Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
Señor Presidente: No tengo nada qué agradecerle
En estas horas, cientos de miles de mexicanos están enfrentando, desde sus casas, el terror de una enfermedad que les roba el aire y les atenaza el pecho, sin saber si es el momento de llamar al 911, para hundirse en la locura y en la incertidumbre de si volverán a ver a los suyos.
Cientos de miles han preferido apoyarse en sus médicos familiares, emprender la automedicación, con la esperanza de que sea otra cosa, porque con Tempra, Bactrim o Pramosine han logrado mantener el termómetro en los 38.5 grados y la ilusión de que no hay tos, ni síntomas mayores.
Apenas el sábado, el sub secretario de salud, Hugo López-Gatell dio a conocer, ahora sí para la fase 3, el Programa Red Iraq, que consta de 610 hospitales, de un total de 733 que esperan tener disponibles para la atención exclusiva de casos graves Covid-19 en las próximas semanas.
El programa significa: Infección Respiratoria Aguda Grave, el cual es un síndrome clínico compatible con neumonía que, puede ser causado por múltiples agentes infecciosos, incluso no infecciosos. Antes de ello, todo había sido caos y confusión.
Antes de este anuncio, los mexicanos habíamos visto toda una suerte de “palos de ciego”, con la llegada de implementos médicos de baja calidad, repartidos a los gobiernos estatales y regresados por éstos por su absoluta inutilidad.
Luego vinieron las protestas de empleados del sector salud, que se sintieron indefensos y vulnerables ante la pandemia.
No había nada, pues, que animara a cientos de miles de mexicanos a ponerse en manos de ese aparato de salud donde, además, como en películas de terror, los pacientes deben despedirse de sus familias sin saber si los volverán a ver o los devolverán en cenizas o en féretro. Hasta ese grado de confusión se llegó.
El 21 de abril se declaró la Fase 3 de la epidemia de coronavirus en México, con 8 mil 872 contagiados, 9 mil 653 casos sospechosos y 712 fallecidos por el virus.
Sin embargo, fueron las propias autoridades las que imprimieron su propio toque de dramatismo al asunto, pues de antemano se anticipó que el número de muertos por Covid 19 será de entre 8 mil y 10 mil personas, amen de que al 80% de la población tarde o temprano les infectará.
De esta forma, ha sido terrorífico permanecer en casa y ver como día a día se incrementan las cifras: de 20 en 20, ahora aumentan por centenas las muertes. 1,221 el viernes, 1,305 el sábado y es posible que este domingo arribemos a los 1,400 muertos.
Y más terrorífico aún, cuando sigues de cerca las cifras, con termómetro en mano, y el médico al otro lado del auricular, confundido porque el paciente no muestra señales claras de mejora. Pero la confianza está rota y además los servicios de prueba de COVID 19 ya no funcionan, o simplemente no se dan abasto para responder tantas llamadas.
Sumido en la febrícula, con la posibilidad de que puedes caer en una fase crítica o incluso morir, es difícil encontrar sentido cuando alguien te dice que “todo está bien” y que se mantendrán la derrama de recursos para pensiones del bienestar de adultos mayores; o becas “Benito Juárez”, Tandas, Banco del Bienestar.
Que se va a construir el Aeropuerto Felipe Ángeles; se rehabilitarán 6 refinerías; se construirá Dos Bocas, el Tren Maya, el Tren de Guadalajara, 100 universidades.
¡De qué demonios me sirve eso en estos momentos! Mejor díganme que hay suficientes hospitales, con camas para casos graves y que la curva de decesos bajará porque el gobierno buscará, antes que nada, salvar vidas, y ya después emprenderá la reconstrucción nacional.
Pero no. No hay un mensaje de paz, de conciliación; de tregua para atender lo urgente, Sólo hay regaños, reproches, faltas de respeto a todos esos compañeros que día a día acuden a esas conferencias para informar a toda la nación; al margen de filias o aversiones.
El sentimiento de soledad es grande. Y sólo empuja las ganas de seguir aquí, con la persona que amas, el no dejarla sola, el no sumirla en esta desgracia. Pero no se siente la solidaridad, el apoyo de un gobierno que, además, se ha dedicado en estas horas a esquivar las críticas.
¿No hubiera sido más fácil escribir en una tarjeta y puntualizar, por ejemplo?:
- Mexicanas y mexicanos, en estas horas de emergencia, lo primero y único más importante es salvar la vida de los compatriotas que resulten infectados por este mal.
- Una vez superada la emergencia sanitaria, empezaremos juntos la recuperación nacional y juntos emprenderemos esos proyectos que nos sacarán de la recesión.
- El sistema de salud se abocará, con el apoyo de empresarios y trabajadores, a atender todos los casos de COVID 19 y a crear un sistema hospitalario que se destine única y exclusivamente para enfrentar esta pandemia y preparar estrategias de vigilancia y contención para estar mejor preparados en el futuro.
Sin embargo, el Presidente cayó de pronto en una cadena de reproches y dijo que no hay en México periodismo profesional ni ético, y en medio de la mortandad lanzó un decálogo con el que, según dijo, se atenderá a ese 30% que no está dentro de la franja de prioridad del otro 70% de los más pobres.
Y ese decálogo para las clases "media-media", media alta y "grandes corporaciones económicas y comerciales" es, ni más ni menos, sí, adivinó usted: la misma retórica de sus proyectos estelares, que no ayudarán a los que mueran en estos días; sólo a los que permanezcan muertos de hambre hasta el final.
Pero adiciona elementos ininteligibles, que en estos momentos no nos dicen nada, porque ¡estamos enfermos! Y en esas circunstancias ¿de qué nos sirve que nos diga?:
- Habrá piso parejo a cualquier empresario que quiera realizar algún negocio
- Se garantiza que la sociedad no financie el aparato gubernamental colosal.
- Se garantizan las libertades y proveer de un verdadero Estado de derecho a toda la población.
- No vamos nosotros a limitar ninguna libertad, al contrario, este es un país de mujeres y hombres libres, el gobierno no va a reprimir porque han llevado a cabo modelos económicos con el uso de la fuerza, de la mano dura con la dictadura".
- Que no habrá aumentos de impuestos ni se crearán nuevos.
- Que no se planea en el mediano plazo una reforma fiscal.
- No habrá nuevos "gasolinazos"
¿De qué nos sirve todo eso en estos momentos? No es la hora ni la etapa. No se puede prometer futuros promisorios a quienes están muriendo... a quienes ya perdieron a un padre, un hermano, un amigo, un esposo. No tiene sentido. Eso no consuela y lo único que revela es una absoluta falta de empatía con la población.
Por eso, y con todo respeto a López Gatell y más aún a Claudia Sheinbaum, que han hecho todo lo humanamente posible para darle coherencia a la respuesta gubernamental, hoy le digo con todas sus letras Señor Presidente: No tengo nada qué agradecerle.