"Ya lo sabíamos, señor presidente"/Enrique Cervantes Ponce
“No crean que yo vengo aquí con ideas analizadas, yo vengo a hablarles de lo que siento” declaró Andrés Manuel la semana pasada en una de sus conferencias de la mañana. Y si bien la afirmación no es ninguna sorpresa, la confirmación sí molesta. Pues los mexicanos ya sabían de la ocurrencia presentada continuamente, el disparate pronunciado diariamente y la vergüenza, incluso internacional, que causa con sus dichos constantemente. Han sido testigos de cómo al presidente le importa poco la figura que representa y la investidura que ostenta. Durante meses llevan constatando la poca seriedad y responsabilidad con la que se maneja y se atreve a declarar sin vergüenza. Pero más allá de la inconsciencia e imprudencia en su actuar, lo que más ha dañado es la imprecisión en las cifras que maneja el Ejecutivo Federal. Porque desde que era candidato, Andrés Manuel ha privilegiado el uso de lo que ha llamado los “otros datos”. Esos datos imposibles de verificar y cuya procedencia nunca se ha logrado identificar. Esa información fuera de la objetividad, que sesga y nubla la visión de quien ocupa la silla presidencial. Esa información que no permite los problemas solucionar, pues parte de una distorsión de la verdad.
No obstante, no es que el presidente no se de cuenta de la realidad, sino que no quiere que esta llegue a los ojos de los ciudadanos para poder salvar su popularidad. Y es que para Andrés Manuel su gobierno terminó con la corrupción a pesar de que el INEGI reporte que creció 15% en el primer año de su gestión; presume la siembra de árboles frutales y maderables como nunca antes, sin precisar que sólo el 7% de los plantados han podido brotar; se pavonea de decir que Francia ha copiado el modelo de inclusión a los jóvenes a la vida laboral, con una venda en los ojos para no observar que en México sólo ha tenido 22% de casos de éxito y múltiples empresas fantasmas que habrá que investigar.
Así, buscando logros entre la mediocridad, resultados en un país con más de 110 mil muertos producto de la incompetencia gubernamental y aplausos de una sociedad que ha perdido la esperanza del cambio que prometieron realizar, López Obrador se da el lujo de no abrirle las puertas de Palacio Nacional a la técnica, al análisis y a la seriedad. En su carta de renuncia, Carlos Urzúa, ya denunciaba la atrocidad que se puede observar en la administración actual, producto precisamente de no analizar las distorsiones que se pueden generar. El exsecretario de economía, señalaba que la toma de decisiones de política pública era tomada sin el suficiente sustento, sin la mayor evidencia y viciada por extremismos políticos. Por ello como gobierno han fracasado, pero la arrogancia no les permite corregir el rumbo marcado. Sin embargo, no hay mentira que dure seis años, ni mexicanos que la toleren.
Alguna vez, Andrés Manuel dijo que gobernar no tenía mayor ciencia, lo que tiene a los ciudadanos atados a la ocurrencia, a quienes además ha invitado al zócalo, con antorcha en mano, a dar el grito de independencia; mas, el deseo podría convertirse en pesadilla cuando logre que el pueblo llegue a hacerlo con peticiones de un mayor crecimiento, una seguridad que vaya en aumento y la desesperación de millones que buscan empleo. Ojalá pronto, en el 2021, su partido vuelva a la posición en la que durante años habían hecho las cosas marginalmente mejor: la de ser oposición.