Don Genaro, 70 años de deleitar los paladares de sedientos en Uruapan
URUAPAN, Mich., 23 de abril de 2020.- A nadie le importaba esperar. A veces eran más de 30 minutos para que tocara nuestro turno, pues había horas en las que se le juntaban decenas de personas alrededor de su carrito de madera con frascos y botellas rellenas de mermeladas, que él mismo preparaba.
Siempre sonriente y sin prisas, atendía a todos como si se trataran de amigos de muchos años, y es que después de 7 décadas era común que sus primeros clientes ahora llegaran acompañados por sus hijos o incluso por sus nietos.
Así, en el Centro de Uruapan en ese pedacito de la calle Melchor Ocampo que da a la plaza principal, se le veía en uno de los portales con su sombrero y camisa de manga larga fajada en un pantalón de vestir.
Llegado el turno, no había mucho por escoger. Eran sabores sencillos y sin la preparación barroca de otros. Lo importante era ir con él, saludarlo y disfrutar de un raspado en la calle para mitigar el calor de la tarde, como si se tratara de un pequeño oasis dentro de una ciudad que ardía por sus problemas.
Durante mucho tiempo se convirtió en un destino obligado de la ciudad. Si venías a Uruapan tenías que ir al Parque Nacional, visitar la Huatapera y comer un raspado con Don Genaro; si el pretexto era comer, lo normal eran las carnitas en La Magdalena, atole de grano en la Ramón Farías, una taza de Café en el Centro y un raspado con Don Genaro; durante el Tianguis Artesanal había que aprovechar para comprar las mejores artesanías y después ir por un raspado con Don Genaro.
Alrededor de su carrito de madera, gravitaron las mejores historias de la ciudad, esas en donde trascienden las buenas personas, por encima de la inseguridad y la violencia.
Don Genaro hizo de esta ciudad un lugar especial para miles de uruapenses. Fue como una joya en la que se incluían las cosas extraordinarias del municipio.
Pero el tiempo hizo lo suyo.
Hace años su presencia se volvió intermitente hasta ausentarse totalmente. La edad fue más pesada que las ganas de seguir trabajando y ya no pudo más.
Hoy, Don Genaro hará eterna la espera para disfrutar de un raspado más. Y se le va a extrañar.