En la piel de una persona con discapacidad visual...
MORELIA, Mich., 9 de mayo de 2021.- Dicen que la mayor discapacidad que una persona puede tener es el miedo, y miedo es lo que se experimenta cuando, con los ojos vendados, sumido en una profunda oscuridad, se recorren las calles.
Armada con un bastón y con la guía de Juan, quien cuenta con una proporción mínima de su vista, “apenas veo luces y sombras, confundo los colores” y participa en el proyecto Ponte en mi Lugar, camino la plaza Melchor Ocampo, y sorteo desde los globos que alguien oferta hasta las fuentes que hay en el sitio.
“Escucha los sonidos, ¿oyes los carros? Cuando no oigas más los carros, el semáforo estará en rojo y podrás pasar”, dice Juan, mientras atravesamos la avenida Morelos Sur.
Escucho los carros, pero también la música de un hotel cercano; una mujer que regaña a un niño; el agua de la fuente; las ofertas de una zapatería cercana, cortesía de una pareja que discutía sobre el mejor par de tenis, y las campanadas de la Catedral.
“Son distractores, pero te acostumbras a diferenciar los sonidos importantes”, afirma mi guía.
No sólo hay que seguir el sonido: el arcano arte de usar un bastón se ve simple, pero requiere de una destreza especial para mantenerse caminando en línea más o menos recta, no tropezar con el cesto de la basura, no caer al arroyo vehicular y no golpear a quienes sólo descansan en los quicios de los negocios.
“Perdón, señorita, perdón”, en realidad, no supe que era ella hasta que respondió “no te preocupes”, pero había asumido de alguna manera que mi casi víctima era una mujer joven, sentada afuera de un negocio en la avenida Morelos Sur.
Entre seis y ocho meses una persona que ha perdido la visión puede adquirir tal habilidad en el uso del bastón que logre desplazarse sola por las calles, me asegura Juan, aunque todo depende de las condiciones generales de la persona, sus redes de apoyo y sus ganas de vivir.
“Por eso es tan importante esta clase de ejercicios, donde las personas son puestas en una situación similar a la de las personas con alguna discapacidad; Ponte en mi Lugar es hacer vivir, de primera mano, lo que es la discapacidad y cómo es un reto en el día a día”, concluyó Juan Hernández.
Discapacidad motriz
Habilidad y fuerza, mucha fuerza, se requieren para manipular una silla de ruedas, como pude percatarme cuando Daniel, joven usuario de éstas, me permite usar uno de estos equipos.
La primera dificultad es tratar de asegurarme de no chocar con las otras personas que andarían en las sillas, no atropellar a los transeúntes y no impactarme contra las bancas de la plaza Melchor Ocampo, aunque Daniel advierte otro riesgo: las caídas desde la silla.
Daniel asegura que, con la debida instrucción, es posible abordar el transporte público, trasladarse por las vialidades del municipio y ser independiente, aunque mucho depende de la persona, de su interés y sus ganas de seguir adelante.
“Algunos se deprimen mucho y así es complicado, es un proceso que puede ser difícil”, refiere.
Pero Daniel lo hace ver increíblemente sencillo, inclusive cuestiona qué hacer en caso de estar en una acera donde no haya rampas.
“¿Y cómo se bajarían de esta banqueta, si no hubiera rampas?”, expresa. “No lo sé, supongo que me pondría a llorar”, respondo.