El Covid 19 no dejó que revivieran este año los panteones
MORELIA, Mich., 1 de noviembre de 2020.- Qué solos se quedan los muertos, en un Panteón Municipal con sus puertas cerradas a las familias que acostumbran acudir al reencuentro anual con sus seres queridos fallecidos.
Lejos están el bullicio y la algarabía que acompañan muchas de estas reuniones, entre alimentos compartidos, música, recuerdos y anécdotas, que ahora deben reservarse para la intimidad del hogar.
Aunque la pandemia de coronavirus (Covid 19) orilló al cierre de los panteones en Morelia, algunos dolientes atendieron días antes de la Noche de Muertos el lugar de descanso de sus seres queridos; flores, coronas, velas, globos, bebidas, cigarrillos, y mantas de colores adornan estos sepulcros.
Otras tumbas parecen sumidas en el olvido, con señales de deterioro, restos de vegetación y tierra, las flores de años anteriores y, a veces, con un pequeño ramo de cempaxúchitl que trabajadores del Panteón Civil colocaron en las sepulturas, especialmente las que están solas.
El silencio del sitio apenas es rasgado por los sonidos de los empleados del panteón, que distribuyen flores y recogen residuos; los vigilantes, que verifican el orden en el interior del camposanto, y algunos ruidos externos, que llegan atenuados.
***Caminar entre los muertos***
Es 1 de noviembre y se siente la ausencia de las familias, sobre todo de las madres, que vienen cada año a recordar a sus angelitos, entremezcladas con quienes deciden conmemorar a sus muertos adultos.
El personal de vigilancia, que recorre cada día los pasillos del camposanto no sólo en la temporada de Noche de Muertos, sino todo el año, no observa esta misma calma.
“El otro día nos lloraron, estábamos en un recorrido de vigilancia y oímos llorar, junto a una tumba; en otra ocasión, vimos a una mujer de cabello chino y vestida de blanco, pensamos que una visita se nos había quedado después de la hora del cierre, pero luego ella se fue”, explica Luis*, trabajador de vigilancia del Panteón Municipal.
Infantes que juegan con pelotas, manoteos en el aire, susurros y otras manifestaciones que parecieran de ultratumba son comunes en el lugar, con independencia de la hora y la época del año, pero se acentúan en los momentos de soledad.
“Los empleados que vienen aquí no aguantan mucho, hasta hace unos días ni siquiera teníamos iluminación, las lámparas estaban fundidas”, explica.
***Hay que temer más a los vivos que a los muertos***
Pero los ecos espectrales de sus inquilinos o inducidos por la oscuridad no son la principal preocupación del personal del Panteón Municipal, cuenta Luis, sino los vivos, especialmente aquellos que buscan invadir el perímetro del camposanto para robar flores, coronas, jarrones, ni siquiera la capilla está a salvo.
Y en estas fechas, a ellos se suman los dolientes que se niegan a verse privados, incluso por la pandemia de Covid 19, de la visita a sus seres queridos fallecidos en las fechas establecidas por una tradición que nada sabe de protocolos o de virus.
“Incluso, nos han golpeado, nos agreden, porque quieren pasarse a ver a sus familiares, llegan tranquilos y, aunque uno les hable amable, a veces se alteran, y también están los que se saltan las bardas, ya sea para hacer tropelías o para visitar a sus muertos”, precisa.
Le entristece un poco la soledad del camposanto, que un año atrás lucía lleno de gente con flores y papeles de colores en sus manos, armados con herramientas de jardinería y cubetas con agua para la limpieza de las tumbas.
Se espera que elementos de la Guardia Nacional acudan al Panteón Civil para apoyar a los guardias que resguardan el camposanto, ante una previsible alza en el número de ingresos forzados que se podrían intentar durante la Noche de Muertos.
“Decían los mayores que no hay que temer a los muertos, sino a los vivos, esos sí hacen daño”.