Tras bambalinas
Cierre de sexenio, Guerrero en llamas
Por JORGE OCTAVIO OCHOA.
En los rejuegos del poder, las disputas y divisiones internas empiezan a aflorar en los dos principales búnkeres de la candidatura presidencial. Ni Claudia, ni Xóchitl pueden sentirse cómodas. El caos, la tensión y la inestabilidad las rodea. El presidente está enojado y preocupado. Eso contamina el ambiente.
El Hashtag #narcopresidenteAMLO no sólo sacó de sus cabales al mandatario. Descuadró además la ruta de campaña de la presunta “puntera” en las encuestas y la arrastró en un remolino del que no puede salir: #narcocandidataClaudia. Llevan dos semanas en ello.
Algo sintomático: en ambos lados, han tomado distancia de personajes que les significan lastre: Claudia aparece cada vez más lejos de Mario Delgado. Xóchitl ya no se ve tan cercana en las fotos con Alito, Markito y Chuchito. Sólo Fox y Calderón permanecen como estorbos inconscientes.
Pero esto es como los partidos de futbol: Claudia y Morena están a la defensiva, quieren controlar el marcador, que les dice van ganando en sus encuestas. En realidad, puede venir una avalancha. Claudia quiere lucir presidenciable, pero eso la aleja más y más del electorado.
No es simpática, no es carismática, no hace click con las multitudes. No es una líder de templete. Su discurso no inflama y eso le puede costar muy caro. Más aún cuando su dureza se ha empezado a reflejar con sus colaboradores y en su círculo más cercano.
Los comentarios surgidos a raíz del incómodo momento que se vio entre Claudia y Clara Brugada en un templete, aunque magnificados, sí reflejan un rechazo a la cercanía y a la improvisación de acciones que no le agradan, como el beso que pedía Brugada para la fotografía.
Lo único que recordó esa imagen, es que ella no era su candidata.
En contra parte, el abrazo de Xóchitl, con una madre buscadora, simboliza una verdadera comunión con aquellos que sufren en carne viva, los horrores de la brutal guerra entre los cárteles del crimen organizado. Ese caminar pausado, inclinada para escuchar, iluminadas sólo por una veladora. Es una mujer que se conduele.
Es un mensaje con una fuerza inusitada, de conexión con el pueblo, que todavía no se ve claramente en ninguna de las dos campañas. Es el llamado a la UNIDAD, que nunca mandó el actual presidente y que, al parecer, tampoco está dispuesta a hacer la candidata de Morena. Ella ha optado por seguir con la confrontación.
Manoteo incesante, índice como navaja que corta el aire. Polarización, división, clasismo, racismo. Esas son las divisas por las que empieza a apostar Sheinbaum, acompañada de una paulatina transformación, rumbo a un temible poder. El rostro duro, mandíbula apretada, gesto amenazante cuando una opinión le es contraria.
Esa es la imagen que empieza a proyectar Sheinbaum, acompañada de versiones sobre la confrontación con Marcelo Ebrard a quien, dicen, dobló con un expediente sobre las irregularidades cometidas con la Línea 12. Dime qué niegas y te diré quién eres.
Lo peor: en el mensaje a las mujeres, Claudia también empieza a perder terreno. Epigmenio Ibarra llamó a Xóchitl Gálvez “esperpento”, que es igual a persona grotesca o adefesio. Ya antes, AMLO la había llamado “ladina”, insulto que utilizaban los conquistadores para referirse de manera racista a los indígenas.
Claudia ha mantenido silencio al respecto. Pero cuando Fox hizo comentarios sobre la religión y origen de Sheinbaum, a quien llamó “judía”, la primera en reprobar la expresión fue Xóchitl Gálvez. Tal parece que Claudia mantendrá la estrategia de la confrontación.
Así, en el paroxismo en que ya se encuentra el país, las elecciones del 2024 empiezan a bañarse en sangre, en medio de actos de narcoterrorismo en Tepalcatepec, Michoacán, donde literalmente volaron cuatro militares que pisaron una mina terrestre, y tres campesinos en Tumbiscatío, que murieron igual.
