Huicholes de Los Metates, rechazados en su etnia por promover el turismo

TEPIC, Nay., 19 de febrero de 2018.- Entre la sierra y Tepic está el cerro Los Metates, donde viven unos 800 wixárikas que eligieron el turismo como una forma de conservar su cultura y de sobrevivir, lo que les ha costado el rechazo de su etnia y la discriminación en la ciudad.
Hai Üweme –nube sagrada-, conocido como Rogelio en el ámbito del turismo, lo dice con claridad: “la promoción turística del estado es muy importante y económicamente es lo que hacemos… si no practicamos ser sociables, no vamos a caber en ninguna otra puerta”.
Ellos muestran de manera natural lo que sus hermanos que viven en La Yesca y El Nayar consideran un saqueo de la vida ancestral y por eso no son bien vistos cuando van para allá.
“La verdad no nos ven bien, el detalle es que dicen, tú ya no hablas huichol y nos restriegan: vives en la ciudad, debes hablar más el wixárika porque ya no hablas bien, mucha gente en la sierra nos ven como raros porque realmente lo que quieren es que conservemos lo auténtico, lo autóctono, lo tradicional y lo económico que se vive allá arriba”.
En la ciudad también los ven raros no solo por su colorida vestimenta sino por lo cohibidos que son como característica de la etnia, una de las 56 que hay México y, como ejemplo, cuenta de su llegada a Tepic cuando tenía siete años.
“Yo no conocía la escuela, no conocía el español, los veía –a los mestizos- y decía cómo se entienden ellos, cómo se pueden comunicar y yo hablando mi idioma; los maestros, no sabe cuántos reglazos, borradorazos me tocaron, reprobé tres años el primero de primaria, me decían el maestro, porque estaba grande, tenía 10 años y estaba en primero de primaria, y así todos.
“La discriminación entonces estaba fuerte; yo era bien cohibido, así somos el pueblo wixárika, veíamos a alguien y nos agachábamos y nos escondíamos y nos veían con la piel morena y nos decían, no te bañas; existen los peluqueros, porque traíamos el pelo largo, te van a salir piojos, cosas así, que lastimaban a uno, por decirlo de manera suave”.
A la fecha sufren discriminación ya que contó que su hijo mayor, de 14 años, ya no quiere portar el traje, ya no quiere hablar su lengua, ya no quiere participar en las acciones comunitarias porque le da pena, porque cuando le dicen eres huichol es como decirle vales menos, si eres wixárika, nosotros somos superiores.
Poco a poco, los 800 wixaárikas que viven en la colonia La Zitakua, fundada hace 30 años, luego de que cinco mara’kames soñaron el cerro Los Metates como un lugar sagrado, se van asimilando al mestizaje en un proceso que Rogelio considera la mala costumbre de compararse con los habitantes de la ciudad y querer vivir con las mismas comodidades como tener una sala, pero también el abandono del trabajo comunitario.
“Tenemos una muy mala costumbre, antes se llegaba con la idea de hacer el aseo, vestir, hablar, conservar wixárika, pero ahorita ya son cruzas de otras razas, de otras etnias, y ya no salimos a hacer el aseo, si vemos una basura la dejamos ahí como se hace en las ciudades, siempre comparamos una cosa con otra, si ellos tiran basura yo también, si toman cerveza yo también; tenemos una muy mala costumbre de exhibirnos, no tenemos la cultura de si me tomo una cerveza me voy a mi casa, no, nosotros en la calle, como lo hacemos en la sierra, caminando”.
Sus viviendas ya no son de adobe con techos de palma o zacate, ahora combinan los materiales y también usan cemento y ladrillo; su comida tradicional a base de maíz azul, frijol, chile y nopal ha adoptado otros elementos aunque en sus fiestas tradicionales siguen consumiendo jabalí o venado.
El centro de la colonia La Zitakua, es una muestra de ese sincretismo ya que la explanada también es un mirador a la ciudad en la que lo mismo se organiza una boda que un rito sagrado, se hacen quesadillas y limpias, se elaboran adornos de chaquira y se venden a los turistas que a diario llegan a conocer un poquito de la cultura wixárika.