Tras bambalinas
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Militarización, terrorismo y uso politiquero de la desgracia
Por JORGE OCTAVIO OCHOA. Politiquería. Es la palabra que resume la actitud de López Obrador ante la grave crisis que vive ya, en todos los órdenes, el país.
Su anuncio de dejar al Ejército y la Marina en las calles, más que una bofetada, es una traición al “pueblo bueno”, a sus principios ideológicos, a su palabra, a la Constitución y, por ende, a la patria.
El pretexto de la militarización, será este ambiente de terror que viven varios estados de la República.
El presidente mexicano pisotea la Constitución, pulveriza la división de Poderes y se brinca grotescamente al Congreso, para apuntalar una decisión que ni siquiera llega a decreto.
A partir del 15 de septiembre, anunciará el traslado de todas las responsabilidades de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa. Sin embargo, la pregunta sigue siendo la misma:
¿Por cuál fuero va a ser regulada la actuación de la Guardia Nacional, el civil o el militar? Esos uniformados de gris, que usted ve pasar por las calles ahora con tanta profusión, serán los encargados de resguardar el orden y la paz pública.
¿Qué pasará si hay un abuso o un exceso en el uso de la fuerza contra civiles? El caso será ventilado en una corte militar, ya muy lejos de los juzgados del fuero común ¿O, cómo va a ser el asunto?
Pueden darse violaciones a los derechos humanos. La pregunta viene al caso porque, aunque no nos guste a la mayoría, la militarización es casi un hecho ante una Suprema Corte convertida en un muro de lamentos.
El Presidente de la República no ha aclarado este punto. Evadió la pregunta el pasado miércoles y hasta la fecha guarda silencio al respecto. ¿Bajo qué fuero serán regidas las acciones de la Guardia Nacional?
Una cosa es la popularidad y otra la eficacia. Las encuestas no corresponden, ni de lejos, a la calificación que tiene la 4T en materias como: Seguridad Pública, Seguridad Nacional, Salud, Educación, Economía, Comunicaciones, etc, etc, etc.
El país ya se encuentra en la mira de los principales organismos internacionales no sólo por el caos interno que se vive, sino por las políticas que pretende aplicar el gobierno federal, como es el caso de la militarización.
¿UN TRAIDOR EN PALACIO?
Lo más grave aquí, insistimos, es que el mandatario ha abjurado y literalmente nos ha traicionado. Su primer acto jurídico al asumir la Presidencia fue: jurar “guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen”. Hoy, abiertamente ha violado ese juramento.
Como aspirante presidencial nos dijo: “Si por mí fuera, yo desaparecería al Ejército y lo convertía en Guardia Nacional. Declararía que México es un país pacifista…”. Incluso declaró que “el Ejército y la Marina se convertirían en Guardia Nacional para garantizar a los mexicanos su seguridad”.
En entrevistas expresó: “No se resuelve nada con el uso del Ejército, de la Marina”; “no necesitamos un Ejército para la defensa”; “nosotros no vamos a apagar el fuego con el fuego”.
Fue más allá. Al principio de su sexenio prometió: “Vamos a enfrentar el problema de la inseguridad y la violencia atendiendo las causas”.
Hace 12 años, con rostro de buen hombre, ante reporteros o en mítines públicos gritoneaba: “No podemos nosotros aceptar un gobierno militarista. Que no se utilice el Ejército para suplir las incapacidades de los gobiernos civiles”. “Que regresen los soldados a los cuarteles. Se tiene que profesionalizar a las policías”.
Hace 10 años lo reiteró: “tenemos que ir sacando al Ejército de las calles”. Pero en 2020, dos años después de asumir el poder, su discurso cambió radicalmente: “Aunque me critiquen de que quiero militarizar al país, voy a seguir insistiendo en que nos deben de ayudar (sic) las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública”.
NO ME VENGAN CON QUE LA CONSTITUCIÓN
Este año, sin haberse discutido en el Congreso la reforma constitucional respectiva, anuncia el decretazo: “Les adelanto que la Guardia Nacional pasa, completa, a la Secretaría de la Defensa”. Esto lo confirmará el 16 de septiembre, durante el desfile militar.
