Tras bambalinas
Los tiempos del señor
Hoy, Andrés Manuel sonríe. Las cosas salieron como ha querido:
arrebató al PRI su último bastión y pulverizó al PRD al grado de desaparecerlo en varios estados.
Pero, cantar victorias anticipadas siempre es peligroso. La soberbia es mala consejera.
Contra todo lo que pudiera pensarse, las elecciones en el Estado de México y Coahuila revelan que para el 2024, la ciudadanía todavía tiene la alternativa de mantener el control.
La mayoría absoluta no está cerca para AMLO y, lo peor: en Morena no hay figuras de relieve que alcancen a semejar el arrastre histórico de López Obrador.
De hecho, este nuevo partido en el poder podría sufrir una descomposición más acelerada que la del PRD.
Fueron más de dos décadas de poderío de los del Sol Azteca, en los que vibraban en su vida interna los ideólogos y pensadores más lúcidos.
En Morena, no vemos eso. Sólo hay una manada de ambiciosos que hablan de la 4a transformación como un proyecto acabado, cuando lo cierto es que su única apariencia es la de un partido a las órdenes de un solo hombre.
Partido de Estado o dictadura de partido, es lo único que se alcanza a ver en el futuro, si los electores cometen el error de darle la mayoría absoluta a ese artefacto político sólo por simpatía con el que está por dejar el poder.
Será entonces como una especie de Maximato, en el que todos los políticos irán a Tabasco a pedir la bendición del padrino para moverse, o ser aporreados con su báculo.
Pero, para eso, todavía falta la madre de todas las elecciones y ya se empieza a ver que sí hay favoritos y que también está a la vuelta de la esquina una rebelión.
Marcelo Ebrard forzó las condiciones para obligar las renuncias. Sin embargo, Claudia Sheinbaum no está dispuesta a obedecer.
Ella no solo se siente favorita del Presidente Lopez Obrador. Se sabe la más fuerte en el control interno del partido dado que tiene de su lado a más consejeros de Morena que Adan Augusto, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal.
Tiene, además, a la mayoría de gobernadores de su lado y, por si no fuera suficiente, entre los capitanes del poder económico, ya tiene a varios comiendo en la palma de su mano, entre ellos a Emilio Azcárraga.
Por tanto, para ella no corre prisa de renunciar. Tampoco para sus consejeros. Y lo dicho por Lopez Obrador sobre las renuncias no fue una promesa, solo fue una “sugerencia”, porque en las decisiones del partido, él ya no se mete, dice.
El hecho real es que AMLO sólo dio salida a la primera rebelión que se le estaba gestando al interior de su propio gabinete. Por tanto, no hizo más que trasladar el conflicto a los ámbitos del partido y además dejó sembrados una serie de ofrecimientos en los que cínicamente plantea un pacto, no de unidad, sino de impunidad.
Por encima del partido, o antes que este órgano lo pudiera siquiera pensar, AMLO les ofreció, de manera extra legal, que quienes queden en 2o y 3er lugar en la encuesta que hará Morena, podrán aspirar a ser líderes de sus bancadas en las Cámaras de Diputados y Senadores.
Al 4o lugar, un premio más que jugoso: un puesto de relevancia en el futuro gabinete. Es decir, podría aspirar, por ejemplo, ser Secretario de Gobernación, canciller.
Así, deja una orden expresa al futuro presidente de la República. ¡Y dice que no hay dedazo! Imagínense si lo hubiera.
Aún hay más en la rifa de zanahorias: al 5o y 6o lugares les ofrece ser representantes plurinominales de su respectivo partido.
López Obrador resolvió de esta forma lo que parecía convertirse en una asonada, colocando una nueva agenda y fijando criterios y órdenes a su partido y al futuro presidente
En este juego de mentiras y verdades, para el Consejo nacional de Morena, tampoco habrá prisa por acordar las renuncias a los cargos. Quizá algunos se quedarán colgados de la brocha.
Lo de las encuestas, otro mito: se dice que habrá una batería de 4 o 5 encuestas y una del partido. Es obvio que la determinante será esta última. Y ya saben cómo se las gastan en México los encuestologos: resultados al mejor postor.
De esta forma, Andrés Manuel López Obrador se ha quedado con toda la ventaja dentro de su partido. El liderazgo de Morena es tan débil, que de inmediato, tras el fin de sexenio, lo erigirán como guía moral. Todos los inconformes irán a su regazo.
Y por si eso no fuera suficiente, dejó sembrada la revocación de mandato. Es la pinza del partido de Estado, para tener bajo control incluso al futuro Presidente de la República.
Eso es lo que se llama: una dictadura de partido.
AMLO es ahora amo de los tiempos… Efectivamente, serán “los tiempos del señor”. Eso, sí la ciudadanía le da, con su voto, las mayorías absolutas en el Congreso de la Unión. Pero eso, está por verse.