Tras bambalinas
Por JORGE OCTAVIO OCHOA. Sin más argumentos que una sonrisa y una canción de Chicoché, el presidente López Obrador banalizó la “bomba” noticiosa, sobre el mega robo de información de los archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Por sí solo, es un asunto de Estado, que vulnera la inteligencia militar y que, de entrada, pone en entredicho todos los argumentos sobre el proceso de militarización que pretende imponer el Jefe del Ejecutivo Federal en el país.
En este sexenio quedó al descubierto que el Ejército fue rebasado, no sólo por los cárteles del narcotráfico y el crimen organizado, sino por la cantidad de responsabilidades que les ha dado López Obrador.
De esta forma, se suman los escándalos: Ayotzinapa, desaparición de marinos asignados a un senador, toma de protesta de un gobernador vinculado con el narco, mega robo de datos, desplome de helicópteros, uso de otros para botargas.
Los simpatizantes de AMLO también trivializan, festejan la respuesta del mandatario sobre su estado de salud, ríen por la tonadilla burlona del Jefe del Ejecutivo sobre la OEA, pero los fantasmas de Palacio se han vuelto demonios.
Lo que hoy se ve en la pirámide jerárquica del régimen, es una grave falta de rigor profesional para todo: se improvisan proyectos; se miente, manipula o reservan los datos sobre las 100 universidades, las becas, las pensiones.
Por más que se quiera torcer la realidad, nada va conforme a los tiempos y al Presidente le ha entrado una patética prisa por entregar obras inconclusas y, sobre todo, dejar asentada la presencia del Ejército en la administración del país.
Aunque dice dormir bien, es un hecho que su gobierno pasará a la historia como el sexenio que abrió de par en par la presencia de los militares en la política. Los gobernadores ya no serán libres para colocar a sus secretarios de seguridad.
El engrudo se vuelve cicuta. De tanto mentir, las lunas de sus noches se han perdido. El Presidente de México ironiza, promueve escarnio contra sus enemigos y prepara “testamentospolíticos” para dejar a un sucesor.
Él y sus seguidores festejan, pero hay un aire frío que flota sobre Palacio, permeado por un estilo de dialogar con la oposición. Sus seguidores dicen que él duerme bien y descansa. Los otros le preguntan: ¿En paz?
Hay un hálito de muerte desde que el mandatario la convocó en el pasado grito de independencia y sus seguidores festejan la ingeniosa respuesta de que no es alcohólico, pero una angina de pecho no es cualquier cosa.
El caso Ayotzinapa es ya un laberinto que, por donde quiera que se camine, lleva a la Secretaría de la Defensa como implicada. Hay militares enfurecidos y encarcelados y pesa sobre Cienfuegos la mirada del vecino país.
Los asesinos hoy son la fuente principal de información del gobierno federal para perseguir militares responsables. Mientras, otros implicados gozan de impunidad porque la Fiscalía se desistió de muchas órdenes de aprehensión.
Y en Tamaulipas, un gobernador en vísperas de asumir el cargo, decide emitir oficio para regresar a su escaño en el Senado, porque teme investigaciones que lo involucran con el extinto capo del narco, Sergio Carmona y otro apodado “el Gerry”.
Hasta la fecha, ni Américo Villarreal, ni el actual líder nacional de Morena, Mario Delgado, ni el senador José Narro han podido responder claramente qué hacían con el exlíder huachicolero y por qué viajaron en el avión privado de Carmona.
México se ha convertido así, en un escándalo internacional por involucramiento de la clase política con el crimen organizado. Hay de todo en el territorio azteca: tráfico de migrantes, desaparición de personas, incendio de tiendas.
Robo y quema de vehículos, bloqueos carreteros, toma de casetas, compras sin licitación, mega fraudes en Segalmex, corrupción en la compra y distribución de medicamentos.
Lo más descarado, como ya hemos dicho en otras ocasiones, ha sido la cínica obtención de voluntades y el intercambio de impunidades a través de gubernaturas o embajadas. El servicio exterior mexicano se ha convertido en bote de basura.
Como único argumento, el presidente de México responde a sus adversarios: “¡Ya supérame!”, frase que refleja su mandato: una eterna bravuconada que no lo hace diferente a los de antes.
La renuncia de Omar Gómez Trejo a la Unidad Especial de Investigación y Litigación para el Caso Ayotzinapa (UEILCA), abre un boquete insondable a la autoridad moral e imparcialidad que dice tener el régimen.
La renuncia se da porque la Fiscalía General de la República (FGR), del ínclito Gertz Manero, se desistió de 21 de las 83 órdenes de aprehensión contra personas vinculadas a la desaparición de los 43 normalistas en 2014.
Ocurre cuando la FGR pedía celeridad para enjuiciar a Murillo Karam pero daba carpetazo a 21 órdenes de aprehensión, entre ellas las de 16 militares. Y el juez lo concedió con una celeridad inusitada: sólo 7 días tardó.
Entre estas, canceló la orden de aprehensión contra el exprocurador de Guerrero, Iñaki Blanco, por el delito de delincuencia organizada; contra Ulises Bernabé, juez de barandilla en Iguala, ante quien fueron presentados varios normalistas.
Este juez ha negado su relación con los crímenes y se encuentra asilado en Estados Unidos. También se canceló la orden contra la expresidenta del Tribunal Superior de Justicia de Guerrero, Lambertina Galeana.
Igualmente fueron canceladas las órdenes contra dos exingenieros del Palacio de Justicia de Iguala que, según la UEILCA, perdieron videos clave sobre lo ocurrido aquella trágica noche.
En fin, el hecho es que todo es un engrudo y los padres de los 43 ya no creen en López Obrador.
Como cerrojazo, el presidente promete renunciar si alguien le demuestra que el suyo es un Narcogobierno. La mañanera del jueves 29 de septiembre tuvo algo de eso.
En esta mescolanza de hechos y cosas raras, el presidente López Obrador confirmó la desaparición de 2 marinos que escoltaban al Senador José Narro durante una gira por Acapulco, Guerrero, sin que hasta la fecha se sepa su paradero.
Los marinos aparecen en una fotografía publicada en Twitter por Narro el pasado 20 de septiembre que posteriormente fue eliminada.
En la imagen se observa al senador acompañado también por el gobernador electo y al presunto operador financiero del Cártel del Noreste, Gerardo Teodoro Vázquez Barrera, ‘El Gerry’.
¿TESTAMENTO POLÍTICO?
Para remate y en otra aberrante declaración que ha hecho en estos últimos meses, López Obrador dice que tiene listo un “testamento político” con instrucciones de quién debe ser su sustituto.
Con esa misma falta de rigor académico y profesional que ha demostrado, López Obrador cree que la Presidencia es heredable, quizá en parte porque sabe que las Fuerzas Armadas apuntalan varias de sus decisiones.
Por eso no le importa el hackeo de documentos, ni le preocupa que algunos de sus familiares y allegados de primer círculo estén involucrados en irregularidades. El Ejército lo respalda y se acabó. Cienfuegos y otros también duermen en paz.