Atesoran mazahuas altares ancestrales de ocoxal al oriente de Michoacán
MORELIA, Mich., 1 de noviembre de 2024.- Alejados de la lente del turista, de la mirada de los curiosos, en la intimidad de sus viviendas, los jñatjo del oriente de Michoacán conservan celosamente una tradición ancestral: los altares de ocoxal. Una tradición para recibir a los fieles difuntos dentro de los también llamados mazahuas que resisten la continúa conquista cultural purépecha y el Halloween.
Primero aclarar, el pueblo jñatjo, conformado por poblaciones de Crescencio Morales, Francisco Serrato, Donaciano Ojeda y otros de Tlalpujahua, Tuzantla y Susupuato, “se identifican con ese término -jñatjo- en su propio idioma, aunque nosotros los conocemos como mazahua, que es el gentilicio que les daban sus vecinos náhuatl (Vázquez, B., et al. (2019).
La temporada de días de las Ánimas la marca la naturaleza. Los cambios que esta presenta, las migraciones y el nacimiento de nuevas especies.
“Con la llegada de la mariposa Monarca, la presencia de ciertos insectos y arácnidos; el gusano de agua y la araña de muerto; el nacimiento de la flor de muerto en el campo, indica, la flora y la fauna, que ha llegado la vuelta de los difuntos. Entonces la gente va a los panteones, a hacer faena a sus tumbas”, dio a conocer en entrevista el antropólogo Armando Huerta Velázquez.
El ocoxal, obtenido del bosque, es uno de los elementos protagonistas, algunos argumentan que por el aroma especial que desprende durante esta temporada.
“... Quienes continúan vivos, gracias a la acción de sus almas, trabajan y caminan, por eso es un elemento sustancial del conjunto de la ofrenda, es el camino construido con ocoxal y flor de muerto que remata con luces emitidas por las velas que se colocan en la ofrenda, la cual se edifica, por lo general, en la base del altar familiar; así las almas no se extravían y llegan a la casa correcta”, expresa en su texto Ernesto Licona Valencia (Cuicuilco Revista de Ciencias Antropológicas; 2017).
Junto a los altares, de acuerdo con Jorge Amós Martínez Ayala, se coloca a San Miguel Árcangel, a quienes los familiares oran, para que les permita volver a sus santos difuntos el 1 y 2 de noviembre, primero los niños, después los adultos.
“El altar puede tener niveles o ser plano y colocarse sobre una mesa, se llena con hojas de pino, ocoxal o de cedro, luego hasta arriba y en el centro del altar se coloca a San Miguel, arcángel que lucha contra el demonio, se le enciende una vela y se le reza un padre nuestro y un ave maría; a él se le pide que les dé permiso a las ánimas de salir. Enseguida se van colocando fotos u objetos que recuerdan a los parientes difuntos, se les prende una vela, se les coloca un ramo de flores, se les reza y se les llama invitándolos a que vengan y acompañen a la familia”, (Vázquez, B., et al. (2019).
En estas poblaciones jñatjo no es común ver los altares de diversos pisos ni los grandes arcos con caminos interminables, repletos de pétalos de cempasúchil. Al ser un reflejo de su visión del cosmos, pero también de su vida cotidiana, de su capacidad adquisitiva y entorno natural, los altares son menos abigarrados, pero llenos de bosque, ese que los rodea y da forma e identidad a sus comunidades: los habitantes de la tierra de los venados.
Los altares de Ocoxal…
Organizadas en grupos, las familias suben a los bosques y de entre la diversidad de pinos y árboles es la hoja perfumada del ocotillo la que se corta.
Desarmadas, las hojas sirven para formar un gran tapete en el pasillo principal de la casa, popularmente conocido como: el corredor, o en algunos casos, oratorios dentro de los solares habitados por familias enteras.
Así, en un entorno privado. Dentro de sus solares, las familias reciben, primero a los familiares difuntos que conocieron y luego oran por los ancestros. Con respeto, sin los excesos del alcohol, que está muy mal visto en esta temporada. Sin turistas recorriendo sus hogares, observando curiosos sus panteones. Rezan y oran en silencio, entre la luz de las velas y en el calor de la familia.