Villa Victoria/Gerardo A. Herrera Pérez
La primera ocasión que estuve en Villa Victoria, fue exactamente hace cuatro décadas, es decir, estuve allá en 1982, en ocasión de dar fe y presidir la asamblea constitutiva de la Federación de Sociedad Cooperativas de las Unidades de Fomento de Recursos Naturales de Michoacán, en ese tiempo era yo el responsable de las sociedades cooperativas de Michoacán de la STyPS; y allá en Chinicuila, existían las UFRN que operaban con recursos de COPLAMAR. Mi llegada fue algo accidentada era terracería y entré por la parte de Colima, pero cumplí mi propósito como siempre lo hago, y regresé a Morelia con el acta constitutiva.
Cuarenta años después, exactamente, regreso; regreso para impulsar acciones de promoción de la Paz y convivencia social, para compartir el mensaje de la Cohesión social, para reconocer el gran aporte de las mujeres al desarrollo de la comunidad, regreso porque fui invitado por las autoridades municipales.
En este marco, apreciable lector de Quadratín, permítame compartir con ustedes las reflexiones que me traigo de Villa Victoria, derivado de los dos días que estuve allá. Ya en otra nota, expresé el desarrollo de mis compromisos en la cabecera de aquel serrano municipio: “Chinicuila, limpia y saludable” disponible en Quadratín desde el viernes 11 de febrero de 2022.
Comparto el siguiente sentipensamiento: salí de Lázaro Cárdenas a Villa Victoria, escuchando las narrativas de las personas del puerto que expresaban “a que vas, esta muy caliente por allá” y por caliente siempre entendí, la plaza tiene inseguridad y genera miedo, pese a ello, salí acompañado de dos personas, que siempre se mantuvieron ajenas a los comentarios y que al igual que yo, querían realizar sus actividades institucionales en favor de la comuna.
Durante el tramo Lázaro-Aquila, el tiempo que duro la pandemia no transite por dicha carretera, pese a ello, la disfrute y pude observar muchas hectáreas de huertas de papaya, algunas en producción, otras iniciando, otras más, ya por concluir la cosecha del fruto. Como siempre, observé las grandes parotas haciendo sombra en la carretera; y muchos, muchos árboles con grandes flores de color amarillo que contrastaban o con el azul del mar, o bien en los cerros con el verde de los arbustos; debe ser honesto, me impactaron estos árboles, es como si de repente quisieran subir, escalar, ser más, más grandes y advertir su belleza desde la lejanía.
Pasadas las horas, llegamos a la cabecera municipal de Aquila, un poco antes de llegar a ésta, vi las enormes góndolas que transportan el material ferroso en greña de las minas y que constituye un tesoro para la comunidad porque son sus recursos naturales, pero que desgraciadamente se encuentran siendo explotadas por empresas extranjeras. De salida de la cabecera municipal de Aquila, siguió un camino serpentoso, curvas, más curvas, y subir, subir; en este recorrer pase por dos huertas de aguacate, entiendo yo, que el oro verde atrae a muchas personas que están dispuestas al uso de cambio de suelo por sembrar aguacate que es rentable y se vende en dólares, pero que genera crisis ambiental, social y subjetiva.
A lo alto, se ve Villa Victoria, que tiene algunas entradas y seguramente diversos caminos; uno de ellos, Aquila, otro más, Coalcomán (las posadas de diciembre una marca bien ganada) y ahora otra carretera asfaltada, la que viene de Colima para conectar con la Villa. Por un libramiento o por el camino histórico se llega a la población, un pequeño centro histórico, poca gente en la calle, no hay un mercado, todo se vende en tiendas particulares que tienen acceso a diversos bienes y productos o bien servicios.
En pocos minutos se puede recorrer la población, es pequeña, y son pocos los habitantes, sus casas son altas de adobe y techos de teja, que contrasta con un edificio de planta alta que es la Presidencia municipal, de trazo, diseño y construcción reciente, ya que el antiguo edificio ahora funciona para dar cabida a diferentes servicios municipales para la población.
Se centro histórico, tiene un primer cuadro; por un lado, la presidencia municipal, frente a dicho edificio la iglesia, a un costado locales comerciales y frente a éstos otros comercios, entre ellos, el de doña Martha, que es un icono y referente en la vida de Chinicuila.
Entré a la iglesia, cuenta con un pequeño, pero a la vez, gran jardín, árboles bien cuidados, entre ellos de changunga, pequeños arbustos atendidos por un extraordinario jardinero con manos mágicas, que hace que se mantenga con flores el espacio, al interior de la iglesia La Santa Trinidad. También estuve mirando y consumiendo en los locales; en ellos, me refresqué tomando sus aguas frescas de limón con chía que me invitó Israel y el café de olla con leche de la tienda de doña Martha que fue servido por su nieto, que también me hizo favor de invitarme mi buen amigo Israel. Café con leche al que agregó una pieza de pan llamada enchilada; él me dijo que al día siguiente iríamos a la panadería y comprometió al maestro panadero a que nos recibiera, pero no fue así, porque el salió a Colima, pero dejaría instrucciones a su hijo quien nos hablaría sobre el pan y el trabajo generacional que paso del tatarabuelo, al abuelo, al padre, y ahora, al hijo.
De regreso al Hotel, donde me hospedé conjuntamente con quienes nos acompañábamos desde Lázaro Cárdenas, fue que conocí a doña Martha (mujer muy franca, integra, pero a la vez generosa, respetuosa y determinante), ella nos mostró las habitaciones, las cuales son funcionales, y pude ver unas plantas de piña, wooo, la naturaleza es genial y mágica.
