Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
¿Estado unitario o totalitario?
Iniciado el vendaval electoral del 2021, sería bueno que los mexicanos reflexionaran seriamente qué es lo que se juegan en el futuro, no sólo en lo individual, sino para sus propios hijos y nietos.
El anuncio del inicio de una Cuarta Transformación, es algo más que retórica. Implica no sólo una revisión, sino el rediseño de la noción de Estado y su reestructuración jurídica, respecto de lo que conocimos en el último siglo.
Hoy, nos asegura el patriarca de este movimiento, que se inicia la entrada de un Estado benefactor, que pondrá por delante los intereses de las mayorías. Sin embargo, en los hechos, dista mucho de ser verdad.
Pasada la revolución, México se convirtió en un Estado confederado, con un conjunto de gobiernos soberanos, con leyes propias, unidos por una o varias leyes en común. Así, después de décadas, se consolidó el Estado federal, con instituciones nacionales amalgamadas.
Hoy, a la luz de cómo se pretende manejar la pandemia y emprender el reparto e inoculación de las vacunas, se percibe la noción de un Estado Unitario, donde el poder central decide todo, y es el que “irradia” sus bondades a todo el territorio o nación.
Ese fue el concepto bajo el que se fundó el antiguo Partido Nacional Revolucionario, que conocimos como Partido Revolucionario Institucional, y que hoy se encuentra en franca desaparición.
Más allá de una simple involución al sistema de partido único, lo que ahora está en juego, es la entronización de un régimen que todo lo decide, bajo un concepto patrimonialista y benefactor, que reparte lo que de hecho ya pertenece a los mexicanos: sus riquezas.
Del abuso de una oligarquía política, que ha repartido los bienes nacionales (minería, telefonía, espectro de la comunicación de radio y tv, etcétera) a familias de ricos sin consultar a la población, estamos por pasar a una oligarquía político-militar.
La decisión fulminante de parar en seco la construcción de un aeropuerto, que tenía un avance del 31% y una inversión estimada en 170 mil millones de pesos, es la muestra más clara de la brutalidad que está por ocurrir, si no entramos en una reflexión colectiva.
No, no es broma. Esto va más allá de las patéticas campañas que han iniciado todos los partidos políticos a través de los medios de comunicación. Sus mensajes no cambian, son incluso cínicos en ese tibio intento de manipulación.
Decimos “tibio”, porque en las encuestas se marca una clara tendencia mayoritaria a favor del partido del Presidente, Morena, que no sólo podría ganar entre 10 y 12 gubernaturas, sino alzarse con una mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y con ello, imponer sus decisiones.
El concepto de bonhomía, sencillez o candor, será contrastado con el recuerdo reciente de los abusos en que incurrieron los partidos “de antes”, que motivaron ese voto mayoritario del 2018, que ahora tiene en la Presidencia de la República a López Obrador.
Es por eso, por lo que la estrategia oficial, se centra en la entrega masiva de dinero, que en los hechos mueve las voluntades, más que la garantía de un trabajo seguro y bien remunerado, o la institucionalización de una pensión generalizada a los adultos mayores.
El eje de la maquinaria está en los “Siervos de la Nación” o “Servidores de la Nación”, que encabezan la campaña de vacunación masiva que, tarde o temprano, iniciará el gobierno federal, haciendo a un lado la estructura del IMSS e ISSSTE.
La experiencia adquirida en campañas de vacunación fue olvidada. De pronto hasta las instituciones fueron culpadas de la corrupción que priva en todo el país, según el mensaje presidencial.
Los más de 175 mil muertos, son culpa de éstas, y de esos médicos y funcionarios sin escrúpulos -le dirán a la gente-, que medraron con los medicamentos, se enriquecieron con farmacéuticas y laboratorios y hoy quieren dejar atrás a los marginados. Es el discurso oficial.
López Obrador no necesita siquiera mencionar a su partido, ni denostar directamente a los otros. En medio de la aridez espiritual que priva en millones de mexicanos, sólo basta con acentuar las desigualdades, para que el pueblo sepa cuál es la ruta que debe seguir.
Continuar con las mañaneras es un paso importante, apuntalado legalmente por el Tribunal Electoral. Porque así los ciudadanos podrán seguir viendo el rostro del “buen hombre”, que ya enfrentó y dio cara a la pandemia. Por eso su rechazo abierto a usar cubrebocas.
No es casual, por tanto, ese rechazo. Aunque le acusen de necio, torpe, soberbio, ignorante. Su imagen es el motor para un movimiento que por momentos parece atascarse -literal-, en medio de disputas y vergonzosas postulaciones de candidatos.
Lo impresentable de esas figuras, incluso la de violadores, corruptos, narcotraficantes, será olvidado por el rostro amable de éste que sonríe, que le dice al subconsciente del pueblo que comparte sus creencias, aunque éstas sean cuestionadas por los “intelectuales orgánicos”.
El grave problema, que los mexicanos no podrán resolver, es cuando se consolide esa idea de socialismo moderno, donde el gobierno federal es compartido por la autoridad civil y los militares. Es un balance de poderes extremadamente peligroso.
No, no es broma. Hoy sabemos que la Secretaría de la Defensa tiene un fideicomiso que pasó de los 5 mil a los 48 mil millones de pesos tan sólo en 2 años del actual gobierno; que el presupuesto de la SEDENA pasó de 89 mil a casi 113 mil millones de pesos.
Es un presupuesto equiparable al de 8 Secretarías de Estado juntas. No, no es broma. López Obrador ya lo dijo claramente, las Fuerzas Armadas impulsarán la Cuarta Transformación. “Son pilares del Estado mexicano” y que pronto realizará tareas de seguridad pública.
Esto, en términos reales y sencillos, se llama TRAICIÓN. Eso es lo que ha hecho el actual Presidente de la República: traicionar su palabra empeñada, que en términos cristianos significa MENTIR.
Quizá también pretenda ROBAR el futuro de generaciones, de jóvenes que no quieran vivir bajo un régimen así. Los mexicanos tienen todavía la última baraja en sus manos. Y en esas vamos.