¡Viva México!/Enrique Cervantes Ponce
“Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad. Viva Hidalgo. Viva Morelos. Viva Josefa Ortiz de Domínguez. Viva Allende. Viva Aldama. Viva Galeana.” Estas son las palabras que cada mes patrio resuenan en los oídos de millones de mexicanos que con fervor y nacionalismo responden “¡viva!”. Año tras año, multitudes de personas se reúnen para celebrar la república independiente, la libertad conseguida, la nación emergida, el país nuestro. Retumban los tambores, suenan las trompetas y se ven girar las matracas y ondear las banderas. Sin embargo, esa emoción es efímera, se desvanece, desaparece. Como lo dijera en algún momento Octavio Paz: “pobres mexicanos que cada 15 de septiembre gritan por espacio de una hora para callar por el resto del año”. Así el México nacionalista. Un México que conmemora a sus héroes y soldados caídos cuando el calendario se sitúa en septiembre, pero cuyo silencio e indiferencia prevalecen los meses siguientes. Un México que celebra a ver nacido en esta tierra cuando ingresa otra presea al medallero olímpico, pero que poco se involucra para cambiar los grandes vicios que durante décadas se han repetido. Un México que enarbola el nacionalismo cuando juega la selección de fútbol, pero que se despreocupa de los problemas que más afectan y dañan a la nación.
Y es que el nacionalismo se grita, se vive, se siente, pero durante todo el año, en todo momento y no sólo por un lapso de tiempo. El nacionalismo se expresa de muchas formas, colores, sabores y acciones. En el caminar sin basura tirar, en el cruzar la calle por el paso peatonal, en el usar el cubrebocas como símbolo de responsabilidad social, en la amabilidad en el transporte público con las personas de la tercera edad, en el respetar el «uno y uno» como regla de vialidad, en el no orillar al oficial a aceptar la mordida para la ley poder esquivar. Tantas y variadas acciones a realizar en lo particular, en lo individual. Porque la ciudadanía así se crea, con pequeñas acciones cuya suma resulta en la construcción de un país mejor. Ese es el verdadero nacionalismo, el del día a día.
México como país tiene todavía grandes retos que superar, que enfrentar, que combatir y solucionar. La corrupción aún padecida, la violencia cada vez más esparcida, la desaceleración económica sufrida, los rezagos perdurables en el sistema de educación y de salud, el panorama internacional, entre otros más. La mayoría de ellos problemas cuya solución le toca impulsar a los gobiernos tanto federal como local. Sin embargo, existen muchos otros que no le corresponden únicamente al gobierno en particular, sino a la sociedad en general. Porque es un grave error pensar que en el gobierno recae toda la responsabilidad; pensar que el presidente por si solo podrá encabezar una transformación sin existir una regeneración de la base social; pensar que el gobierno está ahí para solucionar mientras los ciudadanos se pueden dar el lujo de mantenerse en la pasividad. México necesita ciudadanos exigentes, que alcen la voz, más participativos y menos sumisos o inactivos. Mexicanos que griten “¡viva México!” y lo demuestren en sus acciones, en su vida cotidiana, para que no sólo se quede en un grito de esperanza. Mexicanos que entiendan que la solución también está en sus manos y decidan hacer algo.
Por ello, la invitación es a que ese mexicanismo, ese nacionalismo, ese orgullo patriótico enaltecido dure más que el tiempo que tarda el presidente en enumerar a los héroes caídos. Es tiempo de realizar conciencia y darnos cuenta de que México necesita héroes cotidianos, héroes de tiempo completo, héroes que le sigan dando a este país patria y libertad.