Comercio informal en Centro de Morelia, desigualdad que salta a la vista
MORELIA, Mich., 16 de marzo de 2017.- Chocolates, paletas, separadores de libros, inciensos, pulseras, collares, artesanías de barro o tule, postales de la ciudad, toques eléctricos, pan de trigo, canciones y hasta poemas, son productos y servicios con que comercializan alrededor de 50 vendedores ambulantes, de los que tiene registro la autoridad municipal, quienes son constantemente invitados a regularizarse, pero ante la negativa, son retirados por inspectores.
Hija mayor, hermana de otras tres niñas y con apenas 12 años, Anahí Olvera vende paletas y chocolates entre los comensales de cafeterías al aire libre en el centro de Morelia para colaborar con los gastos de su casa, sostenida únicamente por su madre y su abuela materna.
“Sí, sí voy a la escuela, en las tardes; cuando veo a los del ayuntamiento pues me escondo, a mí nunca me han tratado mal, pero sí a Rubén, el de las papas, sí lo aventaron muy feo el otro día; sí, me tocó ver”, relató Anahí en entrevista con Quadratín, al asegurar que como comerciante no le va mal, y que ha llegado a ganar hasta 600 pesos en una tarde; “pero si le echo ganas, si no me quedo en el chisme con mis amigos”, aclaró.
José Luis Bárcenas, trovador, asegura que nunca ha sido cuestionado por ninguna autoridad por cantar en cafeterías y restoranes ubicados sobre los portales del Centro Histórico u otros al aire libre en las inmediaciones del Jardín de las Rosas, donde asegura que es muy variable el monto de lo que llega a ganar; “a veces me he llevado 15 pesos, otras hasta 300”, explica.
En el Centro Histórico de Morelia la desigualdad social salta a la vista; entre los elegantes restoranes ubicados al aire libre se observan dinámicas de ambulantaje de quienes ofrecen productos como separadores de libros, inciensos, pulseras, collares, artesanías de barro o tule, cuyos oferentes generalmente son personas de escasos recursos que carecen de herramientas formales para acceder a un empleo.
“Mire, yo, pues francamente no sé leer; vivo allá en Santiago Undameo, lo que nos queda es salir a vender dulces de calabaza, higos, pepitas, pulpas de tamarindo, palanquetas; tengo tres niños, todos son chicos; no se gana mucho y sí, me han llegado a quitar mi mercancía, luego, pues, hay que pagar una multa para que te la regresen”, relató Samuel Íñiguez, padre de familia y vendedor de dulces.
En el desfile de oferentes que circula por la parte exterior de zonas como el Mercado Revolución, mejor conocido como San Juan, así como en las inmediaciones del Jardín de las Rosas, se observa a niños y adultos mayores que ofrecen algún producto.
“Mis hijos están en Estados Unidos, solo estoy con mi hermana, un poco más chica que yo, vivimos solas, ella está más enferma, tenemos el 70 y más, pero no nos alcanza”, comentó Josefina Manríquez, vecina de la colonia La Soledad, desde donde toma dos camiones para llegar al centro a vender golosinas: caramelos, chicles y cigarrillos.
Aunque también se encuentran en una condición de informalidad laboral, globeros, payasos, vendedores de rosas y cilindreros forman parte de los 200 comercializadores tolerados por el gobierno municipal.
Se cuenta a unas 50 personas que trabajan en el Centro Histórico al margen de este esquema de tolerancia, comentó en entrevista con Quadratín José Luis Gil Vázquez, titular de la Secretaría de Servicios Municipales del ayuntamiento capitalino.
“Es un problema mundial. Actualmente un alto porcentaje de la economía se sostiene en la informalidad; aquí nosotros lo que hacemos es mantener un diálogo permanente con ellos, los invitamos a regularizar su situación, pero si no, actuamos para el resguardo de sus mercancías; en el caso de menores, el sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) es el que se encarga”, comentó Gil Vázquez.