Crean jardines para atraer colibrís en Tzintzuntzan
MORELIA, Mich., 28 de abril de 2018.- El nombre Tzintzuntzan se deriva de la palabra purépecha Ts´intsunsani, onomatopeya del sonido que hacen los colibríes al volar.
Señala un comunicado de prensa, la zona arqueológica de Tzintzuntzan, en el centro de Michoacán, junto al Lago de Pátzuaro, se caracteriza por sus yácatas o pirámides en forma redonda. Aunque las razones por las que se relaciona el nombre con este sitio no son claras posiblemente se deben a que se asociaba a los colibríes con la valentía en las sociedades precolombinas.
Sin embargo, actualmente los colibrís son escasos en esta zona debido a que se ha perdido su hábitat, en particular las plantas que les proporcionan néctar que es su principal alimento.
Por ello, Investigadores del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM campus Morelia, y del Instituto Nacional de Antropología e Historia en colaboración con Brenda Brown, académica de la Universidad de Manitoba, Canadá, colaboraron en la instalación de jardines de vegetación nativa para colibrís en lugares cercanos a las yácatas.
El Dr. Roberto Lindig Cisnereos, profesor investigador del IIES y responsable por parte de esta institución de este proyecto, explicó que en un área de 160 metros cuadrados se instalaron cinco macetones que contienen plantas que son atractivas para los colibríes. Se eligió esta técnica para respetar el lugar y evitar realizar plantaciones en donde pudieran haber vestigios enterrados, además de que se permite la movilidad de los jardines con el objetivo de encontrar el mejor lugar de adaptación de las plantas.
Para crear estos jardínes fue necesario elegir especies nativas de plantas que fueran atractivas para los colibríes y que toleraran las condiciones ambientales de la zona, entre ella Salvia fulgenses, de flores rojas llamativas, que además es capaz de soportar insolación, condiciones de sequía y viento de velocidad considerable. Además, con el afán de cuidar la seguridad de los visitantes a la zona arqueológica, las plantas no son tóxicas ni contienen espinas.
Fue un trabajo interdisciplinario en el que participó el Dr. Jorge Schondube, del IIES, experto en colibríes y del cual realizó su tesis de maestría la estudiante Marina Barajas Arroyo.
Se buscó preservar la integridad cultural del lugar por lo que se usó un radar de penetración para evitar colocar estos jardines sobre vestigios enterrados, con ayuda del Dr. José Luis punzas del Instituto Nacional de Antropología e Historia Michoacán.
Con ello se atrajeron a dos especies de colibríes, Amazilia beryllina, conocida como berilo y Cynanthus latirostris, conocido como pico ancho, que actualmente se pueden localizar en el lugar.
Se trató de una “restauración biocultural, pues en ella se buscó la recuperación simultánea de elementos naturales y culturales, haciendo énfasis en las conexiones entre ellas para recrear relaciones entre las personas y sus ambientes. Se tomaron en cuenta diversas consideraciones, entre ellas la relación del público visitante al lugar y su relación con la naturaleza”, explicó el investigador.
En la medida en que las plantas sembradas crezcan, los investigadores esperan que nuevas especies de colibríes sean atraídas al lugar, así como que éstos se reproduzcan y aumente la cantidad de ejemplares.