Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
Estudiantes desaparecidos en Jalisco; UNAM atenazada por narcomenudistas; periodista asesinado en Veracruz; planta industrial cerrada en Guerrero a causa del crimen organizado; hoguera humana con presuntos asaltantes en Puebla.
Ese es un pequeño resumen de lo que actualmente ocurre en México, en medio de la trivialidad con que los aspirantes a la Presidencia de la República han llevado sus precampañas, en un mar de ataques y promesas que no podrán cumplir.
Ninguna de las actuales generaciones había visto tal nivel de violencia y brutalidad con la que se puede perder la vida en México, salvo los ancianos que atestiguaron alguno de los episodios de la Revolución, pero ni eso se compara con el sadismo y la sevicia con la que un ser humano puede exterminar a otro.
No, ninguno de los aspirantes se acerca al fondo del problema que vive el país, y ni los medios de comunicación se atreven a difundir tanto salvajismo que se está desencadenando en los pueblos, las montañas de estados gobernados o amenazados por poderosas bandas criminales.
Los candidatos, todos, le están mintiendo. Ninguno de ellos podrá detener esta espiral de descomposición que estamos viviendo y tan estúpido fue aquel que prometió resolver el conflicto de Chiapas en 15 minutos, como farsante y mentiroso es hoy el que dice que disminuirá la violencia en un 50%.
Esto es un asunto de leyes, de autoridad y sobre todo, aunque nos duela, de uso de una inteligencia militar que pueda poner fin a la descomposición que está viviendo el Estado Mexicano. Ni AMLO, ni Mead, ni Anaya se lo dicen, pero el Estado está rebasado y el que gane, tendrá que aplicar decretos sumamente dolorosos.
Actualmente se mantiene en la cuerda floja la ley Seguridad Interior y el tema del Mando Único parece vedado en los discursos ramplones de esos aspirantes que, por si fuera poco, también se frotan las manos postergando la designación de un fiscal verdaderamente autónomo en el país. El futuro fiscal quedará acotado, ya lo verá usted.
La situación se vuelve más difícil porque políticamente es imposible manejar un ambiente de auténtica rebelión de delincuentes, cuando los propios partidos y políticos hablan de militarización, y se empeñan en diseminar la especie de que hay una guerra soterrada de exterminio de dirigentes y luchadores sociales.
Peor aún cuando uno de los candidatos se atreve a entrarle a este toro. Pero cuando habla dice que él creará una Gendarmería Nacional y establecerá un Mando Único, a través de decisiones verticales, en un mensaje que parece decir: en la lucha contra el crimen organizado se hará lo que imponga mi santa voluntad.
¿Qué acaso no es lo mismo o similar a lo que pretendió hacer Felipe Calderón?
Nada esperanzador hay para el país cuando, en la palestra, sólo vemos una lucha de egos, no sólo de los que contienden por la Primera Magistratura, sino por de los que se asumen como "líderes de opinión" en una sociedad donde al menos el 70% de los mexicanos ni les cree, ni les oye y peor aún: los detesta. ¿O no, señor Marín?
Esto se vio en la entrevista colectiva de Milenio con López Obrador, que puso al país de espaldas ante sus propios fantasmas y demonios.
Por un lado, los presuntos "líderes de opinión e intelectuales" intentaron arrinconar a un candidato que de suyo es corto en las ideas, enredado en las palabras, y atávico en la concepción del México del futuro que más bien se parece al de hace 40 años.
Por el otro lado, en un intercambio encarnizado, AMLO amenazó nuevamente con dar marcha atrás a la construcción de un nuevo aeropuerto, sepultar las reformas educativas y energética y regresar al primer círculo del poder a gremios desprestigiados como la CNTE, el Sindicato de Electricistas y Mineros o la propia SNTE.
Eso es lo que en los hechos, a base de candidaturas, se configura en esa fórmula, que no es distinto a lo que ya ofrece el PRI o lo que están urdiendo PAN, PRD y MC con candidatos nefastos que perpetúan las dinastías familiares, como es el caso de Veracruz.
A la luz de estas reflexiones, lo único que se puede asegurar es que: gane quien gane la Presidencia, la situación del país no mejorará. De hecho, podría incluso empeorar. La demagógica frase de que "el pueblo no se equivoca" es un mito genial. El galimatías en que se encuentra sumido México no lo resuelve nadie.
Además, el pueblo sí se equivoca. En eso tiene razón el odiado Carlos Marín: así llegaron al poder locos o estúpidos como Hitler, Trump o Fox; las comunidades mienten y se convierten en sociedades delictivas, como los huachicoleros en Puebla y se tornan autoritarias y fascistas al grado de exterminar a fuego lento a un semejante, al margen de la ley.
Duelo de soberbia, podría ser el epítome de este encuentro, que coloca a los de abajo fuera de toda esperanza, porque ellos seguirán siendo la carne de cañón, tanto de empresas como de sindicatos; de partidos y de políticos; de periódicos y medios de comunicación; de investigadores y de intelectuales. Millones no dejarán de ser sus conejillos de indias.
