Llega el Día de las Madres a casa de María entre soledad y olvido
MORELIA Mich., 10 de mayo de 2020.- Apenas entra uno y la sensación de soledad, pobreza, tristeza, lo invade.
Es la víspera del Día de Madres, pero por lo visto, aquí no hay mucho que festejar.
La humilde vivienda, hecha a base de cartón, madera, de esa llamada costera, láminas, alambres y clavos, por aquí y por allá, da muestra de la pobreza lacerante del lugar
Luce desolada, salvo por la presencia de doña María Delgadina Gallegos Gómez.
Para ella, el Día de las Madres ha dejado de ser una fecha especial, de festejo, de reunión familiar, de apapachos.
Y es que ya nadie la visita, menos ahora con las restricciones de la pandemia.
Dice que este 10 de mayo la pasará sola, mientras se le quiebra la voz y deja rodar varias lágrimas por la mejilla.
Y es que sus hijas y nietos ya le avisaron que no la visitaran, en lo que es considerado uno de los días más representativos para los hogares mexicanos, pues se festeja a la madre, la jefa, la jefita... la mera reina del cantón.
Es de mañana y doña María Delgadina abre un pedazo de malla que hace la función de puerta de entrada.
Sale con credencial del INE en mano, para recibir una de las 250 mil despensas que el gobierno de Silvano Aureoles ha destinado para grupos vulnerables que sufren los efectos del aislamiento obligatorio y la falta de empleo por la pandemia.
La casa de Doña María es una de cientos de las que se pueden encontrar en Ciudad Jardín, en cuyo interior se tejen historias similares, todas marcadas por la necesidad, la limitación, la pobreza... la lucha diaria por sobrevivir.
Dice a Quadratín que en esta crisis, solo da una comida, quizá dos, dependiendo del ingreso de su hijo, un joven que se dedica a lavar carros y quién hace compañía a la otoñal mujer.
Ese primer espacio de la vivienda, la hace de cocina, recibidor, comedor, recámara, y hasta el negocio familiar.
Un alambre recocido se extiende por una de las láminas que la hace de pared.
De ahí penden bolsas de churros, bombones... dulces de barata manufactura.
"Vendo cinco o seis pesos diarios. No hay trabajo, no hay dinero para que los niños compren", lamenta.
Aparte de la pandemia, a doña María se le suma la tristeza de la soledad para esta 10 de mayo.
Estará a la espera de que quizá una sola llamada telefónica de sus hijas le anime el Día de Madres.