Lina Monroy ha dedicado 14 años de su vida a la Casa Hogar Ave Fénix
PÁTZCUARO, Mich., 30 de abril de 2022.- Siendo un bebé de tres meses, a la pequeña Ruth le abrieron las puertas de Casa Hogar Ave Fénix, que iniciaba su camino con 20 niños y niñas que, por diversas razones, carecían de familia. Hoy cuentan con 13 niños de residencia permanente, y otros tantos que, los fines de semana, acuden con algunos contactos familiares. Lograr la manutención de los pequeños es un gran esfuerzo, sin un apoyo sostenido del gobierno.
Con dos tercios de su vida viviendo en Michoacán, la directora de la Casa, Lina Monroy Salazar, recuerda sus inicios en esta causa que inició en 2008, con un comedor, pensando que los niños abandonados padecían de pobreza, y que lo que más necesitaban era comer, más algo de ropa y zapatos, “puras cosas materiales, pero no es así”, pues entendió que también necesitan de seguridad emocional, de una mano que los acompañe y los ayude a darle sentido a su futuro, comenta.
Gradualmente, refinó sus ideas del servicio social que brinda y entendió que, en el fondo, se trata de contribuir a satisfacer derechos básicos, como el derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo sano y, por tanto, de velar porque se haga verdad la prevalencia del interés superior del niño. “Nuestra responsabilidad es atender a niños, niñas y jóvenes de ambos sexos, en estado de abandono, indefensos y marginados sociales”, que por desgracia, son muchos.
A pregunta expresa, responde, “uyyyy, que si he presentado propuestas al gobierno… a todos, pero nunca hay nada”, y hace un recuento de los últimos cinco ediles y sus constantes negativas de apoyo. “Algunos incluso han negado que ese problema exista en Pátzcuaro”, con eso de que es Pueblo Mágico.
Su método de atención, si así se le puede llamar, incluye una serie de prohibiciones, como golpear a otros niños, decir malas palabras, faltarle el respeto a los mayores, ofender a otros… “Les inculco mucha disciplina, mucho orden, porque no deben crecer sin reconocer que hay límites, que no pueden andar por el mundo haciendo daño a los demás”.
De los casos más estresantes y, a la vez, gratificantes, está el de Ruth, que con cuatro meses la recibió en la casa. La habían contactado desde que la niña tenía días de nacida, y aunque al principio se negó a recibirla dado el tamaño de atenciones que requieren los bebés, “viendo las condiciones en que estaba y el futuro que le esperaba”, no tuvo más que hacer la excepción y, ayudada por una de sus hijas, se las arregló para cuidarla. Hoy Ruth tiene más de tres años y es una niña feliz.
Tiene una valoración global crítica, y hasta pesimista, hacia la educación, la política, la moral. Dice que hace algunas décadas, los niños crecían con valores, la educación no estaba en manos de las televisoras o las redes, y había políticos honrados, preocupados realmente por su pueblo. “Pero todo se ensució. Vivimos en un tiempo sin ley”. Considera que debería haber mejores filtros para evitar que corruptos arriben a los espacios políticos y de administración pública, porque así, asegura, los recursos no alcanzan para atender a los vulnerables.
Este apenas es un puñado de los cerca de 40 millones de niños y adolescentes del país, de los que más del 50 por ciento vive en la pobreza. Con las muletas emocionales de Ave Fenix, podrían no ser parte de ese grupo de 40 mil infractores, y tal vez, podrían estar a salvo de ser tentados seductoramente por el crimen organizado.
Por eso, dice Lina Monroy, la sociedad no debe olvidar a los pequeños que viven en condición de abandono, sin estructuras emocionales sólidas que les permitan amar y servir a la sociedad. Es necesario pensar que debe llegar el momento en que el poder no se use “para la rapiña y el beneficio personal, sino para atender realmente a los más vulnerables”.
Al final del día, “un abrazo de un niño, es el pago más grande que se pueda recibir, porque percibes que ya no se siente ignorado, y que lo hace con verdadero amor”, concluye.