Uso de razón/Pablo Hiriart
USO DE RAZÖN
Esquizofrenia en trato con EU y en migración
Pablo Hiriart
Mientras políticos opositores y empresarios que en su momento fueron calumniados por López Obrador hoy cierran filas con él ante la amenaza de Donald Trump, en el primer círculo del gobierno se ponen zancadillas. Hay testimonios de que en el entorno del presidente le juegan las contras al canciller Marcelo Ebrard para debilitarlo en su delicada misión en Washington, que a todos nos conviene que libre exitosamente. Bueno, a casi todos.
El columnista Ricardo Raphael dio a conocer el lunes (El Universal) que un extraño tuit que acusa a Ebrard de “traidor, hipócrita y mentiroso”, tuvo un solo like (signo de me gusta, comparto), y pertenece al embajador Agustín Gutiérrez Canet, esposo de la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena, y tío de Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente. Por supuesto que el embajador Gutiérrez Canet puede tener la impresión que quiera del canciller Ebrard, pero ese acto de desprecio hacia la persona que tiene la misión presidencial de resolver un grave problema para México, con un vecino por demás agresivo, no deja de llamar la atención. Tampoco ha de haber pasado desapercibido en Washington que el esposo de la embajadora en esa capital haya dado vuelo a un tuit del presidente Cuba, Miguel Diaz -Canel, en que se solidariza con México ante las medidas “coercitivas, distorsionadas y arbitraria de US”, mientras nuestro presidente insiste en el diálogo y apela a la amistad entre los dos países. Publicitar la solidaridad interesada y falsa de Cuba (ese gobierno nos criticó hasta el escarnio por haber firmado el TLCAN con EU y Canadá), no es la mejor ayuda ni tiene el mejor efecto ahí donde se busca persuadir: en la Casa Blanca.
Resulta evidente un choque de visiones en el sector diplomático mexicano acerca de cómo se debe tratar el conflicto comercial con Estados Unidos. O tal vez sólo sea grilla barata. E
so es lo paradójico e indeseable: mientras el país cierra filas en torno a una postura oficial que, mala o buena es la que se acordó, en el círculo gobernante se dan golpes bajo la mesa en un tema en que la unidad es fundamental.
Ahora bien, todo indica que el primer cinco por ciento de aranceles que nos pondrá Trump a partir del lunes no nos lo quita nadie y el conflicto seguirá. Bien haríamos en poner la casa en orden, por nuestra propia seguridad y estabilidad.
Hay que reconocerlo, no tenemos política migratoria, y ahí también se observan choques en el equipo gobernante.
Desde hace algunos años México ha bajado considerablemente su flujo de ilegales hacia Estados Unidos, pero a cambio nos hemos convertido en país de un voluminoso tránsito hacia el norte.
Hay ocasiones en que los inmigrantes centroamericanos ingresan a patadas y en caravana por los pasos fronterizos del sur.
Ni siquiera quieren quedarse en México, ni nos respetan, sino que su objetivo es ir a Estados Unidos.
México, para muchos de ellos, es tierra de nadie.
Recientemente las autoridades migratorias mexicanas han hecho esfuerzos por mitigar el ingreso al país de personas ilegales, pero se hace de una manera emergente y no como una política migratoria con reglas establecidas.
Se trata, sin embargo, de una acción que se contradice con otras. Es un desorden.
Por un lado se trata de frenar el acceso de migrantes que van a Estados Unidos en la frontera sur, y a otros se les ponen autobuses y se les apoya con dinero para que logren su objetivo.
El resultado de nuestro desorden migratorio es que, en tan solo cinco meses, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos haya detenido a más de 400 mil indocumentados centroamericanos, fundamentalmente hondureños y salvadoreños.
Ningún país, por rico que sea, aguanta eso.
Cuatrocientos mil inmigrantes indocumentados detenidos en cinco meses en la frontera sur de Estados Unidos.
No son mexicanos, sino centroamericanos que usan nuestro territorio para cometer un delito en la Unión Americana, que es internarse ilegalmente. Eso no puede continuar, por nuestra propia seguridad.
Además, hay que hacerle entender a Estados Unidos que nadie está obligado a lo imposible.
México no va a andar persiguiendo pistola en mano a centroamericanos que huyen de la miseria y de la violencia en sus países, pero sí tenemos que poner orden para saber, en la medida de lo posible, quién entra al país y a qué viene. Como se hace en todos lados.
Para ello es preciso tener una sola política migratoria, y no una que controle los ingresos y otra que ponga autobuses y financie el éxodo hacia otro país con el cual queremos tener buenas relaciones.
Lo mismo ocurre en la negociación comercial: todos los funcionarios deben apostar a la estrategia que se eligió, y no decir que sí mientras por debajo de la mesa se realiza labor de zapa para descarrilar a un secretario.