Entierra Bedolla el hacha de guerra y llama a la concordia
MORELIA, Mich., 1 de octubre 2021.- Ya como Gobernador Constitucional, Alfredo Ramírez enterró el hacha de guerra y llamó a la concordia.
Y desde la máxima tribuna del Estado prometió que su gobierno no estará peleado con nadie.
"Son tiempos de volvernos unos solo. De aquí en adelante, unidad plena entre michoacanas y michoacanos", lanzó desde el púlpito el nuevo mandatario, que llegó con un diferencial de 50 mil votos, más menos, sin mayoría en el Congreso del Estado, una profunda y pronunciada crisis financiera, social, de inseguridad galopante, y una violenta guerra entre grupos delictivos.
Alfredo Ramírez llegó al vetusto, pero impecable Palacio Clavijero cerca de las 12 horas.
Entró partiendo plaza, en medio de una valla humana que se conoce en el argot político como besamos.
Ahí, en los accesos, priístas, morenos, panistas, perredistas, conversos, acomedidos, tránsfugas, grillos de café, trapecistas, bedollistas de nueva manufactura, que día y noche están en Facebook golpeando al saliente y ensalsando al entrante, como si eso fuera garantía de un hueso o ingreso a la nómina del nuevo gobierno.
Fue, en los hechos, una toma de posesión como a la vieja usanza, como en los viejos tiempos: la clásica liturgia política, donde hubo de todo y todos tratando de estar cerca del nuevo mandamás.
Alfredo llegó vestido con un traje azul oscuro, corbata guindas, con vivos y camisa blanca.
Realizó un periplo hasta el presídium que era resguardado por las enormes figuras de Melchor Ocampo y Francisco J. Múgica.
Se paró en las primeras filas y se dirigió hacía donde se encontraba Cuauhtémoc Cárdenas y su vástago, Lázaro Cárdenas Batel, ex gobernador y jefe de asesores de la Presidencia de la República.
Subió al presídium y con la venia de la Mesa Directiva de la 75 Legislatura, se aprestó a rendir protesta, a dar el juramento.
A las 12 horas con 12 minutos, Alfredo se convirtió en el Gobernador Constitucional.
Atrás había quedado el candidato fajador, el candidato ganador que amagaba con cárcel a su antecesor y sus allegados.
Ahora el de Aguililla se transformaba en el titular del Ejecutivo que se declaró un ciudadano más, que no va a poder solo, que requiere del apoyo de todos.
Luego, el otro llamado:
"Hago un llamado a todos los sectores de la sociedad. A los partidos políticos, la elección ya pasó, está resuelta democráticamente", decía, recordando la desición unánime de la Sala Superior del TEPJF.
Alfredo dio un discurso de poco más de media hora.
Improvisó en una gran parte pero en ninguno hizo mención al otrora definido Referente Nacional de Morena, Raúl Morón.
Nada. La mención mejor fue para el priísta, Eligio Cuitláhuac González.
Después trascendería que Morón ni silla asignada tenía.
El hecho no pasó desapercibido para nadie de los presentes que entre dientes murmuraban el desliz gubernamental, voluntario o involuntario.
El moronismo ahí estaba, haciendo presencia. Solo eso. Horas antes fueron bajados de la primera línea del gabinete.
Pegados a los pilastros, un Humberto Arroniz, con los hombros caídos, acompañado de un Rubén Pedraza, que solo mantenía las manos en los bolsillos, y un Antonio Godoy, cruzado y de brazos.
Tampoco hubo alusión personal para Silvano.
Solo un recuerdo:
"Los últimos seis años, atestiguamos cómo un régimen autoritario se apoderó del estado, sin otra intención que enriquecerse a costa de las michoacanas y michoacanos. Trataron de infundirnos el terror, porque es la única manera de gobernar que conocen. Callaron, reprimieron y criminalizaron a toda aquella persona que se atreviera a señalar sus numerosos y evidentes errores".
¡Un fundador, es Gobernador! ¡Un fundador, es Gobernador!, le recetaban al nuevo y joven mandatario.
En casa, Alfredo también tuvo una unanimidad. Una larga listas de gobernadores amigos, como el priísta Omar Fayad, las electas,Indira Vizcaíno, de Colima, o Evelyn Salgado de Guerrero, acudieron al respaldo del nicolaita.
Mario Delgado, jefe nacional de Morena. Los líderes camerales, Ricardo Monreal, del Senado de la República, e Ignacio Mier, de San Lázaro, ahí estuvieron.
Genovevo, Tinoco, Lázaro, Godoy, Fausto, Reyna y Jara, también ahí, en primera fila.
Alfredo centró su discurso en la premisa de la unidad, la pluralidad y la inclusión.
Habló de un Estado destrozado, que requiere del rescate inmediato.
Y la divisa, dijo, será la buena relación con la Federación.
Ahí, Alfredo ve la solución a muchos de los males de Michoacán.
Pendiente quedó el tema de Aguililla, Tepalcatepec, Buenavista o Coalcoman. O la crisis de seguridad que ahí se vive. O la crisis humanitaria, que herencia o no del gobierno saliente, pasaron de largo para el redactor del discurso.
La pregunta queda: ¿También ahí enterrará el hacha de guerra?