Al salir a recorrer el pueblo, tenía fija una sola idea, llegar a donde me hospede la primera ocasión 40 años antes (lo recordaba: una galera, con una pila central, un traspatio, una cama de tijera, un gaban para taparme y a compartir con foráneos igual que yo), a mucha gente le pregunté como se llamaba el lugar y solo atendían a comentar que era posible que fuera en casa de doña Bertha, una mujer ya madura, de pocas palabras, quien me dijo que ya no estaba en funciones el hostal, pese a ello, me dejó observar aquel espacio que permitió pasar una noche y bañarme al día siguiente; parece que en 40 años nada cambio, las tablas que cubrían el techo, el adobe de lo que estaba elaborado, la pila al fondo de la casa, es decir, como lo vi la primera vez y como lo encontré cuatro décadas después.
Un día después pasé a saludar al maestro panadero, me encontré con su hijo, me comentó cómo realizaban el trabajo de la panadería, a qué hora se levantaban (dos de la mañana) a preparar la masa y a qué hora terminaban de hornear, para después distribuir. Vi por fin acomodadas las enchiladas, y otros manjares de pan de dulce y sal: conchas, cuernitos, una delicia el pan y el olor que se despide del horneado, quienes me acompañaban trajeron un refresco y vasos y compramos el pan y ahí nos sentamos un momento para degustar ¡¡¡¡el pan, panadero con el pan!!!, grabé varios videos uno de ellos, dentro de la panadería.
En dos lugares comí, fuerondos espacios bendecidos por las manos de mujeres generosas; en uno, en la que será para mi por su respeto y generosidad mi comadre, cuya comida de estupendo sabor, condimentos y, sazón equilibrado, son manjares suculentos para degustar, durante la comida, cena y desayuno; a la vista el olor de los taquitos con salsa, caldito de pollo, verduras al vapor, frijoles de la olla, huevos al gusto, café. El segundo lugar, a un lado de la presidencia municipal, ahí, disfrute el fundamento de la comida mexicana: tortilla de maíz blanco hecha a mano, frijoles refritos y un chilito delicioso con queso, que si bien otros guisos, recordar mi infancia y la comida de la milpa es una delicia.
Pese a la tranquilidad que se respira, y es que todas las personas que viven en Villa Victoria, se conocen, por lo que al ver algún sujeto extraño de inmediato preguntan qué hacen en el pueblo?, incluso a mi doña Martha me preguntó usted qué busca aquí?, es decir, lo comprendo, los últimos meses han sido inciertos, la células delincuenciales entraron al pueblo y dejaron a muchas familias desplazadas, razón por la cual, de inicio el año, da comienzo el regreso de algunos lugareños, otros permanecen fuera aun, el miedo, la zozobra los detiene.
Lo que si puedo apreciar es que existe una cohesión social, la gente que le pregunte que de dónde era me decían de aquí, y lo hacían con un gran cariño por su tierra, las familias se mantienen unidas, es decir en confianza, las familias tienen comunicación con sus autoridades, y durante muchos tiempo, cuando menos durante la pandemia no se había realizado ninguna acción social en la plaza pública, por lo que este primer evento en el marco del Día Internacional de la Mujer es fundamental para continuar el trabajo de convivencia, fraternidad y participación ciudadana.
Por otro lado, los jóvenes son un motor importante para mover la economía y darle sentido a la vida dentro del pueblo, por ello, cuando se les convocó a la campaña de Villa Victoria Limpia y Saludable, no dudaron en participar, y darle sentido en este momento a las actividades lúdicas para avanzar en resiliencia a esa cohesión social.
Desde la espiritual, llama la atención que casi el total de la población profesa la religión católica, y que su espacio de adoración este magistralmente cuidado, así como su jardín exterior; la espiritualidad no es solamente la adoración, sino el respeto por lo divino, el respeto por lo natural que da vida, el respeto por el otro que es humano.
Yo solamente visité la cabecera municipal, no obstante, hice un recorrido mental por toda la región serrana, gracias a que mi amigo Israel me contó las dinámicas de las comunidades, el manejo de su transporte, de sus actividades productivas que realizan, de la vida precaria que viven y sobre todo del trabajo sacrificado para sacar adelante una familia.
En el pueblo tienen un centro de mando de la Guardia Nacional y se encuentran también patrullando la zona el Ejército. Lo que me llama la atención es que después de las nueve de la noche se terminan las actividades de la vía pública, es decir, sin haber toque de queda, nadie sale fuera por seguridad; por lo mismo la población habla en general de los sucesos de inseguridad y miedo.
Por último, considero que la visita a Chinicuila, ha sido para mí muy enriquecedor porque me permite hacer un análisis de estas cuatro décadas que tenía de no ir para allá; aun en el marco de la inseguridad que vive el Estado de Michoacán, me doy cuenta que la grandeza de Chinicuila es su gente, personas con empatía, con valores de honradez, honorabilidad, respeto, tolerancia, amor por su familia y sus hijos e hijas; la gente puede dejar las puertas abiertas y nadie desconfía de que otro vendrá a robar, el tiempo se detuvo en Chinicuila, ahí no hay desconfianza. La gente de Chinicuila, sus docentes, las familias, los jóvenes, se encuentran construyendo una Paz permanente, una convivencia social, están colocando la vida al centro.
Gracias Chinicuila, por seguir resguardando los valores de comunalidad de tu gente, gracias por no dejar que los usos y costumbres desaparezcan, gracias por permitir que la vida siga bajo la protección y cuidado de sus instituciones.