Es una abierta amenaza, para lucir los tanques y aviones, e intimidar a todo aquel que se quiera oponer. De hacerlo, López Obrador habrá consumado la traición a la patria. No sólo habrá cometido perjurio. Habrá traicionado el legado juarista al que él se había sometido cuando decía:
“El presidente Juárez sabía que no podíamos apostar a una república militar, sino a una república civilista…”
Como opositor, cuando Peña Nieto intentaba promulgar una Ley de Seguridad Interior, decía que cuando se habla del gabinete de seguridad, los gobiernos “de antes” sólo pensaban en que estuvieran ahí el secretario de la Defensa, el de Marina, de Gobernación, Seguridad Pública, el Procurador”.
Daba lecciones de política, moral y buen gobierno, al precisar que en el gabinete de Seguridad deberían estar los secretarios de Desarrollo Económico, Educación, Salud… Pero ya en el poder, nada de esto se cumplió. López Obrador mintió y están las evidencias a flor de piel.
En plena pandemia, como señalamos la semana pasada, hubo un subejercicio de 25 mil millones de pesos en materia de Educación y también un criminal subejercicio en materia de salud. Sólo ha gastado el 27% de los recursos presupuestados en este rubro.
Se desplomaron dramáticamente los programas de vacunación a menores durante este régimen. No ha gastado, por ejemplo, en prevención y control de enfermedades, vigilancia epidemiológica, obesidad, salud materna, salud sexual. Todo el dinero se ha ido al AIFA, Tren Maya, Dos Bocas.
Los programas de política social, traducidos en becas y pensiones, tampoco han dado resultado. El empleo para 32 millones de jóvenes cada día es más precario y mal pagado. De los 15.5 millones de jóvenes que trabajan en México, 10.8 millones no tienen ingresos suficientes y 9.4 millones carecen de acceso a la salud y seguridad social.
Desastroso pues, el mandato del hombre que buscó tres veces la Presidencia de la República y que ahora, en medio de la guerra entre cárteles del crimen organizado, admite púbicamente su patética gestión, su fracaso como estadista y su traición a los mexicanos.
Existen sospechas de que los hechos de violencia y terror fueron armados desde el propio gobierno. De lo contrario, los cápos se burlaron nuevamente de él y de la Defensa.
Otro operativo para intervenir en una reunión de narcos y detenerlos, terminó en fracaso. El “doble RR” y el “Apá”, se les fueron, se les pelaron, como dicen en el barrio. Ese es el resumen de su sexenio: armisticio para Ovidio e impunidad a los demás.
López Obrador arrastra hoy a sus ideólogos a un discurso dialéctico fallido; a tragarse sus palabras y enderezar alocuciones inentendibles y nada creíbles. La autoridad moral que presumían se desfondó: El camino de la 4T está lleno de abrojos. Sólo los fanáticos no lo pueden ver.
EL ODIO DEL PUEBLO: GRACIAS POR TOMARSE LA FOTO CON MÍ DOLOR
El presidente empieza a probar, a fuego lento, el sinsabor, la amargura y el odio de un pueblo que se siente engañado, que le reprocha aquello que él mismo reprochó cuando fue candidato. Le darán la espalda tarde o temprano, tal y como ahora él lo hace.
“Gracias por tomarse la foto con nuestro dolor…” Una frase que resulta simbólica y que resume los resultados de un sexenio perdido, no sólo por las desgracias naturales e imponderables externos, sino por mentir, manipular y traicionar.
Demagogia, blasfemia, es lo que se ve en el pequeño discurso que sobre Juárez alguna vez enderezó cuando aspiraba a gobernar. Ese gabinete “social” que tanto preconizaba, hoy solo transpira soberbia e incapacidad, con una Luisa María Alcalde Luján, que dice no ser la encargada del rescate de mineros.
La misma desfachatez con que la señora Beatriz Gutiérrez Muller contestó, cuando un ciudadano le preguntó: ¿Cuándo atenderá personalmente a los padres de niños con cáncer? a lo que la escritora contestó: "yo no soy médico, a lo mejor usted sí. Ande, ayúdelos".
Sólo falta la risotada, luego de aquella frase: “Ahí están las masacres”; y una leyenda final en la lápida: “tengan, para que aprendan”, pero no en la de los tecnócratas, sino en la de sus fans.