Diálogos de Vida/Santiago Heyser, Sr. y Santiago Heyser, Jr
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Cada domingo en el espacio Diálogos de Vida, Santiago Heyser Sr. y Santiago Heyser Jr., ambos Coach de Vida certificados por la Federación Mexicana de Life Coaching, atenderán temas sobre la vida, sus problemas y una propuesta de solución. Si quieres que se atienda un tema o una situación en particular, escribe al correo: [email protected] (sin acento). Todos los correos serán contestados y las situaciones que destaquen serán publicadas en el espacio dominical de Quadratín. Los correos son confidenciales, no firmes con tu nombre, usa un seudónimo para que te identifiques con la respuesta, ej. “Creo estar enamorada… firma: Mal Correspondida”. Atentamente, Quadratín.
“La pareja IX: Lo primero es la pareja.”
Fruto del interés mutuo, dos personas independientes deciden formar pareja. Con el tiempo tienen hijos y conforme al ciclo natural, los hijos crecen y se van.
Si la pareja es el inicio, eje y fundamento de la familia, ¿por qué eventualmente nos equivocamos y priorizamos a los hijos sobre la pareja o sobre nosotros mismos? La respuesta es: porque pervertimos el amor a los hijos convirtiéndoles en eje de todo y porque no sabemos amar y mantener el amor de pareja a través del tiempo, ya que, derivado de los cambios naturales que todos tenemos, tendemos a alejarnos del amor a la pareja o lo damos sentado decuidándolo y, finalmente, porque perdemos de vista el orden natural de la familia. No es de extrañar, entonces, que el abnegado amor a los hijos anule nuestras vidas y genere conflictos que deterioren la relación de pareja y eventualmente lleven a la separación.
Para efectos de éste artículo, daremos por sentado que es el interés legítimo formar pareja para fundar una familia, ya que perversiones cliché como que el interés sea ser mamá y sólo encontrar un papá para embarazarse y “asegurar” el sustento, o, me caso porque estoy embarazada, o, sólo quiero ser papá y me busco a una mujer para que se encargue de los niños en casa mientras trabajo, son por definición relaciones cimentadas en la manipulación, el engaño y el egoísmo; en cuyo caso no son tema de este análisis.
Si vamos a hablar de la familia, esa que vale la pena, en donde la pareja hace equipo, comparten sus individualidades y ambos se complementan, se respetan y se aceptan como son porque se escogieron libremente, buscando a través de la vida en pareja una mejor forma de vivir y el crecimiento y desarrollo del potencial de cada uno… entonces comencemos por el principio; si una persona quiere formar una familia, necesita una pareja, no un hijo, es así de simple, ya que en el orden natural no puede ser de otra manera: El eje y cimiento de la familia es la pareja, ¡no los hijos! La realidad es que los hijos son prestados y sólo conviven con los padres un tiempo, mientras crecen, para luego volar y abandonar el nido para comenzar a forjar sus propias vidas.
Desde la perspectiva de los hijos parece genial que ellos sean el centro de la familia y no los papás, después de todo, nuestra naturaleza egoísta está presente desde que somos niños. El problema es que, lejos de contribuir a su desarrollo y sano crecimiento, se les enseña, gracias al mal ejemplo de los padres, a dejar de vivir sus vidas y a mal entender el amor como una relación de posesión y codependencia, en lugar de que aprendan que las relaciones deben sustentarse en la alegría y felicidad de compartir, en donde me preocupo, con gusto, de que la persona amada viva su vida feliz y libre, fomentando así el amor basado en la libertad, el respeto y por consecuencia, la aceptación total de la persona amada.
Por supuesto, no hay que confundir lo principal con lo urgente, así, aunque la pareja sea lo más importante, eventualmente nuestros hijos requerirán de nuestra atención total, por ejemplo, como cuando son bebés y requieren una cercanía especial con mamá para alimentarlos o cuando crecen y el día sábado se organiza la familia a partir del juego deportivo de los hijos.
El problema nace cuando los hijos se vuelven prioridad, no sólo nos distanciamos y corremos el riesgo de perder a la pareja, nos terminamos perdiendo a nosotros mismos justificados en este amor mal entendido hacia los hijos, porque dejamos de vivir nuestras vidas, dejando de crecer y dejando de perseguir nuestros sueños, para que, pasado el tiempo, los hijos se vayan y nos demos cuenta que nos quedamos estancados, sintiéndonos viejos y frustrados.
Para cuidar y formar una familia, primero hay que vivir uno su propia vida, después compartirla con la pareja al tiempo que nos comparte su vida y finalmente atender y amar a los hijos, en ese orden… Así de sencillo.
Recuerda, si quieres que atendamos una situación en particular, escríbenos a: [email protected]
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser, Sr. y Santiago Heyser, Jr.
Escritores y soñadores