Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
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Falsas salidas para problemas graves
Por Jorge Octavio Ochoa
De 20 mil a un cuarto de millón de muertos, es el tamaño de la diferencia de alguien que parecía saber cómo enfrentar ésta y otras desgracias, y que ahora se enreda con sus propios desatinos y la prepotencia de su círculo más cercano.
¿Quién le aconseja? ¿Por qué no hay un filtro en la toma de decisiones?
El desatino de la CartaResponsiva de la SEP, es sólo el colofón de una serie de equivocaciones graves con las que ha empinado la Consejería Jurídica de la Presidencia de la República a López Obrador.
Así como ahora dice no saber de dónde salió ese documento, así ha transcurrido este año y medio, sin saber cómo enfrentar el más grave problema de salud que ha sufrido nuestro país en toda su historia.
El presidente nunca instaló formalmente el Consejo de Salubridad General, pese a que en el mundo se había declarado una pandemia.
Prefirió evadir esa figura colegiada y escogió a un vocero, subsecretario, que diluyó el cargo y el encargo, a límites de caricatura.
Las graves decisiones que se debieron tomar desde el inicio se postergaron. No hubo órdenes ejecutivas, y tras año y medio de encierro, no hubo acuerdo ni en el semáforo.
Todo el tiempo se evadió la responsabilidad de Estado. Al final, se ha querido transferir esta responsabilidad a la sociedad, con esa cartita de corresponsabilidad.
Apenas a mediados de agosto se dieron señales cruzadas entre el gobierno de la Ciudad de México y la Secretaría de Salud sobre el semáforo rojo, y se entregó al pueblo a los brazos de la muerte.
Para colmo, así como tarde reaccionó con el tema de la carta responsiva para el ingreso a clases, tarde vislumbra la consecuencia legal de sus actos.
La dirección Jurídica de la Presidencia de la República dejó desprotegido al presidente.
Tarde o temprano, estará a merced de un alud de demandas penales por negligencia criminal, y no será suficiente con decir que “todo es producto de los burócratas del pasado”.
Ante una emergencia de este tamaño, debió ser el Consejo de Salubridad General quien tomara las decisiones ejecutivas, con carácter de obligatoriedad, y con implicaciones punitivas para instituciones, autoridades, estados y municipios.
Pero no lo hizo. Hoy, el estribillo: “prohibido prohibir”, y el argumento: “nada por la fuerza”, se convierten en la espada de Damocles que estará aguardándolo al final de su mandato.
Como decíamos al principio, ese Consejo es el que debió anunciar inmediatamente las medidas preventivas indispensables para enfrentar la emergencia sanitaria.
Como no lo hizo, y las decisiones y la vocería la centró en la figura del subsecretario Gatell, ahora vivimos esta descoordinación entre los tres niveles de gobierno y las personas físicas o morales de los sectores social y privado, que prestan servicios de salud.
Puestas así las cosas, el Sistema Nacional de Salud ha resultado ineficaz, y hemos llegado hasta lo más patético, como el tener presuntamente perdidas más de 12 millones de vacunas.
El presidente se desentendió de lo que establece el artículo 73, fracción XVI, de la Constitución. Dejó la autoridad sanitaria en los hombros de un señor Gatell, que no ejerció funciones normativas, consultivas ni ejecutivas, pero sí politizó y enrareció la comunicación sobre el tema.
Las disposiciones emitidas por boca del señor subsecretario, nunca fueron de carácter general, ni obligatorias en el país. Cada quién hizo lo que su leal saber y entender les aconsejó.
De ahí el último diferendo con Claudia Sheinbaum, por ejemplo.
Quisiéramos ver y leer, al menos, una de las relatorías circunstanciadas, de alguna de las sesiones de ese Consejo de Salud.
Todo lo que López Obrador criticó a Calderón durante la influenza del 2009, fue justamente lo que no hizo durante la pandemia del 2020.
La diferencia es que en aquella ocasión hubo una veintena de muertos. En esta, ya superamos el cuarto de millón. Son más de 250 mil víctimas de la pandemia, según datos oficiales.
Pero existen más de 100 mil no reconocidos, o que esconde el régimen de la 4T, pues se habla de un exceso de mortandad de 400 mil personas tan sólo el año pasado.
Resulta irónico observar, cómo su principal enemigo se está volviendo la deficiencia académica, intelectual y profesional con que ha abordado varias de sus propuestas para impulsar una transformación que se queda coja.
SALIDAS TRASERAS, PUERTAS FALSAS.
Es evidente, si no es que escandalosa, la falta de reglas de operación, protocolos, o sustento jurídico de las principales decisiones y proyectos de López Obrador.
La reestructuración del aparato judicial en México, por ejemplo, estuvo sustentada en un artículo 13 transitorio, de una iniciativa para prolongar por 2 años el mandato del ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia.
La transformación del aparato educativo, la ha sostenido en modificaciones cosméticas y apresuradas a los libros de texto gratuito, que tratan de cambiar la historia, pero no el sistema pedagógico de la enseñanza en el país.
Quiere crear 100 universidades, pero hoy no puede echar a andar el ciclo escolar porque cientos de planteles, públicos y privados, no cuentan con la infraestructura, ni con los medios para una remodelación y adecuación acorde a las necesidades.
Lo mismo ocurre con la pretendida transformación política, con la que busca desaparecer al INE y al Tribunal Electoral, para sepultar esa misma estructura que le permitió llegar con 30 millones de votos y mayoría en el Congreso de la Unión.
El planteamiento teórico viene de cabeza, en este parto doloroso que quiere practicar. Instrumenta figuras jurídicas como la consulta popular o la revocación de mandato que, para su ejecución, requieren de ese INE que busca destruir
López Obrador no logra apuntalar un cambio profundo, porque el planteamiento teórico es deficiente y no hay elementos jurídicos que lo consoliden en materia educativa, de salud, de seguridad y justicia, ni de desarrollo social.
Todo queda, en el mejor de los casos, en las buenas intenciones, inyectadas con verdades envenenadas que sólo sirven para ahondar la polarización, el odio y el encono social sobre determinados sectores y personajes.