Tras bambalinas
¿Hasta dónde la fractura?
Por JORGE OCTAVIO OCHOA. De tan cantado que estaba, sorprendió lo apegado que salió el guión que todos conocían: ganó Claudia. Siempre fue “la corcholata”.
Marcelo rompe, se va de Morena. Falta saber qué efectos porcentuales tendrá esta ruptura en las encuestas.
Al arrancar esta semana, algunos sólo le dan un 9% de posibilidades al ex canciller. Y eso, en caso de que Movimiento Ciudadano lo lance como candidato.
Eufóricos, los Sheinbaumistas ya hablan de un 58% de preferencias, a un año de que la contienda inicie, en medio de un ambiente de violencia y de tensión.
Todavía no tienen claro quienes encabezarán los equipos de campaña, y si Mario Delgado seguirá al frente de Morena. Pero ellos se dan por triunfadores.
Faltan por resolver muchas incógnitas, pero en los próximos días empezaremos a ver cómo se acomodan las otras “fichas” de AMLO y si darán órdenes u obedecerán.
Por lo pronto, es evidente que el aparato de Estado se apresta para “aceitar” la maquinaria de partido, con una derrama descomunal de recursos.
Será ahí, en el Congreso de la Unión, y particularmente en la Cámara de Diputados, donde los marcelistas podrían hacer sentir su peso.
Falta saber también, cómo operará el Grupo Jalisco, de Movimiento Ciudadano, comandado por Alfaro. Tan sólo ellos, cuentan con 13 diputados federales.
Ellos podrían doblar la voluntad de Dante Delgado. Por estado, cuentan con más diputados incluso que Morena, PAN o PRI. El PRD no existe.
Alfaro es de los que piensan que una candidatura externa beneficiaría a MC. De hecho, ya se reunió con Xóchitl. No lo ha hecho con Marcelo.
Sea como sea, este grupo jugará un papel destacado en las discusiones de los próximos días y semanas en la Cámara baja, por obvias razones.
El recorte brutal, de 122 mil millones de pesos al sector salud, en medio de una crisis de abasto de medicinas, podría ser el clarín de guerra.
Otorgar ese dinero (120 mil millones de pesos) al Tren Maya, por sí solo resulta, eso sí, una grosería.
El régimen tratará de paliar estos desbalances con más dádivas: aumento a las pensiones del bienestar, a las becas temporales de jóvenes…
Para esto, presupuesta una deuda descomunal, de 2 billones de pesos. Esa es la auténtica agresión para esas clases medias “aspiracionistas”, que tanto odia la 4T.
Se cargará sobre ese 40% de mexicanos que tienen el “privilegio” de contar con un trabajo remunerado, tasas impositivas de entre el 20 y el 38% de sus ingresos.
En total, la deuda pública del actual gobierno federal, será superior a los 16 billones de pesos, que se cargarán sobre esos “fifis” que tienen ingresos formales.
Esos son los datos que esconde el Lopezobradorismo: De los 30 millones de votos que concitó su triunfo en el 2018, más de la mitad provino de esos clasemedieros.
Muchos de estos, efectivamente, simpatizan con Ebrard, pero de no cuajar la alianza con Movimiento Ciudadano, se irán con Xóchitl Gálvez.
Y no son simples percepciones. El mismo evento de entrega de estafeta o “bastón de mando”, evidenció ya varias fracturas que preocupan a los morenistas.
Tuvieron que hacerlo en un espacio reducido, controlado, ya no en la plancha del Zócalo, y sin los presuntos protagonistas de ese simbolismo: los indígenas.
No se vio, al menos, representantes de pueblos y comunidades mayas, “agradecidos” por la construcción de un tren que ni de lejos les beneficiará.
Él quiere mitificarse como el nuevo “Tata”, pero la foto del bastón y sus asistentes, no reflejan ya esa cercanía con el pueblo.
Lo más grave es que puso en evidencia el uso ilegal de tiempo y recursos para servir a su partido.
En una declaración pública, que está videograbada, el jueves 7 de septiembre, dijo que ya no tomará ninguna decisión que tenga que ver con “el movimiento”.
“Ya me dedico, el tiempo que me falta, por entero, a seguir consolidando los programas en beneficio del pueblo, los programas del bienestar, a terminar las obras”.
Así admitió haber dedicado parte de su tiempo de Presidente de la República, a resolver asuntos de partido.
Él juró gobernar para todos, cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan. No lo hizo. No gobernó para todos. Que lo digan los médicos, los niños, las mujeres.
Admisión de culpa, relevo de pruebas. Sería motivo de juicio político, pero no ocurrirá.
Si, de hecho, ya propició con sus actos de gobierno y sus dichos, el arranque de una contienda desigual, en la que el nuevo INE no metió ni las manos, qué puede esperarse.
Este jueves, arrancó el año electoral, y sobre la barda del panteón francés permanecieron, desde que Claudia era gobernante de la CDMX, las pintas: “Es Claudia”.
Ahí están hoy todavía. Hay un uso abusivo de los recursos y de los bienes públicos. Ella, siempre fue y será, “la corcholata” de AMLO.