Adaptar ciudades para pcd, más sencillo que concientizar a población
MORELIA, Mich., 25 de enero de 2024.- Intentar aprender la Lengua de Señas Mexicana, dominar un bastón o una silla de ruedas, genera empatía y respeto hacia las personas que padecen alguna discapacidad, pero lo más difícil de entender es que somos iguales y que lo que necesitan es un trato como iguales.
Más allá de frases hechas como la de ponerse en los zapatos del otro o, de la demagogia de la inclusión, vivir momentáneamente una discapacidad cambia la perspectiva de poder ayudar y cómo ayudar a quien quiere recibir ayuda y eso es lo que se aprende en los talleres vivenciales de sensibilización sobre la discapacidad.
Descubrirlos no es sencillo porque de la discapacidad y de las personas que la padecen se habla solo en el Día D, eventos políticos que poco llaman la atención o, cuando se comete una falta administrativa, como estacionarse en un lugar reservado para personas con discapacidad, la cual se puede pagar acudiendo al taller.
Hombres y mujeres por igual, jóvenes, maduros y adultos mayores, amas de casa, docentes, profesionistas o jubilados, 32 personas en total que, en las dos últimas semanas, cometieron alguna infracción de tránsito y vialidad, la mayoría por estacionarse en lugar prohibido, se congregaron bajo el domo que está a un lado del estadio Morelos, el cual lleva un nombre poco conocido: Centro de la Cultura de la discapacidad.
Dispuestos todos a tres horas de castigo que acabaron en aprendizaje personal forzado porque fue debido a una infracción, pero que a los pocos minutos de iniciar fue de regocijo generalizado, ya que los instructores, algunos de ellos con alguna discapacidad, arrancaron carcajadas, aplausos y felicitaciones.
Liz, una de las psicólogas, casi suplicó dejar de pensar o decir que un niño con discapacidad es un angelito y a sus padres que fueron bendecidos porque eso no es cierto y, tampoco tienen capacidades diferentes a los demás, no hay ningún Supermán ni una Mujer Maravilla. Las personas con discapacidad son iguales a todas, con sus buenos y malos ratos.
Humberto es sordo y es profesor de la Lengua de Señas Mexicana y enseñó desde la diferencia entre una lengua y el lenguaje, los diferentes tipos de sordos que hay como es el hablante oralizado, el señante que habla la lengua de señas y pertenece a una comunidad sorda y los semilingües que se comunican con señas caseras.
Presentó el abecedario de la lengua y lo llevó a la práctica y hasta groserías, pero sobre todo como acercarse y ayudar a una persona sorda, empezando por hacerlo de manera tranquila y hablarle normal, sin gritar o hablándole despacio y con la boca libre de chicle o cigarro, porque a fin de cuentas ellos saben leer los labios y por la limitante del oído han desarrollado más su vista.
Javier es un fisioterapeuta de la Unidad de Rehabilitación; explicó las limitaciones motoras, las adquiridas por un accidente, las que derivan de una enfermedad como el Parkinson o la diabetes que, al estar descontrolada puede ocasionar amputaciones.
Él invitó a Eder, joven licenciado en psicología clínica quien, a sus 29 años, es propietario de un vehículo que ofrece el servicio de transporte privado, pero para llegar a esto su familia tuvo que adaptar en la cochera una habitación para que pudiera tener cierta independencia, así como las penurias que pasó en la escuela porque por las puertas de los sanitarios no caben las sillas de ruedas y en lo social hay muchos lugares a los que no puede acudir porque no tienen rampas.
Bianca tiene discapacidad intelectual porque al nacer no oxigenó y resultó afectada en su cerebro la zona del habla, abandonó la escuela porque fue víctima de bullying y de agresiones físicas de sus compañeros que le aventaban zapatos y hasta piedras y a ella era a quien castigaban los profesores, hasta que un día se negó a asistir.
Su madre la siguió enseñando porque su padre no quiso estar con ellas, cuando nació su hermana, pero tuvo que hacerse cargo de los quehaceres domésticos, de la comida y de cuidar a su hermana, porque su madre trabajaba, pero siguió estudiando por su cuenta, aprendió computación, hoy es empleada del Centro, ya tiene la base laboral, se casó, tiene una hija y es feliz.
La discapacidad visual y la ceguera son las más incomprendidas tanto por las autoridades como por la sociedad, ya que hasta ahora no existen los semáforos sonorizados y en restaurantes o centros comerciales, no se permite el acceso al perro guía que, además, es caro adquirirlo, capacitarlo y alimentarlo.
Los pocos esfuerzos que se han realizado son las placas en Braille, las cuales han sido robadas o vandalizadas, igual que las barras podotáctiles que se han colocado en algunas calles, pero a las que no se ha dado el mantenimiento adecuado y, como la mayoría de las calles de Morelia, son trampas mortales para las personas con discapacidad visual.
La vivencia
Mauricia se dio cuenta de que no es fácil andar en silla de ruedas, pese a tener toda su capacidad, a diferencia de quienes tienen la necesidad de hacerlo porque sufrió alguna lesión. En particular se le hizo pesada la subida de una rampa porque se necesita mucha fuerza en los brazos, pero le dio confianza ser acompañada.
“Es mucho lo que se tiene que aprender, como respetar los lugares asignados a personas con discapacidad, las rampas y a ayudar a las personas con discapacidad. La verdad estoy muy contenta por todo lo que aprendí sobre las necesidades que tenemos todas las personas, no fue un castigo, fue un beneficio que se puede replicar con las personas que tenemos alrededor”, indicó.
Tania sintió que iba a ser una pérdida de tiempo porque lo sentía como un castigo, para algo que consideraba normal, como el hecho de estacionarse un momento frente a Catedral para dejar a su madre en misa porque sufre debilidad visual y en ese momento le levantaron la infracción.
“Fue pesadísimo, no me imagino el esfuerzo físico, mental y emocional de las personas con discapacidad, generalmente ayudo, pero ahora lo haré con más conciencia porque ya sé cómo hacerlo, sale uno ganando mucha empatía, reconocimiento y respeto por las personas con discapacidad”, señaló.
Irineo decidió vivir la experiencia de la labor social porque ya tenía la referencia de una vecina que estaba muy contenta por haber trabajado con niños porque a ella la mandaron al DIF y ahora piensa que si llega a cometer otra infracción no la pagará económicamente sino con trabajo a favor de la comunidad.
“Es una experiencia muy bonita, todo lo que sucede es para bien y viniendo con mentalidad abierta aprende uno mucho, si viene con negatividad va a estar molesto, aunque sea muy padre como lo fue el taller”, comentó.
Luis Antonio dijo entender ahora que las personas con alguna discapacidad necesitan ayuda, pero lo más importante fue que ahora sabe cómo ayudarlas y que hay que respetar los reglamentos y no estacionar la motocicleta en la banqueta, por mucha prisa que tenga.
“No tenía idea de lo que iba a hacer, pensé que me iban a poner a barrer, no a aprender y aprendí que las personas con discapacidad necesitan ayuda y que cuando uno se equivoca o se le hace fácil hacer algo que sabe que está mal no se tienen que pagar con dinero”, indicó.
La conclusión de los talleristas: Las ciudades pueden ser adaptadas a las personas con discapacidad, pero si las personas no lo están, no sirve de nada.