Yasmín Esquivel, vergüenza nacional
El caso de la ministra Jazmín Esquivel es una vergüenza nacional. Retrata de cuerpo entero la omisión, complicidad, corrupción, tráfico de influencias, displicencia institucional y el cinismo endémico de las estructuras del poder público en México.
A estas alturas de tan vergonzoso caso, no hay institución que se salve de algún grado de responsabilidad por cuanto sucede en el máximo órgano de impartición de justicia que, se supone, es la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La Universidad Nacional Autónoma de México, la gloriosa UNAM, ha dejado ver su postura más débil en este caso. Para no pocos universitarios, dolidos de corazón por la forma en que ha actuado la máxima casa de estudios, ese papel tibio y timorato raya en la complicidad, ya sea por omisión o por comisión.
La UNAM está ahora atada de manos por una determinación judicial de la jueza Sandra de Jesús Zúñiga, que otorgó una suspensión definitiva a la señora Esquivel (que casualidad) para que pueda continuar la indagatoria académica respecto a la tesis señalada de plagio, pero deberá abstenerse de emitir una resolución.
Pero no perdamos el foco en este asunto: en este caso la UNAM no es víctima, como se quiere hacer creer de acuerdo a la narrativa que ha hecho pública la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México, sino que es corresponsable de este deleznable y vergonzoso caso, porque no cuenta con los mecanismos para detectar ese tipo de situaciones, no actuó a tiempo y porque no ha mostrado la “garra” universitaria para defender su reputación y su honorabilidad.
“Por mi Raza hablará el Espíritu”, el lema de la UNAM, orgullo y motivo de sentido de pertenencia e identidad de generaciones, quedó rebajado a un mal chiste, por la forma en que se ha traficado con tesis universitarias -un caso de tantos que involucra a la señora Jazmín Esquivel, quien ha sido señalada y denunciada públicamente de plagio intelectual- y por la manera en que han llevado este caso las máximas autoridades académicas y directivas de la UNAM.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se cuece aparte. Se supone que, por los códigos de “honorabilidad” interna, todos los ministros se han impuesto un bozal. No quieren herir la susceptibilidad de ninguno de sus miembros con la mínima acción o comentario que pueda ser interpretado como desdén o cuestionamiento al comportamiento de alguno de ellos. Unos a otros se cuidan, se protegen o se tapan, como quiera llamarle.
Sin embargo, por la gravedad del caso, por la simple denuncia pública de que alguno de sus miembros, en este caso Jazmín Esquivel, pudiera estar relacionado con el plagio de su tesis de licenciatura y de su tesis de doctorado, como esta semana ha hecho público el periódico El País, ese silencio se vuelve cómplice.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación, lo dicen con profundo dolor y sentimiento reconocidos juristas de vieja data e incluso jóvenes expertos en Derecho, se ha vuelto una caricatura, un mal chiste, sin dejar de lado su escasa o nula responsabilidad ética, moral y legal de prohijar a una persona bajo sospecha de conducta amoral y presuntamente ilícita.
¿Con qué cara los once ministros van hacer pública una resolución judicial emanada de esa institución si uno de sus integrantes, para el caso Jazmín Esquivel, está bajo sospecha de haber actuado contrario a la ley y a la ética?. “Es una vergüenza”, dicen connotados abogados.
Las barras y colegios de abogados no quedan exentas de algún grado de responsabilidad. Nadie como los pares para fortalecer una institución y dotarla de mayor orgullo y fortaleza, en este caso al Poder Judicial. Cierto que se han generado algunas expresiones de condena y rechazo al caso de la ministra Esquivel, pero han sido acciones más testimoniales que efectivas, como para no quedar mal.
Aparte, la prensa en general ha mantenido el tema en la agenda pública en medio de intentos para ya no tocar el tema. La diatriba en contra del periodismo real ha sido la forma en que se intenta acabar con el mensajero no con el mensaje, es decir, se ha buscado por diversas vías limitar el desempeño de quienes han denunciado un acto presuntamente ilegal e inmoral, pero no buscan cuestionar a quien cometió esos actos presuntamente ilícitos e inmorales.
Finalmente, el morenismo en pleno, seguidores de la 4T que cuentan con algún grado de presencia en la opinión pública, han dicho que la ministra no es responsable de plagio, pero sólo porque así lo ha planteado el presidente López Obrador, no por que realmente lo crean. Ella es inocente porque lo dije AMLO, no porque estén convencido de ello.
El periódico El país hizo pública una declaración de los directivos de la Universidad Complutense de Madrid, que supuestamente habría sido parte del reconocimiento de un doctorado de la ministra Esquivel, mismo doctorado que El País ha dicho que obtuvo mediante plagio de una gran parte de otra tesis. Habría plagiado 209 de 456 páginas cuya autoría original es de varios especialistas en Derecho.
“Gracias a Dios no tenemos nada que ver con esa tesis”, han dicho directivos de la Complutense de Madrid, en respuesta a lo que en su momento informó Esquivel, respecto a que hizo su doctorado en la Universidad Anáhuac, “en coordinación” y/o “en convenio” con dicha Universidad española, de acuerdo a lo publicado por el diario El País.
De pena ajena. Mientras, aquí no pasa nada.