Anonimato, medida preventiva para filmar Una jauría llamada Ernesto
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MORELIA, Mich., 9 de noviembre de 2023.- Filmar películas como La libertad del diablo, y en este caso Una jauría llamada Ernesto, suponen un riesgo al acercarse a pandillas o al crimen organizado. Es un trabajo al que se llega con cierta malicia y respetando los límites que se han acordado, manifestó a Quadratín el director de estas dos cintas, Everardo González.
Una jauría llamada Ernesto, es la película documental que se estrenará el próximo 10 de noviembre. Antes hará un circuito por distintos lugares para difundir el trabajo que se realizó con la película, y que tiene que ver con visibilizar un problema grave en México: la cooptación de jóvenes para las pandillas y el crimen organizado.
El director mexicano recordó el caso del realizador, periodista y fotógrafo español, Christian Poveda, quien filmó el documental La vida loca (2008), donde se involucró con pandillas como los Mara Salvatruchas y la Mara 18, a fin de llevar a cabo su trabajo, sin embargo por esta misma cercanía fue asesinado en El Salvador en 2009.
Sobre esta situación, Everardo González manifestó que el propio Christian Poveda había sido un detonante para hacer su película, "yo estuve con él la noche previa a su asesinato, hablando del tema en El Salvador, él me refería como los niños entre 7 y 10 años era quienes cobraban las rentas de extorsión de las pandillas, entonces el pueblo salvadoreño les tenía terror".
Este tipo de acciones, aseveró Everardo González, hablan de una sociedad muy fracturada, porque un país que le tiene miedo a sus hijos es un país profundamente fracturado, añadió.
Probablemente una de las líneas que cruzó Poveda, fue sentirse parte de la pandilla, expresó, hasta pudo haber sido un mediador con el Gobierno Federal e incluso entre pandillas, eso le trajo la muerte porque Christian creyó de una manera muy noble en la pandilla.
En su caso, dijo, prefiere entrar en los límites que le marca la propia pandilla, en las zonas y límites que le ponen, y uno de ellos era el anonimato; "yo podía filmar en las zonas controladas por Los Zetas, el tráfico de armas, pero garantizando que lo que se iba a ver no se iba a entender, es decir, se iba a sentir pero no iba a tener definición clara".
Era estableciendo negociaciones con aquellos que iban a portar la cámara, explicó, "que no eran muchachos que habían cometido delitos, pero que eran parte de la pandilla, y son los que se colocan la cámara y que sirven de alguna manera como los que nos abren la puerta, por eso el testimonial es anónimo completamente".
Para este proyecto era no entrarle con inocencia pero sí con colmillo y con malicia, "porque entrarle con mucha inocencia se vulnera demasiado el equipo y a quienes dan testimonio para la película".
"Procuro cuidarme así, no generando rumores, siendo muy evidente en lo que estoy haciendo, cumpliendo los acuerdos, cumpliendo esa negociación que te impone este Estado paralelo, que sí garantiza que no te va a pasar nada durante el rodaje, y que no es la policía ni la Guardia Nacional sino este poder paralelo que tiene tomadas muchas instituciones y muchos territorios del país", manifestó el realizador.