Violencia récord en 2020/Francisco Gómez F.
Violencia récord en 2020
En los últimos seis meses la violencia se desbocó. El número de homicidios dolosos y feminicidios alcanzó cifras desastrosas. De enero a junio, según los datos del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública se cometieron 17 mil 982 asesinatos y alrededor de 550 homicidios de género contra mujeres, la mayoría de los casos con armas de fuego. Esto es algo de suma preocupación para todos porque el desbordamiento de la violencia puede hacer que tarde o temprano ésta nos alcance de una u otra forma.
Está equivocado quien trate de ocultar el drama que se vive en México con el asesinato en promedio diario de 99 personas --una casi cada 15 minutos--, mientras que cada ocho horas se comete un feminicidio y cada media hora se reporta una violación, la mayoría de los ataques contra mujeres. Estas son cifras que nunca antes se habían visto y que por más que el gobierno quiera negar son reales, tan ciertas que hoy por hoy hacen que el territorio nacional se encuentre convertido en un verdadero espacio de violencia, sangre y muerte.
Las estadísticas y el análisis del Observatorio Nacional Ciudadano (ONC), a cargo de Francisco Rivas, sobre la situación de violencia que se vivió en el primer semestre del año no dejan tampoco lugar a dudas sobre el registro de nuestra situación actual de riesgo en este tema. Pero qué otra cosa podríamos esperar. Desde el inicio de este gobierno no hay una estrategia clara en materia de seguridad, mientras el encargado de esa tarea, Alfonso Durazo, está más preocupado por lograr su candidatura a gobernador en Sonora por el partido en el poder.
Los pronósticos para el segundo semestre son poco alentadores, en especial para los 12 estados del país donde la violencia repuntó como son: Zacatecas, Aguascalientes, Durango, Michoacán, Guanajuato, Sonora, Hidalgo, Colima, San Luis Potosí, Morelos, Campeche, Jalisco, y Estado de México. De este tamaño es la desgracia, y no por dejar fuera al resto de las entidades, que en efecto también viven situaciones de violencia, aunque con menos intensidad, por parte de grupos del crimen organizado y de la delincuencia común.
De acuerdo con el análisis dado a conocer por el ONC, son falsas las declaraciones oficiales sobre que hubo cuatro meses continuos de disminución de la violencia homicida, pues a pesar del confinamiento por el COVID-19 el número de víctimas creció 0.91 por ciento frente a una disminución marginal de las carpetas de investigación iniciadas por esta causa. Colima ocupó el primer lugar tanto en homicidios dolosos como en feminicidios, pues su tasa es tres veces mayor a la media nacional.
Así, hoy nos seguimos preguntando que se está haciendo en materia de seguridad. Más allá de la creación de la Guardia Nacional que no logra establecer su papel estratégico en el tema de combate a la criminalidad, la militarización sin ton ni son de la seguridad pública y ahora también de las aduanas y puertos de país bajo el argumento de atacar la corrupción.
Pareciera que en materia de seguridad todo es improvisación. Ni los despliegues militares ni la operación de la llamada Guardia Nacional logran disminuir, contener y estabilizar los índices de las actividades criminales ni los enfrentamientos de grupos de crimen organizado en el territorio. Tampoco se ha visto un impacto en el debilitamiento de la delincuencia común que sigue su constante en las localidades.
Por otra parte y a pesar del recorrido presidencial por los estados de mayor violencia, tampoco se logró hasta ahora la promesa de una mayor y mejor coordinación de la federación con los estados y municipios. De hecho, el recorrido pareció más bien una forma de obligar públicamente a una alineación política entre los gobernadores de Guanajuato, Jalisco y Colima, que realmente una preocupación seria por la inseguridad que sufren esas poblaciones.
El problema de inseguridad por parte de Andrés Manuel López Obrador se sigue centrando en la corrupción y en sus detractores políticos que, argumenta, solo buscan afectar su imagen y oponerse a su gobierno. Sin embargo, el tema de violencia y criminalidad pareciera ser ignorado todos los días bajo esas directrices, sin importar las constantes demandas ciudadanas en esos rubros frente a la permanente del discurso oficial de “abrazos y no balazos”.
Pareciera ser que para este gobierno los problemas de inseguridad se resuelven ignorándolos, negándolos, o minimizándolos, o bien cediéndolos a la milicia, que hasta hoy tampoco constituye una solución. Los cálculos nuevamente apuntan a imponer medidas espontáneas y poco estudiadas en las consecuencias a corto y mediano plazo. Van dos años y contando y duele ver que nada se mueva en el horizonte.