Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
México ha empezado a despertar, poco a poco, en medio de una pesadilla. Después de la confrontación, la división, el odio y el encono social, hemos pasado al miedo; el escalofrío que recorre el cuerpo, el cosquilleo en la garganta. Ahora seguirá la impotencia, la angustia, el dolor y la tristeza.
Las calles vacías, el pesado silencio y la lejanía, nos harán ver cuánto nos necesitamos los humanos. Pero ahora son días de guardar. La solidaridad tendrá que renacer, así como ha resurgido en los dos terremotos que hemos sufrido, para arrancarle vida a la muerte.
La hora de la desgracia apenas está empezando. El tamaño de la pandemia, quizá no sea equiparable al desplome económico que se cierne sobre México, con una contracción en el crecimiento, calculada en menos 4 por ciento y una brutal caída del petróleo a precios nunca antes vistos en 18 años.
Los análisis financieros ya dibujan un negro panorama: "En un mes, el peso frente al dólar se depreció 30%, elevando los precios de productos importados para abril. En este lapso, el precio de la mezcla mexicana cayó 25%...”. Es la crónica de una desgracia generalizada.
“El consumo caerá 863 mmdps entre marzo y abril, generando despido de personal, lo cual provocará una disminución en la recaudación en ISR, IVA e IEPS del orden de 700 mmdps”. Para redondear este macabro panorama, la pérdida de empleo y el desabasto, podrían venir acompañados por el saqueo.
La actividad empieza a detenerse. El gobierno debe tomar medidas drásticas. Tendría que llamar en las próximas dos semanas a todo su gabinete y replantear las metas. Pensar cómo ayudan y se coordinan con las empresas, o de lo contrario la desgracia será generalizada.
Sin embargo, lejos de hacerlo, en la 4T hay voces que no sólo aseguran que se ha dramatizado el impacto de la pandemia. Dicen que en los empresarios hay una intención de medrar, de aprovecharse de la situación para ganar más y obtener privilegios fiscales.
Otra vez la voz de los radicales, el rostro de la división. Eso nos pondrá cada día más cerca del estallido social. Los ingredientes ya están en la olla, sólo se necesita a estos “ideólogos del desastre” para que vengan a mover la cucharita y calienten lo que ya se perfila como la desesperación de las masas.
De hecho, ya han aparecido en las redes sociales, siniestros llamados al saqueo, al robo, bajo la consigna: “es nuestro derecho”.
Sin embargo, no hay truco ni mentira, los especialistas lo han dicho hasta el cansancio: “México está al borde de una recesión económica y en medio de una tormenta perfecta luego de dos años consecutivos de decrecimiento.
Es un panorama amargo, sobre todo para alguien que soñaba con pasar a la historia. Pero la realidad le reventó en las manos, y no de ahora. La economía de México se estancó desde 2019, cerró con una baja de 0.1% en el Producto Interno Bruto (PIB).
“La crisis sanitaria del coronavirus Covid-19, la caída en las bolsas de valores y del precio del petróleo a nivel global, el alza en el precio del dólar, y la mala relación del gobierno con los empresarios, amenaza a una de las principales economías de América Latina…”, dice el Washington Post.
El proyecto de nación del presidente Andrés Manuel López Obrador está, le guste o no al mandatario, sujeto a una profunda revisión. Ni su necedad podrá evitarlo. No hay dinero que alcance, a menos que decida endeudarse. “El 2020 será el año más amargo de nuestra existencia, para jóvenes o viejos”.
México vivirá así, la recesión más larga de los últimos 90 años. Pero a AMLO no se le ve muy animado para enfrentar cambios, y lo peor: no parece preparado para ello. En algunas naciones, incluso de Centroamérica, ya han empezado a anunciar cambios presupuestales. Aquí, siguen en la observación.
Ni de lejos 2020 será el año de la recuperación. Los proyectos estelares de AMLO: refinería de Dos Bocas, aeropuerto de Santa Lucía, Tren Maya y Corredor Transístmico tendrán que esperar o de plano convertirlos en la principal fuente de empleo para las clases más necesitadas.
Lo peor es que ha caído en el pánico y las mentiras. Cínicamente ha salido a las calles a decir que la baja en los precios de la gasolina se debe a una política ordenada por él, a sabiendas de que la fluctuación opera desde el 2017, cuando entró en funciones una de las reformas más odiadas por él.
La liberación de precios es resultado de la reforma energética que permite la libre importación de combustibles. Es parte de la reforma del sexenio de Peña Nieto. nada que ver con la 4T. Pero López Obrador quiere recuperar popularidad con mentiras.
Y lo peor: hay serias dudas sobre el liderazgo y las instrucciones que de éste emanan pues desde el viernes circularon versiones sobre el presunto paro gradual de actividades en las oficinas del gobierno federal, pero hoy resulta que todavía no es una decisión tomada.
Tuvo más agallas Claudia Sheinbaum, quien ya oficializó el paro en oficinas de trámites y la prórroga en el cobro de impuestos, multas y sanciones. En el gobierno federal circuló un presunto acuerdo por el que paralizan labores en áreas no indispensables hasta el próximo 19 de abril, pero todavía no es un hecho consumado.
A los Morenistas parece preocuparles más la reelección de diputados y senadores. Impúdicamente dicen que es una reforma constitucional que viene desde 2014, introducida por el PAN y PRI, pero bien que les acomoda y la aprovecharán.
Los diputados mandaron al Senado, un dictamen para permitir la reelección de diputados y senadores, sin que se vean obligados a solicitar licencia y que les permita hacer recorridos territoriales por sus distritos, con la única condición de que no pidan el voto. Muy a modo.
Fueron capaces de echar abajo toda una reforma educativa, derribar una reforma energética, pero en este caso pues no, porque ya estaba, no hay manera de suspenderla, porque hay tiempos fatales. Sí, sí hay mucha hipocresía, pero ya sabemos de dónde viene desde tiempos inmemoriales.