Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
TRAS BAMBALINAS.- ¿Los pasos de López o de Anaya, rasgos de golpismo o anarquía?
Si las acciones de gobierno se pudieran medir o calificar igual como lo hacen muchas empresas privadas, le podríamos garantizar que al menos el 60% de nuestros funcionarios públicos y el 80% de nuestros legisladores estarían sin duda despedidos, cesados o sometidos a juicio.
El sainete encabezado la semana pasada por Ricardo Anaya y sus aliados del PRD y MC, dan la muestra exacta de cómo NO debe funcionar un Congreso y de cómo nuestros diputados y senadores aprueban leyes y reglamentos, muchas veces sin leer y por ende, sin entender.
Pero, peor aún: de cómo, en el colmo del chantaje, son capaces de pedir garantías sobre algo que ellos mismos mantienen retenido; y manejan un lenguaje tremendista, sobre tiempos fatales, para que el gobierno les dé garantías de algo cuyo trámite está en la cancha del Poder Legislativo.
Tratan como estúpido a un pueblo al que no le interesan sus disputas, y que mucho menos cree nada de lo que dicen. ¡Mire que llamar triunfo histórico a este despropósito, es un exceso de cinismo! Lo único que tenían que hacer, era sacar de la congeladora la minuta que ya se encuentra en el Senado de la República.
Ese asunto del “fiscal carnal” y la patraña de que al PAN le preocupa enormemente el combate a la corrupción, es un bodrio del tamaño de la presa del ex gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, de 120 metros de largo y 80 de alto, de la que los azules no dijeron nada hasta que dejó de ser mandatario. Mientras hubo canonjías, hubo silencio.
Todo fue teatro. Lo que “enchiló” realmente a Ricardo Anaya y su grupo, fue el que le pusieran un dique en el Senado. El arribo de Ernesto Cordero a la mesa directiva debilitó seriamente sus pretensiones de ser candidato aunque, por el momento, el denominado Frente Democrático Nacional haya ganado popularidad, según las encuestas.
Furioso por ese golpe instrumentado por Emilio Gamboa, con el apoyo de los Calderonistas Roberto Gil Zuarth y Javier Lozano, el líder nacional del PAN decidió bloquear entonces la Cámara de Diputados, encareciendo el arribo de Jorge Carlos Ramírez Marín.
El pretexto más articulado que se les ocurrió, fue el rechazo a una medida que ya había aprobado la Cámara de Diputados, en una minuta a la iniciativa enviada por el propio Ejecutivo Federal, para evitar precisamente el pase automático del Procurador General de la República para ser nombrado Fiscal General.
Es decir, la tarea de lo que Anaya y su Frente demandaban ¡Ya estaba hecha! Sólo tienen que darle paso en el Senado y continuar su trámite legal. Son temores falsos porque al final, verá usted, será el Presidente de la República quien proponga las ternas de aspirantes a Fiscal.
Pero no sólo pedían garantías al Ejecutivo para cumplir lo que ya era una minuta. Llegaron al desatino de pedir a la Secretaría de Gobernación la intervención, para resolver un asunto de auténtico trámite legislativo, en lo que hubiera sido una escandalosa invasión de Poderes.
Anaya puso en una situación difícil y vergonzosa a sus seguidores. Pues no sólo tuvieron que articular mediáticamente la justificación a esta barrabasada, sino que orilló a la entonces presidenta de la Mesa de la Cámara de Diputados, Guadalupe Murguía Gutiérrez a incumplir sus responsabilidades, lo cual podría ser penado.
Ella no sólo abandonó la sesión en la que debió tomar protesta a la nueva mesa directiva; también dejó de asistir a eventos en los que, por razones institucionales, deben estar representados los tres Poderes. Es decir, al asumir la Presidencia de la Cámara, acepta una representación oficial que va más allá de su partido.
Pero a Ricardo Anaya le valieron las instituciones. Y sí, efectivamente, esto fue peor que el bloqueo de Reforma o las “tomas” de tribuna de López Obrador. Esos son rasgos de golpismo y autoritarismo. Los políticos nos demuestran lo que son capaces de hacer si las cosas no salen como ellos quieren.
El hecho concreto es que las disputas internas en el PAN están al rojo vivo, cuando faltan menos de 10 meses para las elecciones de 2018 y ese partido podría sufrir la más grave fractura de su historia, porque los Calderonistas no aceptarán, de ninguna manera, a Ricardo Anaya como candidato.
"Exigimos que se separe inmediatamente del partido, antes que sea demasiado tarde", dice la carta que Cordero, Roberto Gil Zuarth, Jorge Luis Lavalle, Javier Lozano y Salvador Vega Casillas, todos cercanos al expresidente Felipe Calderón y a su esposa Margarita Zavala, aspirante a la presidencia, le enviaron recientemente.
La carta fue enviada dos días después de que los diputados panistas impidieran la instalación de la Mesa Directiva en la Cámara baja.
Y es una lástima porque, fíjese usted, por cómo están las cosas en México, los gobiernos de coalición parecen ser la mejor alternativa para alcanzar un verdadero equilibrio de Poderes. No es pensable ya, en pleno siglo XXI, creer que el gobierno de un solo partido o de una sola persona puede resolver los niveles de corrupción que estamos sufriendo en México.
Ya verá usted en los próximos días y semanas, como el Poder Legislativo, con la aquiescencia del Legislativo, castigan al sector educativo en México y como los estudiantes que tienen becas de posgrado, maestría o doctorado ven truncados sus anhelos de seguir estudiando. Pero eso lo platicaremos la próxima semana.