Tras bambalinas
Sucesión secuestrada
Las elecciones del año próximo en México serán, sin lugar a dudas, las más judicializadas e impugnadas en la historia del país. Así lo revela, no sólo el ambiente político que se vive, sino la abierta y impúdica intervención del Presidente de la República en el INE y el Tribunal Electoral.
Obviamente, los partidos presentarán inconformidades en todo el territorio nacional. Se trata de más de 20 mil cargos de elección popular. Pero desde ahora, ya hay abusos, excesos, opacidades, denuncias por el uso de recursos públicos para fabricar biografías personales… y no pasa nada.
De hecho, este fin de semana empezó a delinearse el rumbo que tomarán el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y el Instituto Nacional de Acceso a la Información y Datos Personales (INAI). Al margen de lo que ocurra, ambos quedarán bajo control del Presidente de la República y Morena.
Afirmamos esto, porque ha sido López Obrador quien ha girado órdenes al Senado de la República para retardar indefinidamente los nombramientos que faltan de dos magistrados en el TEPJF y dos comisionados del INAI. Por tanto, no hay garantía alguna respecto a la limpieza y la revisión de cuentas de las elecciones del 2024.
Pareciera poca cosa, pero en estos momentos, las elecciones del año próximo técnicamente están subjudice, pues tanto el Senado de la República como el Ejecutivo Federal se encuentran en abierto desacato de fallos judiciales, y en medio de un franco choque de Poderes.
La Suprema Corte ordenó desde hace tiempo al Senado, apresurar la designación de los miembros faltantes en el TEPJF y del INAI, pero los legisladores se han resistido a cumplir. Esto podría tener consecuencias legales. En los hechos, el marco legal se encuentra rebasado.
El presidente de México también está en desacato desde hace meses, cuando la Corte le ordenó otorgar el derecho de réplica a Xóchitl Gálvez, pero él no permitió siquiera, que ella acudiera a Palacio Nacional a responder personalmente a expresiones de difamación y divulgación de datos personales.
Abiertamente, López Obrador ha incurrido en violencia política de género, aunque el INE lo haya retirado de la lista de violadores. Puestas así las cosas, es evidente también que dos de los poderes se encuentran enfrentados al Poder Judicial, bajo mentiras flagrantes del Ejecutivo sobre el uso de recursos de Fideicomisos.
De suyo, este panorama ya es preocupante y se convierte en barrunto de huracán, cuando vemos el grado de explosividad social que ha tomado ya la crisis de seguridad nacional e ingobernabilidad que viven muchos territorios en Guerrero, Michoacán, Estado de México, Morelos.
A la luz de lo ocurrido en Texcaltitlan, es alarmante lo que pueda pasar en México ante cualquier diferendo, estallido o foco de tensión. Lo delicado es que, ya sabemos quién ordenará el despliegue de las Fuerzas Armadas en caso de ser necesario.
Sería paradójico que, lejos de usarlas para garantizar la seguridad del país contra el crimen organizado, el gobierno federal decida lanzarlas contra los civiles, para aplacar revueltas por el robo de urnas y el fraude electoral en lugares donde, como hemos visto, no existe autoridad, salvo la del crimen organizado.
Por bizarro que parezca, nos encontramos a las puertas de un increíble autogolpe de Estado ya que, de ocurrir un tsunami de votos el año próximo, es evidente que Morena y sus seguidores no respetarán los resultados. Y se trata de 60 millones de votos que no están decididos, por más que publiquen miles de encuestas.
Pero, además el presidente López Obrador quiere una mayoría calificada en el Congreso Federal, con el apoyo ahora de Movimiento Ciudadano y sus eternos esbirros PT y PVEM. Es por eso que adelantó, para febrero, la presentación de una serie de iniciativas de reformas como la del Poder Judicial.
Esto revela, además, el hecho preocupante de que Claudia Sheinbaum, aunque se resista, está maniatada, no por Poderes Fácticos, sino por Poderes reales, a la luz de una serie de decisiones que está tomando desde ahora López Obrador sin tomarla en cuenta. Ella sólo asiente y admite. Todos los días así lo vemos.
Más allá del continuismo, es la entronización de las Fuerzas Armadas, metidas en negocios estratégicos del Estado, de los cuales no sólo le toca garantizar la seguridad, sino administrar los “gananciales”, como le llaman los generales a la obtención de dinero del Tren Maya, Aifa, Aeropuertos, línea aérea.
El ambiente de libertades también empieza a ser conculcado. Nunca como ocurre hoy, hubo tantas agresiones verbales y tantos asesinatos de periodistas en México. De hecho, plantear este tipo de cosas empieza a generar preocupación para quien lo escribe.
No hubo voluntad de diálogo en este régimen, sino compra de voluntades. AMLO jamás convocó a la unidad nacional, ni en los peores momentos, como la pandemia o la desgracia de Acapulco. Hoy culpa de todo a los “conservadores”, entre los que incluye a toda una clase media que no está de acuerdo con él.
Esa clase media y los jóvenes, son los que pueden decidir en junio próximo. Por eso, Morena y la autoproclamada 4T, tienen preparada desde ahora la intervención al Tribunal Electoral, al igual que a la Suprema Corte y que al INAI. Esto puede ser el inicio de décadas de autoritarismo y militarización.
A López Obrador le parece “una jugarreta de muy bajo nivel, muy vulgar”, el que una mujer, una ciudadana, apele a su derecho de réplica para responder no sólo a ataques del presidente, sino difamaciones arteras y violación de la privacidad y de los datos personales.
Enfurecido, el mandatario ha mantenido más de 4 años de confrontación con el periodista Carlos Loret de Mola, a quien no ha podido desmentir, luego de que éste ha publicado datos escandalosos de dos hijos del mandatario: José Ramón y Andrés Manuel.
Hoy, el jefe del Ejecutivo sólo admite como único caso de corrupción en su gobierno, el de Segalmex. Mientras tanto, el pueblo sigue enmudecido, quieto, aquiescente; resignado a un determinismo epistémico que todavía se puede modificar. Mal estaremos los mexicanos si aceptamos, por cobardía o flojera, el destino.