Uso de razón/Pablo Hiriart
El gobierno se duerme ante AMLO
Resulta sorprendente que haya una cargada empresarial y mediática hacia López Obrador y en el gobierno se crucen de brazos.
De ninguna manera se pretende que haya acciones extra legales para frenarlo, pero por lo menos deberían tener la habilidad política para recordarle a los “neo obradoristas” de qué personaje se trata.
La apatía del gobierno federal para desmontar las mentiras de López Obrador lo hace un candidato ganador.
El gobierno del PRI parece resignado a entregar la plaza sin dar la batalla.
No es problema que pierda ese partido, sino a quién le van a entregar el poder.
López Obrador puede pasearse por todo México repitiendo mentira tras mentira y nadie del gobierno le dice nada.
No tiene contrapesos en los medios de comunicación, que destacan de manera acrítica sus ocurrencias y no muestran sus contradicciones.
Lo ven como el ungido. El inevitable. Y “el interés tiene pies”, como se dijo en La Mesa de López-Dóriga, René Casados, Roy Campos y don Pepe Fonseca.
Por eso es de valorarse que el secretario de Gobernación haya llamado “oportunista” a López Obrador en Puebla, al desmentir el invento de AMLO (él siempre tiene “otra información”) de que en el enfrentamiento en Tepic, donde cayó el líder del cártel de los Beltrán Leyva, hubo una masacre de menores de edad perpetrada por la Marina.
A ver si no se molestan en el gabinete con Osorio Chong por contestarle a AMLO, pues los celos y la vieja práctica de “nadie se mueva” los tiene a todos paralizados.
Y de cualquier manera una declaración no es suficiente. Tienen que hacer ver sus mentiras todos los días.
Hay que recordar, en público y en privado, la contradicción entre lo que promete y lo que hizo como Jefe de Gobierno del DF.
AMLO necesita marcaje personal.
Claro, eso hay que hacer si es que lo quieren frenar, o por lo menos despintarle la máscara de recién llegado a la política con que se presenta.
No parece ser esa la intención.
Con la idea de que en tres meses de campaña lo van a bajar de las preferencias, en realidad le están poniendo la alfombra roja para que llegue a Palacio Nacional.
Y es importante bajarlo (a través de los métodos democráticos) porque va a echar atrás los pasos dados en muchos años, que son el único camino para mejorar el país.
Desde 1988 hasta la fecha han mejorado todos los indicadores sociales. Todos.
A pesar de los fuertes errores internos que nos han hecho caer en hoyos profundos, y de las crisis internacionales, el país ha avanzado.
López Obrador nos va a llevar al pasado económico y político. En eso no miente. Ahí están sus referencias al modelo previo a 1982, como el adecuado. Un país cerrado, con libertad política acotada, hegemonía asfixiante del Estado, acoso al sector privado y pensamiento casi único.
¿No es para tanto? Les sugiero leer la Rayuela del lunes de La Jornada (diario que expresa el pensamiento de AMLO), en la que se propone pedir visa a los estadounidenses que nos visiten.
Ante ese peligro no moverse es entregar la plaza sin luchar.
Y decir “la plaza” es decir un México abierto en lo económico y en lo político, defensor de la pluralidad y de la diversidad cultural, de la libre empresa y de una mejor educación.
¿Falta mucho por hacer en combate a la corrupción, distribución de las oportunidades y menor desigualdad?
Sí, por supuesto. Pero eso no se puede hacer con un regreso al pasado, que era peor.