Durante la hora y media de argumentos y apelaciones, no se escuchó hablar a fondo del México real; de los reporteros asesinados, ni del acoso que sufren empresarios en Guerrero y en muchas partes del país, por parte de bandas criminales que gobiernan comunidades enteras, huachicoleras en Puebla, o como ocurrió recientemente con la empresa Coca Cola, en Ciudad Altamirano, Guerrero.
López Obrador armó a su vez cifras, que no tocan al problema de fondo, porque durante su mandato siguieron enquistadas en la ciudad todas las bandas criminales que hoy dominan la venta de artículos falsos, robados, clonados, prohibidos; taxis piratas y tolerados; líderes de locatarios que se expanden como larvas enquistadas en las aceras.
No, AMLO manejó datos que sólo consuelan a sus seguidores, pero no al México real, al México de abajo, ni mucho menos al chilango común y corriente que ha tenido que convivir con esas mafias que hasta ahora domina el PRD, pero que están por dar el brinco a Morena, de Tláhuac a Iztapalapa, dos de las zonas más peligrosas del mundo.
Los candidatos siguen trepados en su nave del odio y del olvido, porque así como Andrés Manuel no recuerda que su Universidad Autónoma de la Ciudad de México de nada ha servido, PAN, PRD, PRI, MC, PVEM, MORENA, PT, PES siguen postulando a dinastías completas de criminales o inútiles como Rigoberto Salgado, Cuauhtémoc Blanco o la familia Yunes. Que cada quien escoja su rubro.
El miércoles 22 de marzo fue asesinado en Gutiérrez Zamora, Veracruz, Leobardo Vázquez Atzin, otro periodista, que completaba su salario con un puesto de taquero porque esa es otra: en este país los periodistas ganan en promedio 4,560 pesos al mes, en medio de una danza de millones que se quedan en las cuentas de los dueños de los medios de comunicación: prensa, radio, televisión e internet.
De hecho, algunos de esos periodistas e "intelectuales" beneficiados por "el régimen" o por "el sistema", como se le quiera llamar, estaban sentados en esa mesa de inquisidores, en la que se quiso sepultar, sin lograrlo, a un candidato que de por sí no tiene nada nuevo que ofrecer, salvo la promesa de terminar con los excesos de la llamada "clase política". Algo es algo.
Pero mientras asesinaban a Leobardo, la familia Yunes continuaba los festejos de una nueva postulación, ahora la de Miguel Ángel Yunes Márquez, hijo del gobernador de Veracruz, Miguel Yunes Linares, aunque ninguno de los 3 de esta dinastía hayan demostrado efectividad en el cargo, al menos NO en el rubro que más le duele al país: seguridad.
Hoy Veracruz es uno de los estados más violentos. Y Boca del Río, junto con la capital del estado, se encuentran entre las ciudades más inseguras del territorio nacional. Toda esa zona ha sido gobernada por los Yunes, ahora en su nueva época de panistas y buscan añadir una bandera más a sus chaquetas: PRD.
Y para no exponernos a una de esas demandas que tanto gustan al PAN -Ricardo Anaya (vs El Universal)-, anotamos aquí los datos de los dichos en lo que hace a la protección de periodistas por parte del gobierno de Yunes.
En marzo de 2017, cuando el gobierno de Yunes Linares iniciaba, el periodista Ricardo Monlui Cabrera, propietario y director del portal El Político y editor de la columna Crisol de El Sol de Córdoba, fue ultimado.
En julio de ese año, Edwin Rivera Paz, camarógrafo hondureño que tenía unos meses refugiado en la entidad, murió luego de ser atacado a balazos en el municipio de Acayucan.
El 22 de agosto fue ultimado Cándido Ríos Vázquez, corresponsal del Diario de Acayucan, en el sur de Veracruz, y fundador de La Voz de Hueyapan.
En diciembre, también de 2017, fue asesinado Gumaro Pérez Aguilando, quien colaboraba en medios regionales como El Mañanero, de Oluta; Liberal del Sur y Diario de Minatitlán.
De estos casos, la fiscalía sólo ha informado de la detención de Ángel “N”, alias La Paloma como probable homicida de Ricardo Monlui. Los otros casos prevalecen impunes. El silencio de los Yunes ha sido la única respuesta al tema.
El crimen organizado se regodea en México.
Las amenazas contra la planta Coca-Cola en Ciudad Altamirano, Guerrero y la reciente irrupción en Guanajuato, de un grupo criminal en un palenque del Municipio de Purísima del Rincón, con un saldo de 8 muertos y 11 heridos de gravedad, junto con la desaparición de estudiantes en Jalisco, confirman lo que durante años hemos visto.
La violencia avanza por que el nuestro se acerca ya a la definición de un Estado fallido.