Justicia para Ramón Ángeles, a 12 años de su desaparición

PARACHO, Mich., 6 de abril de 2022. “Un periodista como que no vale mucho para las autoridades”, pues hoy se cumplen 12 años de la desaparición de Ramón Ángeles Zalpa, y no han hecho “nada, nada, nada… desde el primer día”, asegura su esposa, Estela Méndez Montejano, quien vuelve a exigir justicia para él y todos los periodistas desaparecidos y asesinados.
Desde la meseta purépecha, Ángeles Zalpa escribía para el periódico Cambio de Michoacán, siempre con un periodismo crítico contra toda tentativa de abuso, y muy solidario con quienes necesitaban que su voz fuera escuchada.
Era, además, docente de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), para beneficio de la cual gestionaba la construcción de la unidad de postgrado regional, cuya obra negra, abandonada y esquelética, recuerda cada día, junto a los bancos de arena comunales, su sueño de un mundo mejor para sus hijos.
Para la organización ciudadana Propuesta Cívica, enfocada en promover derechos humanos y libertad de expresión, el estado legal del caso del periodista parachense estaría en la espera de que autoridades competentes atiendan el amparo buscador que las obliga a su localización; y a la espera, también, de que se cambie la Declaración de Presunción de Muerte por una Declaración Especial de Ausencia.
De acuerdo al organismo civil que ha bridado respaldo legal, político y moral a la familia, la investigación oficial ha sido negligente desde el principio, pues no ha profundizado líneas que sugieren amenazas de un particular que reclamaba como propio el terreno comunal donde se construía la instalación de la UPN; ni las amenazas de “un político que boletinó información del periodista en internet, periódicos y postes del pueblo”, ni las llamadas insistentes que Ramón recibió en los días y horas previas a su desaparición.
Para Propuesta Cívica, “la investigación ha carecido de la implementación de estrategias y diligencias ministeriales efectivas y exhaustivas encaminadas al agotamiento de todas las líneas lógicas de investigación, incluidas aquellas que guarden relación con la labor informativa que desempeñaba la víctima”.
De hecho, asegura que la tal investigación ha estado inactiva, han perdido pruebas y que la mayor evidencia de su simulación es que a una docena de años no cuentan con indicios de los responsables de la desaparición.
Memoria de un día triste
Un par de días antes de aquel 6 de abril, Ramón Ángeles respondió a una llamada telefónica con su clásico “¿qué pasó líder?”, recuerda su hija Guadalupe. Enseguida le cambió el semblante. Colgó y pidió que se desconectara internet y teléfono, para después aceptar salir a descansar a Colima. En ese lapso, ella recuerda que su papá no trabajó como en otras ocasiones de descanso, sino que estuvo muy relajado.
Su esposa no olvida que durante su estancia de dos días en el estado vecino, le insistieron con las llamadas y él le decía que era el jefe de albañiles de la obra de la UPN, que lo urgía a que se presentara “porque iban a echar el colado”.
La última llamada que recibió fue cuando almorzaban en Jiquilpan, ya de regreso. Al llegar a Paracho, pronto agarró papeles y se fue a la obra, y desde entonces no se sabe nada de él. El albañil incluso, en su declaración, dijo que Ramón nunca llegó a la malograda construcción.
Estela Méndez revive la desesperación de las primeras horas y días. Le llamó desde las 21 horas y el teléfono de su esposo estaba desconectado, como lo estuvo toda la noche, hasta el amanecer, en que ella insistió. Muy temprano, su hijo Rommel salió a buscarlo entre familiares y amigos, y a las 12 regresó con la mala noticia: “mi papá no está por ningún lado”.
La desesperación creció. “Mis hijas que estaban chicas, eran puro llorar y llorar, y ahora veo que yo, encerrada en mí misma, no tuve ni palabras de consuelo para mis hijos”.
Con pesadumbre, su hija menor, Sinahí, lamenta que las autoridades no hayan hecho nada para localizar a su padre.
La ahora madre de un bebé de seis meses hace un balance de esa ausencia: "al quitarme a mi padre me arrebataron también mis sueños. Al principio para mí significó terror, miedo, angustia, inseguridad; con el paso del tiempo se convirtió en coraje, búsqueda de justicia, de verdad.
Su única certeza es que “me hace falta desde el primer día que ya no lo vi llegar, que lo busco en mi mamá, en mis hermanos, en mis sobrinas y ahora en mi hijo”.
Su ausencia dejó un vacío enorme, imposible de olvidar y borrar. “En mi madre pasan los años y con ellos la esperanza y fe de algún día volver a ver a su esposo”, dice, mientras que ve a sus hermanos “alcanzar sus sueños, dejando en alto el nombre de mi padre… el olvido jamás lo tocará porque lo seguiremos honrando”.
Por su cuenta, Guadalupe sigue impresionada por el miedo que antes, como ahora, invade a la sociedad. “¿Dónde están y dónde han estado los amigos de mi papá?”, se pregunta, mientras recuerda que en las semanas siguientes “amigos de mi papá llegaban rápido a preguntar, pero con gorras y con lentes y casi salían corriendo”.
Pero también sabe que sí lograron silenciar la voz terca de su padre, a cambio despertaron otras, muchas más “que estaban calladas, como si estuvieran escondidas en las sombras, entre murmullos” y que éstas no dejarán de gritar su nombre por las calles, hasta que se haga justicia.