Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
No señor Presidente, usted no tiene nada qué festejar
Este domingo, en otro mitin apoteósico, que le hicieron remembrar sus buenos tiempos de campaña, el Presidente de la República convocó a "celebrar" con él, su primer año en el poder.
Se dieron cita miles de sus fieles, frente a una oposición empequeñecida, achicada, casi hecha añicos, porque PAN y PRD pretendieron encabezar una marcha de protesta que se topó con el desaire, el repudio de un pueblo al que engañaron.
En esta vuelta de tuercas, en los claros oscuros, el fin de semana uno apareció nuevamente victorioso y los otros, de vuelta derrotados, en un juego de espejos engañoso porque, en los hechos, el país no va nada bien.
La falsedad volvió a ser el común denominador de un discurso que a lo largo de un año ha acumulado más de 15 mil mentiras contadas y acreditadas, en un momento en que sería prudente poner las barbas a remojar
No señor Presidente, usted no tiene nada qué festejar. Al paso del primer año de su gobierno, la división entre los mexicanos es más profunda; esto es lo primero que debió arreglar y no lo ha hecho.
Haber llegado a la Presidencia de la República con el arrastre de 30 millones de votos le dio la autoridad moral para impulsar un cambio sin ofensas ni abusos verbales; sin embargo, usted ha dilapidado ese bono democrático y hoy estamos muy mal.
El sentido de popularidad con que los medios insisten en medir su gestión sólo reflejan una inclinación permanente por el populismo, con medidas que si bien no han fracasado, distan mucho de haber dado resultados y eso usted lo sabe.
Hoy, en estas horas, un 80 por ciento de la población no se siente segura, tiene profundas preocupaciones y ya no hablamos sólo del tránsito por las calles, sino de la estabilidad económica y familiar.
Los asesinatos han sido una constante en su gobierno; hoy a nivel internacional ya se comenta que su gobierno ha utilizado la lucha contra la corrupción no para eliminar, pero sí para intimidar a sus opositores.
Su discurso cotidiano se ha basado en falsas disyuntivas que han puesto en evidencia una profunda falta de consistencia política; sus argumentos de hoy chocan frecuentemente con sus palabras de templete del pasado.
No sólo son 29 mil asesinatos violentos, es un sentimiento de impotencia, porque la libertad de expresión no está garantizada e incluso cada día está más amenazada. Al menos van 4 comunicadores críticos que han sido despedidos.
En su gobierno han sido asesinado 17 periodistas y usted no tiene ni una sola respuesta; insiste en llamar guerra a lo que es una obligación constitucional; ha permitido que le digan "traidores a la patria" a una familia que fue mutilada.
Lo peor: presume como un acto humanitario el dinero que entrega a los adultos mayores, pero no ha dicho cómo resolverá el grave problema de las pensiones. De hecho, su gobierno pretende aumentar la edad para el retiro.
Un acto de valentía y honestidad que los mexicanos reconoceríamos e incluso agradeceríamos, es que reconociera los errores que ha cometido, que públicamente dijera que corregirá el rumbo en algunos aspectos. Pero eso no va a pasar.
Así se dibuja el rostro de un régimen autoritario, porque tenemos un Congreso sometido, convertido en oficialía de partes de Palacio Nacional. Los diputados de Morena son felices por cumplir sus órdenes.
Es evidente la cooptación que se aproxima en la Suprema Corte de Justicia y el Consejo de la Judicatura con nombramientos de jueces afines. El nombramiento en la CNDH de una persona incapaz no da pie a estar tranquilos.
Se ha vulnerado a los órganos autónomos con fines políticos, como el caso del INE justo a un año de las elecciones más grandes que haya afrontado el país; ha convertido sus mañaneras en permanentes actos de campaña.
¿De qué se siente feliz, señor Presidente? ¿De un acarreo descomunal como en los viejos tiempos del PRI? ¿De verse en el mismo espejo de aquello que criticaba cuando era joven?