Tras bambalinas
El Presidente en su laberinto
¿Omisión, complicidad, pérdida de la razón? Empiezan a ser una incógnita las formas de raciocinio del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
Tres han sido las afirmaciones más desafortunadas, en lo que va de su sexenio, que lo exhiben, por decirlo de la manera más amable posible, como un hombre con la visión más bizarra y peculiar de la vida, la sociedad y los seres humanos.
No es solo su estrategia de los “abrazos, no balazos”, o el “¡Detente!” para el control de una pandemia. Es un hombre que cree que, hablando con las mamás de los delincuentes, puede resolver problemas tan graves como la violencia.
Por si todo eso no fuera suficiente, ahora nos revienta su percepción de que el dominio de un solo cártel del crimen organizado sobre otros disminuye los asesinatos dolosos, la violencia y la criminalidad en los estados.
También nos dice que el linchamiento de un joven, por equivocación o no, debe entenderse como parte de los “usos y las costumbres” de los pueblos y, por ende, debe perdonarse.
Estas concepciones del mundo lo alejan, años luz, de la visión de un estadista. No pasan siquiera como la expresión de un romántico. Debemos preguntarnos si el Mandatario debe ser sometido a juicio político o a revisión médica sobre su juicio.
Esto ocurre en el entorno de un país degradado, entre despojos de partidos de oposición, que no sabemos si dejaron pasar lo dicho por el presidente, debido a la normalización de la violencia, o porque también están involucrados con el narco.
Lo único evidente y cierto es que las bandas criminales campean, se pavonean en la vía pública, muestran su poder, en medio de una pugna por el control de territorios y el negocio del cobro de derecho de piso.
Esto, no tiene otro nombre más que negligencia criminal de un presidente que cada día se enreda más en su propio laberinto, en medio de un sistema político sumido en el limbo de partidos que no representan al pueblo.
Cárcel, inhabilitación, la guadaña del nuevo régimen
Así las cosas, la cárcel, la descalificación o la inhabilitación se han convertido en la guadaña del nuevo régimen contra los adversarios, frente a la impunidad e inacción contra el crimen organizado y el narcotráfico.
Pueden morir 26 personas al caerse todo un tramo de la Línea 12 del Metro; desaparecer 20 contenedores de mercancías en un puerto en las narices de la Marina, o desfilar caravanas de narcos frente al Ejército. No pasa nada.
Pero que no se le ocurra a una alcaldesa, suspender la reapertura de un deportivo, porque la amenazan con la inhabilitación; o a uno que no sea “corcholata” aspirar para el 24, porque lo descalifican o encierran en la cárcel a sus aliados.
El gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, puede inventar cargos para privar de la libertad, medio año, a una persona, solo por ser amigo de uno de los adversarios que no sigue la línea presidencial.
O la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, puede argumentar que no es un asunto político, sino de “quejas ciudadanas” la inhabilitación de Sandra Cuevas por suspender la reapertura del deportivo Guelatao luego del sismo del 2017.
Para ellos, la ley no es la ley
Igual de grotesco resulta que, en el destape anticipado de candidatos a la presidencia de la República, el partido Morena placee a sus “corcholatas” favoritas y excluya abiertamente a otro de los aspirantes.
Para todos ellos, como dice AMLO, la ley no es la ley. Ellos se rigen por sus propios códigos de conducta, y han adelantado por igual la campaña para las elecciones del Estado de México y las de presidente de la República.
Impunemente, han desplegado camiones, espectaculares, playeras, todo un operativo que nadie puede negar que sea un acto anticipado de campaña, pero que, con un INE mermado, difícilmente castigarán.
El propio López Obrador festina como hiena sobre cadáver, que Lorenzo Córdova y Ciro Murayama se van el próximo año. Pronto tendrá consejeros electorales a modo, para adueñarse electoralmente de todo el país.
Encuestas manipuladas, candidatos sumisos. López Obrador tiene por el momento la sartén por el mango y así mueve a sus fichas que, para él, son simples “corcholatas”, porque ese es el nivel de indignidad que ha sembrado.
A la corrupción, se suma la abyección.
Sin principios ni moral, predominan las facciones y los cárteles. Por eso el Jefe del Ejecutivo nacional invoca al predominio de la fuerza de un grupo sobre otros. Entre más violento y contundente, mejor.
Es un hecho que, tanto las elecciones del próximo año, como las del 2024, están infiltradas por el crimen organizado. No son dislates del presidente, son avisos. A sangre y fuego tratará de imponer su voluntad.
Ya veremos.