedo evitarlo”, comentó.
Es decir, este padecimiento no sólo puede dejarla ciega, también le quita una de las cosas que más hacemos las mujeres, además de que es sano el llanto, porque “ayuda a liberar neurotransmisores, hormonas y encefalinas, nos hace sentir mejor”, señala la Gaceta de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Llorar me hace daño. Al hacerlo, me duelen mucho los ojos. Me despierto con los ojos inflamados. Es un dolor muy agudo, es como migraña”, intentó explicar al hablar sobre el tipo de dolor con el que tiene que vivir si un día decide desahogarse.
Su condición médica la tiene medicada, y así estará de por vida, además de mantener los cuidados.
Para resolver su día a día, Luna aprendió que tiene que limpiar con trapeadores y recogedores adaptados. Nunca se quita los lentes de sol, cuida su piel y procura, en la medida de lo posible, no llorar.
Vivir con esta discapacidad nunca ha sido un obstáculo en su vida, casi ciega, fue a una escuela ordinaria, aprendió a leer, escribir, participó y ganó concursos de oratoria y hasta logró dominar la bicicleta.
En México, estima la Sociedad Mexicana de Oftalmología (SMO), hay más de dos millones de personas padecen alguna enfermedad que afecta su visión, aunque no necesariamente están todos ciegos.