Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
TRAS BAMBALINAS: Para el bestiario
Por JORGE OCTAVIO OCHOA.- Me tomé la última semana del año, queriendo aplacar los demonios internos y equilibrar el juicio, pero fue en vano.
No terminó ni una semana completa cuando la vorágine de los hechos me volvió a envolver en una densa niebla, que se agita, que danza.
Es una semana de luto. No puedo quitar de mi mente la imagen de José Gerardo y las circunstancias de su muerte, pero no puedo entender.
Como tampoco puedo entender la muerte de una mujer que viajaba en el “pesero” y que por 90 pesos le quitaron la vida.
En lo más profundo del alma, veo que los seres humanos no hemos dejado de ser animales y que nos desgarramos la vida por nimiedades.
Lo peor, es que de pronto me di cuenta que yo no camino por la calle con miedo, sino con odio.
Me he descubierto lanzando insultos, bajando de mi automóvil y esperando el reto de otros para desahogar mi furia.
Mi esposa ha sido víctima de esta ira, porque me ha pedido en dos ocasiones no gritar, no discutir, no pelear y decidí, finalmente, terminar con eso.
Dejar hacer, dejar pasar, aunque sepamos que el de al lado siempre buscará la forma de abusar y sacar ventaja.
He tratado de conciliarme con el mundo, pero lo del joven periodista asesinado me vuelve a inyectar las venas de odio.
Siempre estamos al filo de la violencia, de la agresión y me niego a vivir con miedo. Parte de la educación de mis hijos fue no tener miedo.
Sin embargo, hoy me agita la rabia porque en cierto punto hay impotencia. ¿Dónde está el fin? ¿Cómo podremos recuperar el orden?
Lo peor es que no veo en nuestras autoridades, en nuestros políticos, ninguna verdadera intención de cambiar el estado de cosas.
Pactos fallidos de no violencia porque, dicen, “mi razón es más grande que la tuya”; ocurrencias de los que dicen que, ahora sí, pondrán orden en todo.
Pero todo suena hueco, todas parecen mentiras y la televisión abierta me pone de peor humor ante la cascada de anuncios político-electorales falsos.
Entre el spot de Anaya, que reconoce pertenecer a la misma “banda” y sólo le falta la foto de El Chapo; y el de Meade, con tooooda la militancia del Partido Verde que bien cabe en una toma, no hay a quien irle.
O los videos de un “ya saben quién”, perdona vidas, que simplemente no corrige lo que dijo porque su intención era realmente mandar ese mensaje a un grupo específico de criminales con los que piensa sentarse a negociar.
Sin embargo, ahora quieren enderezar esta “desparramada”, aduciendo que todos lo entendimos mal pese a que “ya saben quién” lo interpretó peor.
Ahora dicen que la amnistía no era para los “capos”, era para los campesinos. FALSO. El mensaje fue directo para los capos y los líderes de cárteles y bandas.
Lo más perverso del asunto es que, al margen de cómo lo hubiere dicho, más allá de salvoconductos y perdones, México tendrá que sentarse pronto a discutir el tema de la legalización. La ola ya se nos vino encima.
La legalización de la venta comercial de mariguana es un alud que nadie podrá parar y sólo a un imbécil como Trump se le ocurre levantar muros cuando el veneno ya lo tiene dentro.
Y no estamos hablando de albures o majaderías como las que él acostumbra a lanzar en twetter;
Más allá de la anécdota, efectivamente la guerra contra el narco la tenemos perdida y no bastará la extradición de todos los Duartes, Borges y Chapos del mundo para contener el apetito voraz que ha desatado este comercio ilegal.
Ya escuchado en voz de Alfonso Durazo, se entiende que no es posible criminalizar a los que se dedicaron al cultivo bajo amenaza o por necesidad, pero de ahí a lo que dijo “ya saben quién” pues, es una imbecilidad.
Tienen razón quienes se preguntan: ¿Iguala no cuenta? ¿Tláhuac no cuenta? ¿Texcoco no cuenta? La cuestión es que los tres casos son el ejemplo y el resultado de sentarse a negociar con los criminales.
Ese que quiere parecerse a Juárez, ofreció amnistía a “capos”, a líderes del narco. No habló de las víctimas, de las comunidades, poblados que fueron secuestrados y que se convirtieron en bastiones del crimen organizado.
El quiere amnistiar y enviar salvo conductos a los narcos. Claro, es más cómodo hacer uso del dinero sin tener que meter mano a las bolsas de papel mientras otros paguen los platos rotos, como Eva Cadena.
Toda es la misma hipocresía. Igual que la del muchachito políglota, al que le resulta más rentable politizar todo, desde el nombramiento del Fiscal Electoral hasta la aprobación de la Ley de Seguridad Interior pese a que en los anales del Congreso está registrada su anuencia y su votación.
También a Meade lo persigue su pasado burócrata, pues no sólo se trata de los gasolinazos, sino del silencio que guardó desde Hacienda donde miró todos los negocios ilícitos y el lavado de dinero pero nunca dijo “esta boca es mía”.
Todos son iguales.