Ante falta de leyes, michoacana se fue a CDMX a abortar; aquí la historia
MORELIA, Mich., 2 de mayo de 2024.- La práctica de interrumpir el embarazo es histórica, pero eso a veces se olvida, así como que en el Siglo 21 dista mucho de aquella leyenda urbana de un niño llorando desde el cielo judeocristiano por la decisión de la madre, sin embargo, hay que decir que sí, es una experiencia que marca un antes y un después en la vida de las mujeres.
No es sólo la intervención quirúrgica que ya de por sí puede ser dolorosa, lo es también la experiencia de abrirse a personal médico, enfermeras y psicólogos que participan del proceso, y que, como muchos mexicanos, crecieron escuchando el discurso de odio al aborto.
Atreverse a dar el paso, lo es sin saberlo, abrir la puerta a un mundo casi desconocido para la mayoría de los mexicanos.
La convivencia involuntaria con otras mujeres que, solas u obligadas por sus parejas, acuden a las clínicas, puede ser verdaderamente difícil de procesar, relató a Quadratín una mujer que recurrió a esta medida, ya que quedó embarazada producto de una relación donde la violencia psicológica era la constante.
El testimonio de E., como nos referiremos a la testigo evitar la estigmatización, revela una realidad de la que no se habla mucho, el aborto con o sin ley en Michoacán es una realidad, pero sólo algunas con cierta solvencia financiera pueden acceder ello.
“Cuando yo me enteré del embarazo estaba en segundo año de universidad. Pensaba, ¿cómo iba a decirle eso a mis papás?, además sufría constantemente violencia de mi pareja. Estuvimos juntos por muchos años e insistía mucho que teníamos que tener un hijo. En más de una ocasión me llegó a decir: necesito que te embaraces para que te quedes conmigo, yo me cuidada por todos los medios, pero sucedió”, relató.
Sumida en sus pensamientos, en constantes interrogantes, “¿qué voy hacer?”, “¿cómo voy a resolverlo?”, encontró la respuesta en otros aspectos de su vida. Lo que deseaba y lo que definitivamente no podría hacer.
“Todas las mujeres cuando se enteran que están embarazadas, la verdad es que nos da miedo; te dicen que tienes que hacer desde el preescolar, pero nadie está preparado. Yo me decía, ¿cómo voy a hacerle esto a mis papas, ellos me mandaron a estudiar? Me preguntaba, ¿qué voy a hacer?, tenía planes, como todos los jóvenes, trabajar, viajar y todo lo que queremos, pero lo cierto es que no estaba preparada emocionalmente, porque eso sería una forma de atarme al papá del producto”, añadió.
Ante una situación adversa, E., tomó valor y le informó a su entonces pareja su decisión: “el embarazo era un asunto personal, porque eso debe quedar claro, es una decisión de las mujeres. Sólo nosotros sabemos lo que al salir de la clínica queda atrás. Le comenté que era una decisión personal y que me dejara resolver”.
En el último estirón de la relación asimétrica de poder, intentó manipular a E., usando calificativos como mala persona, mala mujer o mala madre.
“En el momento que le comenté que era mi decisión, no dejó de hacer comentarios negativos. No me bajo de lo peor”, añadió.
De la mano del miedo y de su entonces pareja, E., salió de la ciudad con rumbo al entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, única entidad con leyes en favor de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos, a cuando ser y no madres.
En la capital encontró una clínica que recibe a las michoacanas interesadas en recibir sus servicios.
La clínica ofrece servicios integrales, atención psicológica, profesionales de la salud que explican en qué consiste y cómo se practica la interrupción del aborto, y el caso específico de ella, pero la intervención sigue siendo traumática, por la carga social, cultural y emocional que ello conlleva.
El espacio mismo donde se practican las interrupciones del embarazo pueden ser lugares que imponen.