Hechos violentísimos, como los asesinatos de Citlali Herrera, líder del PES en Ario Rosales, Michoacán; o de los candidatos partidistas en Maravatío; o de Policarpo Ramírez Coria, candidato del PRI a la alcaldía Paso de Ovejas, en Veracruz.
Para el presidente “no hay cosas graves”. Por eso a veces no se reúne el gabinete de seguridad. Dos días después de dicho esto, portazos al Centro Federal de Arraigos de la FGR, al Senado, al mismísimo Palacio Nacional. Ordena que no se investigue, luego asesinan a otro estudiante y atrae la investigación.
IRONÍAS DEL DESTINO
Con ese uso caprichoso de la ley, Guerrero es hoy, nuevamente, el epicentro de la convulsión que vive el país, que se extiende por tierra caliente. Ese gobierno, de los Salgado, al que impuso a sangre y fuego, acaba siendo el lastre que cargará durante el resto de sus días como Ejecutivo Federal.
Es paradójico, porque Guerrero fue el principal punto de apoyo de la interminable campaña de López Obrador. Fueron el senador, Félix Salgado y la pareja macabra de José Luis Abarca y María de los Ángeles Pineda Villa, los primeros apoyadores. Todos ellos, vinculados a los Beltrán Leyva.
Hace unos días fue asesinado el ex consuegro de Evelyn Salgado, Joaquín Alonso Piedra, “El Abulón”, administrador financiero de ese capo. Los hermanos de María de los Ángeles, Salomón, "El Malón"; Mario "El MP" y Alberto "El Borrado", operaban como narcotraficantes independientes en Guerrero y Morelos, y en 2002 bajo las órdenes de Arturo Beltrán Leyva.
Versiones públicas señalan que traficaban principalmente cocaína, procedente de Colombia y Venezuela hacia Guerrero. En 2005, bajo las instrucciones del Cártel de Sinaloa, los hermanos formaron un grupo de 200 sicarios llamado Los Pelones, para controlar Guerrero.
En 2006 comenzó la Guerra contra las Drogas en México bajo la administración de Felipe Calderón, que implicó una ofensiva contra las organizaciones narcotraficantes. En 2009 la Procuraduría General de la República (PGR) añadió a los hermanos de María de los Ángeles Pineda Villa, entre los más buscados.
En mayo de 2009, arrestó a cinco miembros de la familia Pineda Villa en Morelos: los tres hermanos de María, Alberto, Mario, Salomón y sus padres. En septiembre de 2009, Alberto y Mario fueron asesinados por su traición al capo Arturo Beltrán Leyva.
En diciembre este último fue asesinado durante un tiroteo con infantes de marina mexicanos en Cuernavaca, Morelos, lo que provocó que el Cartel de los Beltrán-Leyva se dividiera en organizaciones independientes más pequeñas. Esto incluía a Guerreros Unidos, liderados por Salomón Pineda Villa.
El control se extendió por Guerrero y Morelos. Así, desde hace más de una década el crimen organizado controla la región. Prueba fehaciente, es el cobro de piso en Acapulco, Taxco, Iguala y Chilpancingo, y la reciente evidencia de la alcaldesa de esta última localidad, Norma Otilia Hernández Martínez, con Los Ardillos.
Karma o maldición, insistimos. Su carrera política empezó por ahí y hoy, en la agonía de su mandato, termina envuelto en las llamas y el fuego cruzado de grupos criminales que se disputan territorios. Félix, el que iba a tranquilizarlo todo, no pudo ni encabezar una Comisión por el huracán Otis.
La gobernadora, es un fantasma. La secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, un cero a la izquierda. Ayotzinapa sigue ardiendo. Pero tienen el cinismo de postular a Abelina López para la reelección en Acapulco. Ellos se reeligen, el pueblo muere. Alguien tendrá que responder por todas esas muertes.
¿O quiere que lo sigan llamando #narcopresidenteAMLO?...