La sociedad percibe más la violencia sexual que otros tipos en los niños
MORELIA, Mich., 25 de marzo de 2022.- La violencia sexual en contra de niñas, niños y adolescentes es la que más se percibe entre una serie de prácticas que pueden o no considerarse como violencia, con un rango de respuestas que va del 76 al 97 por ciento de los participantes, en una encuesta aplicada por la organización World Vision México, entre grupos focales y población abierta.
De acuerdo con los resultados de esa encuesta, aplicada antes y durante la pandemia de Covid 19 en Michoacán, las opciones que tuvieron una mayor proporción de respuestas fueron exponer partes privadas, con un 97.3 por ciento; violación, con un 97.1; y explotación sexual, con el 97 por ciento.
En el extremo opuesto, los gritos con un 76.7 por ciento, nalgadas con el 80.7 y golpes con el 88.8 por ciento, las cuales representan las acciones menos identificadas como manifestaciones de violencia contra la niñez y adolescencia, según la encuesta que fue uno de los instrumentos para el diagnóstico de la violencia en contra de niñas, niños y adolescentes.
El componente sexual en las prácticas más consideradas como violencia no solo se vincula con el ejercicio de fuerza, sino también con elementos de dominación y opresión que hacen evidente una relación de poder vertical, que tiene como punto de partida el sometimiento del cuerpo.
En el análisis que hace la organización, aun cuando este tipo de violencia puede parecer un elemento disruptor en una comunidad, es tan solo la manifestación de una historia plagada de violencia estructural contra infantes y adolescentes en general y contra las niñas y adolescentes en particular.
Múltiples expresiones de violencia se han vuelto parte de un orden social que se valida y refuerza mientras se difunden dichas expresiones; por ejemplo, lo que se observa con prácticas como las nalgadas, los gritos o los golpes, las cuales presentan una menor proporción de personas que las identifican como violencia, es que son manifestaciones que están integradas dentro de los procesos de crianza, formación y socialización “tradicionales” y nociones de educación y disciplina, lo que ha terminado por invisibilizarlas o por atenuar su impacto real.
En un análisis cualitativo, esto resulta más evidente cuando las niñas, niños y adolescentes exponen en sus respuestas y testimonios lo que para ellas y ellos es violencia; las palabras que mencionan con más frecuencia son: maltrato, golpes y gritos.
En el caso del maltrato, éste puede ser considerado como un concepto paraguas que engloba una serie de manifestaciones de violencia tanto física como psicológica, ya que la violencia sexual suele ser referida aparte por las niñas, niños y adolescentes, pero que, contraria a la noción de castigo, no tiene una explicación clara para ellos y, además, posee una intensidad excesiva.
Con esto también se refuerza la noción de violencia como algo evidente o perceptible, lo que suele invisibilizar otras formas de violencia menos palpables, pero no por ello menos importantes o dañinas. Así, tanto la violencia física entendida como golpes y nalgadas, o la psicológica percibida en forma de gritos y groserías, se erigen como los referentes de violencia más comunes que viven las niñas, niños y adolescentes.
En tercer lugar, los infantes y adolescentes ubican una serie de expresiones violentas vinculadas a la violencia verbal relacionadas más con la humillación como el apodo, el chiste, el señalamiento, la descalificación o el silencio, abarcando por un lado las burlas o comentarios por el color de piel, formas de caminar o hablar, el físico y la apariencia, en donde el cuerpo se ubica como un referente y, por otro lado, aquellos comentarios o actitudes vinculados a la idea de ser menor de edad.
En cuanto a la percepción sobre acciones específicas, 87.7 por ciento de los niños y adolescentes y 95 por ciento de los hombres adultos consideran que “descuidar” es un acto violento, pero no se percibe una gran diferencia entre esas proporciones y las de las mujeres adultas, las niñas y las adolescentes en lo que respecta a esa acción.
Por otro lado, se puede apreciar una diferencia de respuestas entre los niños y adolescentes y los hombres adultos en cuanto mostrar material pornográfico, violencia pandillera, intento de violación, humillar, amenazar, encerrar, explotación sexual, decirles que no son amados, gritar, bullying, realizar trabajos que interrumpan su educación e involucrarlos en fuerzas armadas, con un promedio de 7 puntos porcentuales de diferencia. Una brecha semejante se presenta entre las mujeres adultas y niñas y las adolescentes.
Esta tendencia, sin embargo, cambia cuando se habla de la acción de nalguear, ya que hay una brecha del 6.75 por ciento entre las opiniones de los adultos y adultas y las de las niñas, niños y adolescentes sobre si esto se considera una forma de violencia o no. Este desacuerdo refleja directamente lo que las y los infantes y adolescentes perciben como los problemas más comunes en contra de ellas y ellos, lo cual no coincide con lo enunciado por las personas adultas.
Para la niñez y adolescencia, el principal problema de violencia que encuentran en su comunidad es el maltrato y las agresiones como nalgadas y gritos en el espacio familiar, resaltando dos hechos que, si bien no fueron mencionados por la mayoría, tuvieron varias apariciones: golpear con escoba y “las personas que venden niños”.
En el caso del ámbito escolar y educativo, el bullying predomina en cuanto a las relaciones de pares, particularmente asociado a la apariencia física, lo cual es expresado mediante apodos y resalta aún más por la mención de insultos, amenazas y castigos por parte de los adultos que se encuentran en este entorno.
Además de esto, hay dos circunstancias que se presentan tanto en la casa como en la escuela y que son referidas de forma recurrente por niñas, niños y adolescentes: el no ser escuchados y el que no se les dirija la palabra.
También destacan en primer lugar los problemas de índole sexual como el abuso, acoso sexual, explotación sexual, piropos, pornografía y pedofilia; en segundo lugar, los problemas de tipo económico y laboral como el trabajo infantil, pobreza, explotación laboral, falta de dinero para comer, desempleo; en tercer lugar, problemas vinculados con el ámbito educativo como los problemas con el personal docente, deserción y analfabetismo y, en cuarto lugar, los que están relacionados con la calle como la delincuencia, las pandillas, los conflictos armados, la inseguridad, secuestros y cárteles.
Un aspecto que llama la atención es la percepción que tienen muchas niñas, niños y adolescentes respecto a la inseguridad en las calles, refiriéndose continuamente a ésta con la palabra “guerra”, dando respuestas como “guerra entre grupos de delincuentes”, “guerra en las calles” y “guerra entre grupos armados”.
El último problema al que hacen referencia es a la discriminación por apariencia o corporalidad, relacionada básicamente con el color de la piel, el peso y la pertenencia étnica.
En todos los testimonios se hicieron presentes reflexiones sobre las condiciones en las que se dan estos problemas: la influencia de la televisión y los videojuegos, la ignorancia de las personas adultas, condiciones de desigualdad social, el cansancio de los padres y madres, la irresponsabilidad de los mismos, hijos no deseados, leyes y normas deficientes y, por supuesto, el encierro derivado de la pandemia por la Covid 19.