Arantepacua: fracasó la PGJM ante testimonios, videos y peritajes...
MORELIA, Mich., 12 de abril de 2017. - La tarde de este miércoles, ocho de los nueve comuneros de Arantepacua fueron puestos en libertad luego de que los abogados de la Procuraduría General de Justicia de Michoacán no pudieron acreditar sus acusaciones, y de que los testimonios de los policías lesionados no fueron suficientes para convencer al juez de la intención de matar a los agentes.
La defensa de los indígenas Leonardo C., Fructuoso G., Elpidio J., Elpidio J., Flavio S., Mateo E., Octavio E., Juan M. se hizo valer de cinco testimonios, tres videograbaciones subidas en internet y un peritaje dactilar, mismos que presentó al juez de control Juan Salvador Alonso Mejía.
Uno de los testigos reveló que efectivamente entre los detenidos había tres albañiles, uno de los cuales era trabajador del testigo y se encontraba construyendo el segundo piso de su domicilio al momento de la detención, relató Rigoberto M. J.
“Yo estaba en Los Reyes y Juan M., me llamó para pedirme azulejos para el trabajo que está haciendo. Entonces le pedí a mi hermana le fuera abrir la puerta de la bodega y le diera los materiales. Yo hablé todavía con Juan M., antes de las 13:50, nuevamente a las 13:55 cuando me contó lo que estaba pasando. Le pedí metiera su camioneta y se resguardara en la casa, colgamos y cuando llamé de nuevo a las 14:05 ya no respondiò”.
Acto seguido le pidiò a su hermano fuera a ver a su trabajador, pero su hermano le respondió que no estaba y que se lo habían llevado los policías junto a otros dos albañiles después de la movilización que se había registrado después de las 14 horas.
Los siguientes testigos reiteraron que las detenciones se habían llevado a cabo por elementos policiales federales, vestidos de verde y algunos vestidos como `civiles`, sin embargo que pensaban era policias porque iban con el convoy de patrullas e iban armados.
De las cinco testimonios de mujeres uno trascendió, Daniela G., sorprendió al juzgador Alonso Mejía, quien le reconoció la coherencia de la información dada, el orden y que no titubeo (de las otras tres mujeres dos no entendían bien el español y una se sintió confundida con los términos legales). Daniela G., relató :
“Los policías que se metieron a mi casa (ubicación exacta del hogar) nos pedían que les entregaremos las armas, pero yo no tenía nada. En Mis brazos solo llevaba a mi niña de un año y así, a empujones, nos llevaron a mi suegra y a mi hasta un kilómetro lejos de la comunidad. Nos tuvieron cuatro horas en ese lugar arriba de esa patrulla y cuando no supieron qué hacer con nosotros le llamaron a alguien de Atención Temprana y después nos pidieron que nos fuéramos”,
Agregó la testigo que se fueron a esconder en una barranca, con miedo y a la espera de que todo terminará, no obstante que de las 14 horas la niña de un año no había comido y ella no se había llevado biberon.
A lo ya dicho por los testigos hubo que añadir el resultado del peritaje dactilar a cartuchos y armas que fueron decomisada presuntamente a los comuneros y que dieron negativo, no hubo huellas de los nueve señalados.
Los testimonios de los policías lesionados no hacían alusión a los detenidos, confirmó que había víctimas, pero nada de los victimarios ni las intenciones o móvil del homicidio calificado en grado de tentativa que pedía la fiscalía.
Estando en este punto la defensa añadió que se había dado uso excesivo de la fuerza y que el Ministerio Público no les había proporcionado la defensa que merecían los detenidos, violando por ende su derecho humano a tener un abogado defensor.
Por lo anterior el juez dijo que no había suficientes argumentos por parte de la fiscalía “con todo respeto”, lo dijo en reiteradas ocasiones, para vincularlos a proceso.
Asimismo, que por su presunta participación en el bloqueo a las vías de comunicación había la sospecha, por lo que determinó la suspensión provisional del proceso, por lo que estos fueron puestos en libertad con la condición de no portar ni comprar armas de fuego y que tendrán que pasar a firmar a la Unidad de Medidas Cautelares más cercana.
Al terminar la audiencia de ocho horas, de la sala 3 del Centro de Internación de para Adolescentes y Adultos Jóvenes, los ocho comuneros notoriamente alegres, pero aun con el semblante gris se arrojaron a los brazos de sus madres y esposas.
Con la ropa con sangre seca, los ojos morados de los golpes y derrames internos en los ojos se fundieron con sus familias en un abrazo, mientras que sus compañeros comuneros seguirán vitoreando “Juchari uinapikua” (Nuestra Fuerza”.