Tras bambalinas/Jorge Octavio Ochoa
Por JORGE OCTAVIO OCHOA.- En un mundo de idiotas, los farsantes imponen su voluntad. A la luz de los hechos, no es exagerado hacer tal afirmación. La hipocresía, la demagogia, lo "políticamente correcto" se ha convertido no sólo en un modelo de conducta sino en un modus vivendi en México.
Los últimos incidentes violentos ocurridos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con 2 asesinatos tocando a sus puertas, en medio de una lucha entre narcomenudistas, configuran la cereza de un pastel colmado precisamente de hipocresía, demagogia y corrupción.
Un pastel aderezado con el reciente homicidio de un muchacho, estudiante de la flamante Universidad Autónoma de la Ciudad de México, ultimado presuntamente por motivos homofóbicos y la confirmación del uso de Universidades como fachada para negocios turbios de políticos, hacen un todo que raya en escándalo.
El mundo de la academia, de los sabios, de los eruditos está tocado por el mismo mal que impregna a todo México y urgen reflexiones, para no caer en la trampa de los que quieren esgrimir el término "autonomía" para mantener la opacidad y moverse al margen de la ley.
Empieza a ser muy común, como en el caso de los gobernadores, enterarse que algún Rector, como Alejandro Vera, ex de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), presuntamente desvió recursos etiquetados para financiar ya no digamos proyectos y programas distintos, sino para asuntos personales.
Peor aún cuando Universidades como la Autónoma del Estado de México o de de Hidalgo, se encuentran bajo sospecha por haberse prestado para terciar recursos del gobierno federal a empresas "fantasma" que no sólo no cumplieron con los servicios para los que fueron sucontratadas, sino que simplemente no existen.
Tiene razón el rector Enrique Graue Wiechers, cuando dice que la UNAM será objeto, en las próximas horas, de las pretensiones de quienes quieren verla militarizada o inmersa en el tráfago de las horas amargas de una contienda electoral decepcionante.
Pero de ahí a mantenerse con los ojos cerrados o negarse a la realidad que durante 17 años han vivido desde la toma "indefinida" del auditorio Che Guevara son cosas distintas, señor rector, y se le recuerda que la omisión es una forma de culpa entre los delitos de conciencia. Ojo: no se victimice antes de tiempo.
Dice bien cuando afirma que habrá intentos por desestabilizar a la máxima casa de estudios; sí, es muy cierto, pero esto no es óbice para llamar a la autocrítica y determinar si la academia está respondiendo de forma adecuada a la emergencia que vive México.
La demagogia está a flor de piel. En el 2000, cuando se instrumentó la toma del auditorio Ché Guevara, se dijo que se convertiría en "un espacio autónomo y autogestivo, abierto a toda la comunidad, en el que pudieran expresarse los sectores divergentes de la casa de estudios".
Por versión de los propios universitarios, sabemos hoy que muchos jóvenes de la UNAM "ni siquiera conocen el Justo Sierra". Esa región de la Facultad de Filosofía y Letras (FFL) está vedada para el común de los estudiantes y más aún para los ciudadanos que pagamos el presupuesto de la institución.
Hoy ésta se convirtió en un espacio de malvivientes, centro de acopio y venta de droga, que se extendió por todo el sur de la Ciudad de México, hasta Tláhuac y Xochimilco. No, señor rector, no empiece a equivocarse ni se enrede con su propia lengua. Mejor dialogue con su Consejo Académico.
A muchos no se nos olvida el vergonzoso caso de Lesly Berlín Osorio Martínez, estrangulada con un cable de teléfono en los jardines de la UNAM y anatemizada por las redes sociales como "Lesvy", como si la preferencia sexual y la forma de vestir fuesen un delito.
A la luz de las primeras referencias trascendidas en redes, ella era una loca, drogadicta, alcohólica, que usaba faldas cortas y salía de noche a vagabundear. La UNAM se deslindó. Ella no estaba en la matrícula de estudiantes. Ese fue el pretexto para salir por la tangente. Pero murió dentro de la UNAM.
Una muerte cruzada por el estigma de la homofobia, en medio de un mal que ahoga a medio México: drogadicción y tráfico de drogas; fenómenos que se anidan dentro de la institución. Esta sucesión de hechos restan autoridad moral como para pretender victimizarse ahora. ¡Cuidado, señor Rector!
Universidades públicas involucradas en un desvío por 586 millones 768 mil pesos. Sí hay cuentas por rendir y eso no tienen nada qué ver con el Ejército. Los catedráticos, los maestros, los doctores, toda esa caterva de calvas indecentes nos deben explicaciones. Su autonomía no es parapeto.
Nadie ha dicho; es más, nadie ha planteado expresamente meter al Ejército a la UNAM. Pero un asesinato sí es motivo de causa judicial. Son 2 cosas distintas. Mal, muy mal estamos cuando se utiliza el término AUTONOMÍA como escudo para la impunidad.