La experiencia…
“Nosotros acudimos a una clínica de la Ciudad de México que ofrece servicios a bajo costo para los que van del interior del país; dan orientación, pero definitivamente no es tan abundante o profunda, porque hay muchas a la espera de su turno”, comentó E.
“El aborto, cuando se hace un lugar como un hospital, es ambulatorio. Después, descansé, tuve flujo de sangre abundante, cólicos, seguí todos los cuidados y me tomó recuperarse una semana. Mi cuerpo está bien, me han dicho que puedes tener hijos”, indicó E.
Pero no todas las experiencias son iguales, durante su estancia le tocó convivir con otras mujeres que habían acudido a la clínica, entre ellas una mujer obligada por su pareja.
“Mientras estaba dentro llegó una chava que fue llevada por la fuerza por su pareja. La chica lloraba y el personal intentaba explicarle al hombre que no podían practicarle ningún aborto porque ella no quería, al final no me enteré como terminó porque me dieron de alta, pero es un ejemplo claro de que si una mujer quiere tener un hijo no debe aceptar imposiciones”, refirió la testigo.
Pero así como le alteró ver a una mujer violentada dentro de las instalaciones, que estaba siendo obligada a solicitar una intervención, había un caso completamente distinto.
“A la clínica llegamos casi al mismo tiempo con una pareja de Tamaulipas. Era un matrimonio que ya tenía tres hijos y ella quedó nuevamente embarazada, entonces, lo hablaron, como pareja, y decidieron que ya no tendrían otro, eso afectaba notablemente al hombre, porque sentía que no podía cumplir con su rol, como que había fallado al no poder mantener a toda la familia”, dijo.
A la pareja les había fallado el método anticonceptivo y cargaban sobre sus hombros el temor a ser señalados, pero estaban conscientes de que no tenían dinero y no podían mantener otra boca.
Quizás una de los pocos matrimonios en condición de vulnerabilidad que no se quedan con el clásico: “los hijos que Dios nos dé”.
A más de una década de haber vivido la experiencia, E., no recomiendo a las mujeres, pero no porque esté en contra, sino porque abortar es única y exclusivamente decisión de una mujer. E., considera que es una decisión muy personal, única, que no debe ser compartida y menos con hombres.
Recomienda que, en caso de tomar esta decisión, acudir al psicólogo, mantener una fuerte y sólida red de apoyo, así como retomar los métodos anticonceptivos, porque la maternidad no es para todas, pese a lo que digan los modelos judeocristianos de las mujeres inspirados en María y la biblia.
En México, la generación de E., así como de muchos de los que crecieron y se formaron en los años noventa, se difundió ampliamente un mensaje que contribuyó a la criminalización de las mujeres aborteras, hablo del famoso texto: La carta de un niño abortado a su madre, que fue difundido para prevenir el aborto en México, literatura cargada de la visión cristiana de la vida, una alma eterna, la culpabilidad, el miedo y castigo a las mujeres.
"Sé por qué me mataste. El que debió haber sido mi padre andaba lejos del país. Tú te sentías sola porque el andaba muy ocupado en sus negocios. En su ausencia, surgió otro hombre. De ese romance fui engendrado yo", expresa el autor anónimo.
La carta marcó a más de una generación completa. Se difundió en las escuelas públicas y privadas, especialmente las cristianas, haya escuchado alguna vez la supuesta reflexión, de un feto desde el cielo. Que pide por su madre asesina, que le echa en cara que se parece a ella y no a su padre, así como que no tiene nombre, como tampoco lo tienen otros fetos que habitan el mismo espacio en el cielo.
La visión de entonces, del aborto legal, es pensar que estarán en oferta y casi será una obligación hacerlo, pero es un derecho que ya así reconoció la Suprema Corte de Justicia de la Nación porque finalmente, los registros advierten que con o sin leyes, las personas lo hacen.
Por ejemplo, el año pasado, cerca de dos mil 800 recibieron el servicio en la Secretaría de Salud, cinco por violación y uno por su condición de pobreza.